martes, 22 de julio de 2014

Leyendo a Cristina Morano

No puedo decir nada de Cristina Morano que no pase antes por mi corazón. Cambio climático es lo que es, un libro de Cristina Morano, un libro que araña, que intimida, que cobija, que dice lo que hay como una Albert Camus que muestra a Sísifo pero que nos dice que si en última instancia eso es lo que hay bien o mal está.

Hace muchos años que conozco a Cristina. En mi corazón ocupa un lugar desde que la vi en telemurcia hace veinte años, pelo negro, largo, nariz afilada, dando sus impresiones, algo cabreada, sobre una sesión de El albor de la palabra o alguno de los encuentros que se organizaron paralelos al Murciajoven. Veinte años y quizás me quede corto. Luego vino la revista Thader y por primera vez sus poemas en Las rutas del nómada, una pequeña plaquet que acompañaba al número dos o tres de la revista, como las de Pepa Murcia o David Galindo.

Cambio climático es el libro de una Cristina Morano madura, medida y ácida y dura y amorosa con lo que hay, con los que hay, en ese paraje hostil que a veces es la vida.

http://cajadetormentas.blogspot.com.es/2014/07/cristina-morano-los-frutos.html

jueves, 10 de julio de 2014

Leyendo a A. R. Ammons


Después de haber leído, y no sé si para demostrar mi pro norteamericanismo o para ratificarme en lo contrario (o simplemente por puro placer), a todo poema norteamericano viviente y no viviente del siglo xx y aledaños como Sylvia Plath, Louis Glück, Mary Jo Bang, Sharon Olds, Robert Hass, Wallace Stevens, William Carlos Williams, Anne Sexton, por supuesto Whitman, Eliot, Pound, Ginsberg, e.e. Cummings, Edgar Lee Masters, Dickison (que viaja siempre en el tiempo), Hila Doolitle, y a Barry Gifford, C. K. Williams, Siri Hustvedt, Theodore Roethke, Bukowski, Tess Gallagher, Anne Michaels, Natasha Trethewey,  Billy Colins, Robert Frost (el del famoso camino que se bifurca) en las traducciones de Bartleby, Igitur, Huerga y Fierro, Cátedra, visor, pre-textos, lumen... A Raymond Carver, Robert Lowell, Kenneth Rexroth, o Derek Walcott y Joseph Brosky (si se me permite la desubicación), John Ashbery, James Merrill y otros que ahora no me vienen a la memoria, solo sé que no sé nada. (Y como dijo Sócrates a sus discípulos una vez que se atemperaron sus risas: y vosotros tampoco). 

Leyendo a Jaroslav Seifert

Cotilleando entre los libros de mi mujer en casa de sus padres me encontré con Breve antología de Jaroslav Seifert. Ella a su vez lo había encontrado en un puesto de libros de lance en Lo Pagán. No se lo he comentado, me ha parecido más hermoso imaginarla inclinada sobre una mesa atestada de libros, la misma donde hace un par de años compramos unos cómic de Corto Maltés, que han terminado destazados literalmente por la agresividad de la humedad marina y lo barato de la edición. Me la imagino así, su pelo ladeado hacia la izquierda, y no busco más constatación de la realidad. El libro de Jarozlav Seifert en su manos, la traducción de Clara Janés, el homenaje a Vladimir Holan. Joder, y para redondear la cosa entro en iberlibro y por primera vez encuentro un ejemplar de la Gruta de las palabras al que echarle mano. ¿Se puede pedir más una mañana de julio? Bueno sí, que el cardinal café ponga unos versos míos como le ha sucedido a Diego Sanchez Aguilar.