domingo, 30 de septiembre de 2012

Status quo

Joder, cómo están las calles. Anoche salimos a darnos un paseo. La verdad es que queríamos ir al cine, pero luego decidimos cambiar de planes. Cuando íbamos del barrio de Santa Eulalia, una de las zonas con más movimiento nocturno de Murcia, al café ficciones, nos cruzamos con una decena de furgonetas de la policía. Yo no sabía si después de las imágenes que hemos visto estos días en medios fiables y objetivos -que nadie me diga que eso estaba manipulado- me dio la impresión de que tal vez se trataba de una campaña para lavar su imagen, pero no, allí no había caramelos, ni sonrisas, ni bagatelas del estilo, allí estaba otra vez la cara de la policía represiva, la cara que menos nos gusta a todos. También es cierto que la policía tiene otras caras y que es un cuerpo necesario que desempeña una labor social importantísima. Pero no nos gusta esta cara de cuerpo al servicio de la política, al menos esta cara que no debería existir. Pero allí estaba. Pensé que tendría que estar la ciudad a punto de arder o algo parecido. 
De pronto caí en la cuenta de que hablar de política era un exceso absurdo tal como está la cosa, porque se ha hecho evidente que no nos gobierna la política sino el capital. Ni izquierdas ni derechas, dinero. Y el dinero no tiene muchas caras. Así que allí estaba todo preparado, el escenario dispuesto, los actores corriendo de un lado para otro con los nervios evidentes del estreno, todos creo que con un por si acaso como premisa. A ver, daba la sensación, si podemos mantener el status quo, cuando precisamente eso era lo único que deberíamos cambiar.
 


viernes, 21 de septiembre de 2012

Itaca: los propios fantasmas y los ajenos 2

Será porque mañana leemos un grupo de poetas en la cafetería Ítaca de Murcia, en esta cafetería que ha sido el refugio de, entre otros, ciertos estudiantes universitarios con inquietudes literarias y también políticas y de otros que eventualmente han coincidido también con las mismas inquietudes pero de una manera menos beligerante, que tengo el temor de, y pese a las expectativas propias, decir algo inadecuado de alguien o dar por aludido malamente a quienes como yo mañana leemos o podríamos leer.

Yo he leído en la cafetería Ítaca en varias ocasiones. He asistido a innumerables recitales. No a tantos conciertos. E incluso he sido jurado del premio de poesía Poetas Colgados en la edición que ganó José Daniel Espejo. No obstante, siempre que leo en público se activan mis fantasmas, azuzan sus cadenas desde el más allá, sobre todo cuando son lecturas así al albur de cierto caos que por otro lado se semeja tanto a la vida. Dos poemas entre otros tantos poemas. En realidad a mí me gusta pensar que no voy a leer sino que voy a escuchar, pero para qué engañarnos, enseguida me aburro y mi atención se dispersa y viaja hacia las cosas más aparentemente anodinas, la manera de agitar el café, el movimiento, balanceo, de una zapatilla que pende de los dedos de un único pie -el otro sirve de sustento- en un equilibrio precario pero al final firme, el mensaje de texto que redacta el de al lado, en la manera en que dos pavos se tocan -aún no se han dicho nada, pero ya se tocan con cualquier excusa-.

Por eso pienso que en la lectura de mañana hay mucho amor. Sueltos los fantasmas propios, tiene que ser que me apetece mucho leer para que asista y no porque cierran la cafetería Ítaca, lo que me parece triste,  sino porque allí de alguna manera, como en tantos otros lugares, he disfrutado siendo felizmente anónimo.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Los propios fantasmas y los ajenos

Si el blog en apariencia e incluso también en forma es de uno, deberíamos evitarnos sustos como el que me acabo de llevar. Entro en mi blog con aviesas intenciones de picar en otro blog para robar, para tomar prestado, para sorprenderme, para sonreír, para saltar de alegría y también de rabia. Que si es el blog de uno, me digo, por qué tengo yo que aguantar la jeta de ese tío en el margen derecho, donde se actualizan los blog que he seleccionado por pura afinidad o interés.

