Lo descubrió el otro día. Lo hacen para que sea más fácil. Tú escribes las primeras palabras y ellos terminan, a veces es suficiente con las primeras letras, saben lo que quieres, a dónde vas a ir a parar, qué destino de vacaciones buscas, cuál es tu caja de ahorros, tu actriz porno favorita. Piénsalo, se dice, saben a dónde quieres ir a parar, y lo repite porque siente un escalofrío al decirlo. Pero él termina siempre de escribir lo que quiere escribir, por más que el buscador se empeñe en ofrecerle el atajo, el camino rápido. Sencillamente no quiere. Teclea cada una de las letras como si no pudiera existir esa realidad de no nombrarla él, dando su palabra de que eso es así. Si te comes un limón escribe y enseguida aparece sin hacer muecas.
Así que ha empezado una curiosa variación al escribir en joogle, y comete erratas, cambia las letras, se hace imprevisible. Escribe Si se coge un millón, por ejemplo, y espera. Cree que ha ganado, que ha encontrado la clarividencia frente al control del mundo.
Pero curiosamente, desde hace unos días apenas nadie lo comprende, en clase sus alumnos piensan que ha perdido la cabeza, los padres no entienden sus amonestaciones, el equipo directivo lo esquiva, su novia hace muecas de hastío al escuchar que ella, sólo ella es su ramo, su roma, su rama.
Pero él sabe lo que hace y cuando en mitad de la frase cambia la entonación o busca la palabra más imprevisible solamente él sabe lo que se lleva entre manos y sonríe, sonríe como si detrás de la risa estuviera el absurdo.
Así que ha empezado una curiosa variación al escribir en joogle, y comete erratas, cambia las letras, se hace imprevisible. Escribe Si se coge un millón, por ejemplo, y espera. Cree que ha ganado, que ha encontrado la clarividencia frente al control del mundo.
Pero curiosamente, desde hace unos días apenas nadie lo comprende, en clase sus alumnos piensan que ha perdido la cabeza, los padres no entienden sus amonestaciones, el equipo directivo lo esquiva, su novia hace muecas de hastío al escuchar que ella, sólo ella es su ramo, su roma, su rama.
Pero él sabe lo que hace y cuando en mitad de la frase cambia la entonación o busca la palabra más imprevisible solamente él sabe lo que se lleva entre manos y sonríe, sonríe como si detrás de la risa estuviera el absurdo.