miércoles, 23 de septiembre de 2009

Tres días de septiembre


De pronto, camino de casa, descubro que Tres días de septiembre me parece un buen título para un relato. Sé más o menos qué quiero contar. Me han entrado unas ganas locas de hacerlo. Acabo de terminar un cuento, La angustia del joven pintor danés Wilhelm Hammershoi, y parece que con su escritura he desatado algo. Y pienso, por qué no seguir. En realidad no es un pensamiento, es un deseo. Y los deseos tienen una parte irrefrenable y también otra voluble. Así que no sé cuál de las dos ganará.

Voy conduciendo y pienso, Tres días de septiembre, y me parece un título interesante. Tres días de septiembre en los que cambia la vida de alguien. Podría empezar in media res. A duras penas se levanta del suelo. Está aturdido. Primero se apoya en la puerta de los aseos del aeropuerto, luego se encamina hasta los lavabos. Se moja la cara. Echa en falta el dinero y su maletín. Se lo han robado. Está algo inquieto. Sale. Se extraña de que ella no esté allí, su mujer, que tal vez piensa, se cansara de esperar, se preocupara, que llamara a la policía, pero le parece extraño. Le falla la estabilidad y trastabilla. Está a punto de caerse. Pero se apoya en una mujer. Enseguida se hace cargo de la situación. Lo sienta. Le habla. Lo atiende.

Estoy llegando a mi casa pero me demoro voluntariamente en el semáforo. Quiero terminar de esbozar el cuento. Pienso que podrían durante las horas siguientes buscar a su mujer, él intenta recordar algo, cosas concretas de las horas previas al incidente, pero no lo consigue. Pasan la noche juntos en un hotel del aeropuerto. Se besan. Terminan en la cama. Follan. A la mañana siguiente vuelven a seguir con las pesquisas. Reciben la llamada del inspector de policía.

Es sólo cuando estoy aparcando que se me ocurre el desenlace. Discuten. Tal vez por los remordimientos. No termina de perdonarse que hayan pasado la noche juntos. No puede dejar de mirarla a hurtadillas mientras se aleja por el pasillo del aeropuerto. Es frío. Es de cristal. Tiene anuncios. En la comisaría se encuentra con la incómoda sensación de que la gente lo mira de una forma extraña. Revisa su atuendo. Todo está bien. Tal vez la expresión, tal vez sólo sea que se apiadan de él, que sienten conmiseración por este hombre que no encuentra a su esposa secuestrada, desaparecida.

El inspector no sabe cómo decírselo, porque tampoco termina de entenderlo. Su mujer está muerta. Murió en un accidente aéreo. Hace seis años.

Se derrumba. Se pone a llorar. No sabe lo que pasa.

Y cuando cierro el coche caigo en la cuenta de que aún me queda un día. No sé, a estas alturas no podría llamar al relato Dos días de septiembre, demasiado tarde, así que pienso en algo, no sé, algo que cerrará el cuento. Tal vez, pienso, él recibe una llamada, tal vez ella ha vuelto a buscarlo porque se intercambiaron en la habitación del hotel las llaves, los teléfonos, quién sabe. Pero tengo claro que si hay un tercer día también habrá una esperanza. Que él lo recuerda todo. Que pese a ello la llama, que quiere estar con ella otro día, un tercer día de septiembre, aunque sea tan sólo para satisfacer a un narrador lejano, alguien que muy lejos de allí introduce la llave en la puerta de su casa, que sube las escaleras, que enciende el ordenador, que se pone a escribir.

4 comentarios:

Dyhego dijo...

Este relato tiene buena pinta.
Saludos

Misy-Neko dijo...

Podría convertirse en una bonita historia...
Sín saber muy bien por qué, este relato me ha recordado a un libro que leí una vez con suicidios, una historia de amor dificl de llevar y otras muchas terceras personas...
No tiene mucho que ver, pero he tenido una sensación parecida. Supongo que es porque ese libro para mí fue mucho más que un simple libro y muchas cosas me lo recuerdan...
Se llama "Tokio Blues" de Haruki Murakami, ni siquiera creo que vayas a leerlo pero tenía que decirlo...

Antonio Aguilar dijo...

Hola. Sí Misy-Neko, ¿Por qué no iba a aceptar tu propuesta? En realidad, ya leí Tokio Blues hace unos dos o tres años, que no lo recuerdo bien, y me gustó, aunque al escribir esta entrada no pensé en ella, ahora, tal vez vea algunos hilos que enlazan esa espléndida novela -que a mí me dejó un pelín indiferente- y este esbozo de no sé qué. Gracias por pasar por aquí. Te espero.

Misy-Neko dijo...

En realidad el libro no tiene nada de especial, solo es esa clase de cosas a las que le das importancia solo por aparecer en cierto momento... Y en realidad esta historia tampoco tiene nada que ver, solo ha sido una sensación. Pero esta puede superarlo, todo sea dicho.