lunes, 4 de junio de 2012

Gaviotas desde el Ariel


Subidos al Ariel, leo que el amor es un deseo inalcanzable, que posiblemente tuvo su tiempo pero es ahora, en el presente del lenguaje poético, donde se puede amar y perder de nuevo. Ángel Paniagua publicó en 2005 Gaviotas desde el Ariel (pre-textos). Empecé a leerlo ayer, sentado en la terraza de la cafetería El Arco, como solía hacer antes. Han pasado ya siete años de la publicación. Estaba buscando un libro en Diego Marín, para Luz, cuando he visto el libro de Ángel. No sé por qué no lo compré en su día, ahora me alegro, porque es ahora cuando estaba preparado para leerlo. El tono es medido y la pasión por el lenguaje se aprecia -o mejor- se siente en el cuidado del poema, en su medida y en su concepción cernudiana de la belleza y de la elegía. En este libro hay un poema en el que Shelley, en el que Paniagua, evoca al amante, encuentra su nombre en los libros que lee. De pronto me he visto en las reuniones de la revista Thader, hace ya tanto tiempo y he sentido la mirada de Ángel guiándome, redactando, junto a Joaquín Baño y Antonio Jiménez Robles, una lista interminable de libros que tendría que leer y que leí, ya sólo me faltaba éste, no estaba en la lista pero pudo, de estar escrito, haber aparecido allí.


Tengo en algunos libros señalado
tu nombre: a veces sólo unas palabras
una frase sin nada peculiar,
llamaba mi atención y la marcaba
antes de proseguir con la lectura.

Pero no los recuerdo. No sé cuáles
conservarán memoria entre sus páginas
de aquellos nombres tuyos escondidos
allí, pora que yo los encontrara.

No sé siquiera si algo tuyo entonces
me guiaba, o si tú –tal cual ahora
creo sentirte junto a mí- ya habías
abandonado el no-lugar tan dulce
para venir a amarme, a acompañarme
en la celebración de los misterios.

Si no estabas allí ni te sentía,
¿por qué recuerdo ahora aquellas frases,
palabras o alusiones
que no puedo encontrar y las asocio
contigo?
.                ¿Por qué ahora
me devuelve esta tarde la evidencia
de tus huellas en años anteriores,
cuando nada podía yo saber?

¿Habías trazado ya tu territorio
lindando con el mío?
¿Y dónde estaba yo, si eras tú sola
quién sabía de mí, de mi presencia?

No hay comentarios: