Nota 1
Qué sucede el día de después, qué palabras nos
guiarán, le darán forma a esa nueva realidad que como una cucharilla en un vaso
de agua se quiebra por la inflexión de la luz sin dejar de formar parte de lo
visible. Canciones para el día de después es una indagación poética
en ese espacio. La música es consuelo y descubrimiento. La lírica tradicional,
su sintaxis expresiva, se convierte en el medio idóneo para mostrar una
geografía del desamparo, la intrahistoria de nosotros mismos, que busca
conocerse, también con sus balbuceos, con esa incorrección del título “de
después” que acentúa la dificultad de lo inefable. Canciones para el
día de después es además una reflexión sobre la perspectiva que da el paso
del tiempo y el consuelo finalmente de la expresión poética.
Nota 2
Necesitaba una voz para contar esta historia, que no es la
historia en sí de una ruptura, sino la historia del día de después, cuando la
vida da un quiebro inesperado a los acontecimientos y hay que reescribir
incluso también el pasado. Necesitaba un punto desde el que cortar y me reencontré
con Edward Hopper. Las canciones no solo comparten aspectos relacionados con el
tema, como la soledad, el silencio, el individuo escindido, que también
aparecen, aunque de otra manera, no excesivamente lejana en Raymond Carver,
sino que comparten también aspectos técnicos importantes para la historia como
esa sensación de viñeta, de story board, y los encuadres agresivos de la realidad.
Las canciones, al igual que las rimas, aluden a esa
sencillez, también popular, de poetas como Bécquer, con el que se comparte esa
sensación de fragmentarismo, poemas que dan la sensación de que lo que nos
quiere decir son notas de un poema mayor que nunca se escribirá, aunque
obviamente cada poema tiene entidad completa en sí mismo.
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