domingo, 18 de septiembre de 2011

Guldrum y las horas extrañas


Guldrum -es en realidad un nombre encubierto- vivía en una isla. Rodeada de sal. Usaba los platos para comer, los días para descansar, la vida para acumular cosas, por ejemplo, amantes, camisetas, cosas que sí y cosas que no, amigos en el facebook, enemigos en el facebook, cosas cuyo valor era un secreto en la bolsa de sus emociones, valores potenciales, de recuerdo o de acto.

En aquella isla, Guldrum lo notó un día que iba de camino a casa, no había tiempo. Esa sensación, la constatación de que el tiempo había desaparecido en algún momento, le hizo sentirse agobiada y abocada a un caos sin precedentes. Siguió haciendo lo mismo que había hecho siempre, pero tuvo que ceder a la tentación y empezó a crear lo más parecido al tiempo que pudo. Empezó a repetir cosas, todos los días, secuencias de cosas en el mismo orden. Aún tengo que hacer esto y aquello antes de comer, leer cincuenta páginas antes de dormir, se decía, aún me queda que hacer la comida, preparar la mesa, y ya será medio día, y luego descansar la siesta, recoger la colada, leer un rato y será la noche. Y así empezó a sentirse poco a poco de nuevo como en casa.

No es que podamos suponer un final feliz a la historia de Guldrum, tampoco uno que sea muy triste. Ustedes decidan.

1 comentario:

Dyhego dijo...

Antonio:
Si se va de la isla, volverá a encontrar el tiempo perdido. ¡Qué manía de islas perdidas y náufragos inventores de sociedad!
Salu2.