Estoy agotado esta noche, pero quiero escribir esta entrada antes de irme a dormir. En la televisión una mujer dibuja un mundo mejor con arena o al menos más hermoso, la misma arena que este largo fin de semana se pegaba a nuestras piernas, húmedas, pequeños cubos cristalizados sobre nuestra piel.
Siempre hay mundos paralelos, por ejemplo, el lunes por la noche, eran las dos de la mañana, nos deslizábamos por las calles de Mazarrón con nuestros patines. Un mundo nuevo fluía ante nosotros. Patinando todo es diferente, las cosas tienen otro tiempo, la vida, de pronto, es fácil y el aire tiene la extraña consistencia de una blanda niebla que se abre a nuestro paso. Pero están los mundos paralelos. Así que a la misma hora y en las mismas calles, bajo la misma luna, unos zumbados van en una furgoneta y se ríen, ven a alguien patinando, vienen de fiesta, quién sabe, y deciden gastar una broma, deciden que la rubia con patines es una víctima idónea a sus propósitos y dirigen las luces de su coche y el coche detrás hacia la chica y pisan el freno de golpe, provocando un derrape que nos pone a todos el corazón en vilo. Se ríen.
Esa misma noche me detengo mirando la luna. Aparece y desaparece entre las manos verdes de las palmeras del paseo. Y siento que soy libre, que he llegado allí y que no sé qué será mañana de mí, de mi vida, de este salón de los pasos perdidos que es el presente y no me importa, estoy feliz, vivo, siento. A la misma hora un muchacho acaba de dejar al último de sus colegas en la puerta de su casa, está feliz porque ha conseguido vomitar fuera de la furgoneta de su padre. Mañana volverá sobre sus pasos, en el trabajo contará cómo echaron unas risas a costa de unos pardillos.
Mira la luna, pero no sabe que esta luna no volverá o que volverá cuando seamos otros. No sabe tampoco que yo estoy viendo la misma luna, que podría estar pensando en él. Y lo comprendo, es como el vuelo de una mariposa que provoca una tormenta. Cuanto más feliz soy, sé que él más sufre, que a veces, a la gente como él, la libertad de los demás los hace más víctimas, más esclavos de una vida que esta vez no sabrá cómo parar.
Sonrío. En mi corazón alegría y tristeza se baten por igual. Todo se desliza, puedo respirar profundo, notar el aire en mis pulmones, exhalar después, sentir cómo nada se queda dentro. Ya está, ya ha pasado. No me siento culpable. Hago lo que deseo.
Siempre hay mundos paralelos, por ejemplo, el lunes por la noche, eran las dos de la mañana, nos deslizábamos por las calles de Mazarrón con nuestros patines. Un mundo nuevo fluía ante nosotros. Patinando todo es diferente, las cosas tienen otro tiempo, la vida, de pronto, es fácil y el aire tiene la extraña consistencia de una blanda niebla que se abre a nuestro paso. Pero están los mundos paralelos. Así que a la misma hora y en las mismas calles, bajo la misma luna, unos zumbados van en una furgoneta y se ríen, ven a alguien patinando, vienen de fiesta, quién sabe, y deciden gastar una broma, deciden que la rubia con patines es una víctima idónea a sus propósitos y dirigen las luces de su coche y el coche detrás hacia la chica y pisan el freno de golpe, provocando un derrape que nos pone a todos el corazón en vilo. Se ríen.
Esa misma noche me detengo mirando la luna. Aparece y desaparece entre las manos verdes de las palmeras del paseo. Y siento que soy libre, que he llegado allí y que no sé qué será mañana de mí, de mi vida, de este salón de los pasos perdidos que es el presente y no me importa, estoy feliz, vivo, siento. A la misma hora un muchacho acaba de dejar al último de sus colegas en la puerta de su casa, está feliz porque ha conseguido vomitar fuera de la furgoneta de su padre. Mañana volverá sobre sus pasos, en el trabajo contará cómo echaron unas risas a costa de unos pardillos.
Mira la luna, pero no sabe que esta luna no volverá o que volverá cuando seamos otros. No sabe tampoco que yo estoy viendo la misma luna, que podría estar pensando en él. Y lo comprendo, es como el vuelo de una mariposa que provoca una tormenta. Cuanto más feliz soy, sé que él más sufre, que a veces, a la gente como él, la libertad de los demás los hace más víctimas, más esclavos de una vida que esta vez no sabrá cómo parar.
Sonrío. En mi corazón alegría y tristeza se baten por igual. Todo se desliza, puedo respirar profundo, notar el aire en mis pulmones, exhalar después, sentir cómo nada se queda dentro. Ya está, ya ha pasado. No me siento culpable. Hago lo que deseo.
3 comentarios:
Yo no diria mundos paralelos.
Mas bien realidades distintas y distantes que confluyen en momentos puntuales. A algunos les dejan huella, a otros, no, porque donde no hay materia no se pueden dejar huellas.
Solo queda el eco en el vacio.
El martilleo en una cabeza hueca.
Dos sensaciones tan distintas que, despues de confluir, siguen divergiendo.
Un saludo Bigardo. (de la cerveza no te escribo)
Veo que pasaste un buen buen puente a pesar de ciertos idiotas.
Espero que estés a tope de ánimo en nuestro próximo encuentro.
Cuidate.
Te veo cantando eso de: volando voy, volando vengo, vengo...
salu2
Publicar un comentario