No se trata de nada en particular, también desgraciadamente, de nada particular ni privado. Pero me da rabia. Así que he cogido una pegatina de los pokemon y la he sobrepuesto sobre esa ventana. Una ventana con una persiana. Pero no puedo dejar de pensar que debajo de esa pegatina está esa jeta y que esa jeta se podría poner a hablar y entonces habría para todos, unos porque sí, porque uno es humano y se concede ciertas licencias, otros porque simplemente pasaban por allí y tuvieron la desgracia y otros porque es hermoso creerse más, más como única y agramatical atribución.

Si esto fuera facebook me bastaría con pulsar sobre una pestaña y decir esto no me gusta varias veces, tal vez con una pulsión nerviosa, no me gusta nada, añadiría y posiblemente alguien me censuraría, pero ya sería tarde, porque ya lo habría conseguido y me sentiría descargado de este malestar. Pero es mi blog, que cada vez lee menos gente, y no encuentro ni ese consuelo (tendré que hablar un día de estos con los de blogspot, joder, que es el blog de uno y uno debería evitarse este tipo de incidentes). Así que como, lo vuelvo a repetir, no estamos facebook,  al final he decidido quitar la pegatina, quitar el gormiti o el pokemon de la pantalla, a donde por otro lado, no termina de adherirse con la suficiente eficacia, y enfrentarme a mis propios fantasmas. Al menos a este fantasma.

Cromatismos

No tenemos claro el color de la paredes. Las paredes son las que son, pero el color no está claro. Hemos dispuesto lo necesario. No es mucho, pero tiene que ser especial. Todo en este centro tiene que ser especial. Al principio pensamos que sería cuestión de dos días, a lo sumo tres, pero cuando llegó el informe de Pritcher todo se complicó.

Por qué no pintar de azul, nos dijimos, pero pronto el azul nos iba a resultar tedioso. Entre otras cosas porque por un problema óptico que arrastro desde los diez años no distingo, o lo hago a mi manera, esa gama de colores, es decir, los azules, aunque ahora sólo necesitábamos uno y una vez puesto sobre la pared convencerme de que es azul, no rojo, no rosa, no lila. Azul.

Sin embargo a última hora lo vimos claro, tenía que ser verde, como las batas de los hospitales, sin duda.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Mea culpa

Anoche cené en casa de unos amigos. Siempre que voy a casa de mis amigos les robo algo. No soy cleptómano, al contrario, es sólo un acto de altruismo, la manera de dejarles un hueco, un vacío que tendrán que llenar. Es un juego, un aliciente, un argumento para realizar pesquisas, indagar, sospechar, también dudar. En realidad y visto de esta manera, soy un ser altruista. Al principio me llevaba libros y cd, pero eso dejó pronto de ser un reto y por el contrario terminó siendo tedioso. Ahora busco otras cosas, después de pasar por una fase de grandes robos, como aquel día en el que, en el paroxismo de mi afición, me llevé el espejo de un cuarto de baño de un piso de estudiantes. 

Nadie sospecha de mí. Soy tan brutalmente normal que es difícil que alguien apoye su dedo acusador sobre mi foto. Ahora robo otras cosas más sutiles. Tengo ya una extensa colección de estas cosas, pero tú que eres mi amigo ya lo sabrás. Y perdóname si aún no te habías percatado o de haberte percatado de su falta no habías dado con el culpable. Mea culpa.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Poetas

Los poetas son gente sin ego, es verdad, aunque no te lo creas. Tampoco beben y no están encantados de conocerse.

Será por eso que acuden a actos a las doce de la noche, donde se les ofrece limonada, nada más, para que no se desmadren y para que no se nos vengan abajo. Pero no es necesario, como ya sabes, ni ego, ni alcohol, ni mucho sexo e incluso en el mejor de los casos, los que ya han encontrado la luz, ni literatura.

Gente curiosa estos poetas. Y sin embargo no puedo dejar de andar con ellos. 

O sí.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Llamas telefónicas

Llevo una semana sin coger el teléfono a nadie. La situación me mantiene en vilo, es un sinvivir, no puedo verlo de otra manera. He dejado de comer. Respiro poco. No hablo mucho.

