lunes, 13 de octubre de 2008

Los viajes virtuales


Aunque quede cursi hay que decirlo, a veces uno viaja en la ilusión de los demás. Por ejemplo, coges el teléfono y llamas, y luego, lo más normal, alguien descuelga y contesta. Seguidamente escuchas una voz dulce que te encanta y esa voz y no otra te transmite la ilusión del viaje, de partir a otros destinos, que sí, es cierto, la alejan de ti, pero claro, tampoco es esa voz algo que puedas considerar tuyo, o que consideras algo tuyo pero en un grado íntimo y privado. En otras ocasiones abres el correo y ves un mensaje, ves que el mensaje cita Groenlandia, que habla de julio, de diecisiete días, que quieren que vayas, o simplemente otro día te sorprendes desplazando el dedo sobre la cornisa cantábrica de un mapa siguiendo el camino de los peregrinos hasta el finis mundi.

Hace unos años asistí a uno de estos viajes virtuales, como espectador. Habíamos programado una excursión a Almagro, al Corral de Comedias, para ver una obra de teatro y convivir con nuestro alumnos por las Lagunas de Ruidera o el Castillo de la Orden de Calatrava que está en Aldea del Rey y al que fue imposible llegar. Como me gustan las bibliotecas tengo alumnos-amigos lectores, gente friki, no nos engañemos, y ese año conocí a dos personas muy especiales. Uno se apuntó sin pensarlo, pero yo veía al otro indeciso. Al final se quedó en tierra, con una excusa que parecía poco convincente, pero sus razones tendría.

A lo largo del viaje yo observaba cómo su amigo le mandaba mensajes de forma continua. Me di cuenta de que estaban viajando los dos. El que se había quedado estaba sentado frente al ordenador e iba introduciendo en los buscadores de internet los lugares donde recalábamos, y así leía y miraba las imagenes, seguía las geografías planas de los mapas, dándoles los volúmenes que su imaginación suponía, se adelantaba a los lugares, a las paradas previstas, aprovechaba las informaciones más pequeñas, los detalles que pasaban desapercibidos para los demás.

Siempre he tenido el recuerdo de que viajó con nosotros. Otra manera de faltar a la verdad. Como la de este fin de semana. A veces uno está en Cabo de Palos con Diego y María Luisa, con Javi y Laura, con Tole y José Óscar, pero en realidad, para qué engañarnos, está en otras partes, en viajes virtuales hacia los que ya hace unos días que ha partido o hacia los que pronto partirá.

2 comentarios:

Tucuman 846 dijo...

El tiempo y el espacio... esas dos fronteras tan fácilmente franqueables como difícilmente recuperables. Estoy de acuerdo, muchos viajes no son solo físicos, y recuerdo lugares en los que jamás estuve, porque alguien me llevó hasta allí.

Dyhego dijo...

Estupenda idea esa de que el tiempo y el espacio son fronteras franqueables e irrecuperables...
Mis viajes virtuales son ciclostáticos. Miro el cuentakilómetros, calculo y me veo cual ciclista trotamundos atravesando paisajes reales, fantásticos, oníricos, superpuestos...
Me cuesta meterme en la mochila de los demás porque no abundan los narradores que te atrapen. Un rosario de anécdotas (aquí fulanito se rompió la crisma...) es lo más contraproducente ¿o no?
Háganos usted viajar, don Antonio.