Todo empezó una tarde hace apenas siete días. Estaba recostado en el sofá viendo una reposición de la serie Bones. Me gusta Bones, pero me había dormido. Nunca termino de verla del todo, en algún momento me duermo, doy una cabezada, y eso hace que los casos que allí se resuelven sigan como un misterio en mi cabeza. De pronto noto la vibración del móvil sobre el brazo del sofá. Cuando consigo estirar mi brazo y alcanzar el teléfono, quien quiera que sea aún insiste. Es alguien conocido esta vez. No siempre es la misma persona. Lo veo en la pantalla, sonríe, porque en esta ocasión tengo una foto vinculada a su número, pero no descuelgo. Qué querrá me pregunto, pero no me atrevo a pulsar el botón verde y dejo que siga sonando, en puridad debería decir vibrando.

Y así invariablemente y llame quien llame. Lleno de dudas. ¿Qué querrá o qué querrán? ¿Por qué me llaman? ¿Será importante? Y me quedo mirando la pantalla del móvil durante unos segundos y no sé. Tan sólo abrigo la esperanza de que vuelva a sonar y entonces tal vez alcance a dar con la respuesta.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Colgado

No todo han de ser desventajas. Cuando has conseguido levantarte, a tu pesar, encuentras que la pantalla de tu móvil vibra de gozo. Tienes un whatsapp. En realidad tienes cincuenta o cincuenta y siete. Todos bienintencionados. Todos de amigos. Pero tú en realidad quieres seguir durmiendo o viviendo en voz baja, como en verano, donde un paréntesis enorme no terminara nunca de cerrarse. 

A mí me gustan los whatsapp porque me dejan vivir, dicho sea de paso, como la bandeja del correo electrónico, donde aguardan aletargados todos los mensajes,  todas las ofertas que no has atendido y que en consecuencia te has perdido nada solícito, durante casi un mes. Así no hay manera de medrar sin ese fin de semana en un resort con cata de vinos o ese habitación de hotel a sesenta kilómetros de La Castellana. Tienes dos llamadas perdidas, un mensaje en tu ordenador para que con cierta urgencia atiendas al protocolo de seguridad, un requerimiento de actualización de tu software.

Así que puestos a luchar con las máquinas haces lo que has aprendido de ellas y como todo no van a ser desventajas te quedas colgado, al lado de tu nombre pones "Este programa no responde", añades "podría no estar funcionando correctamente". Y ese es tu estado: el de la buena venturanza del que anda consigo mismo y finge que aún queda verano.



Dedicado a mis amigos del chat "Los de las cervezas"

domingo, 2 de septiembre de 2012

Hombres en la luna


Me hice seguidor de los REM justo el mismo día en el que rechacé unas invitaciones para ir a uno de los pocos conciertos que daban aquel año. Lo hice por despecho. La chica con la que salía no se lo merecía, así que nos quedamos en casa, en alguna casa, es un decir, a punto de ir al concierto de los REM pero sin ir. Aquello fue el tormento del verano. Todos los días me lo recordaba, me decía que habíamos estado a punto de ir al concierto, pero que no habíamos ido. A mí todo aquello me parecía una obviedad que no me molesté ni en contestar. 

Tarareaba man on the moon, para mí y, aunque parezca increíble, la frecuencia de mi silbido o de mi balbuceo, según la ocasión, anulaba su vocecilla insoportable. Siempre me ha quedado la duda de si ya me engañaba y de si de ser así también atormentaba a su querido con la misma cantilena –esa sería su penitencia- y si él hacía lo mismo. Posiblemente encontraría su propia canción, aunque uno no podía recurrir a temas melifluos y de poca entidad, porque su voz era insoportable puesta en el modo de reproche, in-so-por-ta-ble. 

Así que por mi parte fui probando con otros temas. A veces todavía creo oír su voz por debajo de alguna canción y entonces comprendo el bien que me hice al declinar aquella invitación. Es casi imperceptible, durante unas décimas de segundo, entonces intento obviarla y como el que no quiere la cosa subo el volumen.