jueves, 7 de diciembre de 2023

Presentación de Lírica industrial y Equipos de respiración subacuática

 




4 de diciembre de 2023. Libros Traperos. Murcia. 

     Andrés García Cerdán y Rubén Martín Díaz son más que poetas, son amigos. Amigos que llegaron a mí a través de otros amigos, amigos entre sí a la vez. Poetas y de Albacete como Antonio Rodríguez, David Sarrión, Matías Miguel Clemente, Lucía Plaza, Pedro Gascón y los más jóvenes Tino Molina, Gracia Aguilar o Javier Temprado. Poetas fractales, donde se repite el mismo patrón pero en diferentes orientaciones. 

    Citar los libros de cada uno o los premios que han obtenido con esos libros podría solucionarme la presentación. Rialp, Visor, Valparaíso, La isla de Siltolá, Reino de Cordelia, Renacimiento, Pre-textos, son algunas de las editoriales donde han publicado. Cito estas editoriales porque trazan los puntos cardinales del mapa de la poesía actual. Comparten además el premio Alegría (Rubén con este libro y Andrés con Barbarie) y el premio Hermanos Argensola (El mirador de piedra- 2012 y Defensa de las excepciones -2018-, premio que comparten también con Cingla -2020-, el último libro de poeta y amigo también albaceteño Constantino Molina. 

    Más allá de la amistad, de la procedencia o de la oportunidad de la aparición de los dos libros en un tiempo próximo, tiene sentido la presentación de esta “lírica subacuática” (ya hubiera yo negociado en su momento porque fuera “Diario de la lírica subacuática”) porque aún desde dos puntos diferentes en muchas aspectos los dos libros tienen mucho en común. 

    Por otro lado, asumo el riesgo de que buscar una similitud entre los dos poemarios también es dejar fuera muchas cosas que son propias de cada uno, al final esas pequeñas cosas que confieren una personalidad concreta, que obviamente tienen los dos libros que presentamos. Pese a todo, asumiré el riesgo teniendo en cuenta que detrás está la invitación a la lectura y los lectores que sabrán dar cuerpo a esta visión fragmentaria en forma de apunte. 

    Lírica industrial muestra la sombra, el invierno, la mortalidad en la lírica de Rubén Martín, la lucha entre la realidad y la palabra, entre lo industrial y lo humano. Parte de Hesíodo y estructura el libro en torno a la tensión entre un mundo industrial, maquinista, oscuro, que asfixia la palabra y un deseo de un mundo natural, humano que hace poesía con esas herramientas a las que se les da una nueva utilidad, “de las que te sirves… utilizándola(s) de un modo que no es el suyo natural, quiero decir de una forma para la cual no ha sido diseñada, pero que a ti te vale, porque ese recurso improvisado es un hallazgo”, así lo dice Rubén en el poema Teoría del taller, como esas palabras que sirven para comprar el pan y también para iniciar una revolución en forma de poema, y que son el espacio para la escucha intuitiva del poeta. 

    Los conceptos de lírica e industria, como antítesis, aparecen desde el título como el Marinero en tierra del libro de Alberti. La frustración de estar donde uno no quisiera estar. La infancia y el verano se configurarán desde el poema que da título a la primera sección del libro, como un paraíso perdido y termina con esa alusión, no sé si velada, al pájaro azul de Rubén Darío que necesita escapar de su jaula, alzar su vuelo libre e inmortal sobre la cima oscura del silencio: para hacer el canto. 

    Oscuridad, ausencia de canto, mortalidad, jaula, máquina, invierno, y en frente la palabra y los veranos. 
De alguna manera los dos poemarios coinciden en ese esfuerzo por salir de la vulgaridad que nos asfixia para tomar aire en la poesía y seguir viviendo. 

    Por otro lado, Andrés es un poeta audaz que busca su sonido de una forma salvaje en la pulsión natural de las cosas, la contradicción aparece continuamente en su campo semántico: “el encanto” y el “infierno”, “nadie”y “alguien” o “una inmensa hermosura” y “una inmensa desolación “, la modernidad absoluta en los temas y en las formas y el beber continuamente de la tradición. De la superación de esas en apariencia contradicciones emerge su poesía, “el fulgor de huracán contenido en un pétalo / nos convierte en semillas de un lenguaje desconocido”. (Lilas. Pág. 27) Lo artificial que se concreta en la industria, en la ciudad, en la cultura, es una metáfora de lo imposible, de la infecundidad con la que tiene que dialogar la palabra para ofrecernos el poema como resquicio de lo posible y lo fecundo, es como esa grulla canadiense que “la gente mira sin creérselo / o tiembla aún (¿es posible temblar / cuando estás muerto?) o arrastra el golpe como una exhalación, “apenas un puñado / de plumas, signos, huesos, entre sangre/ y heces, es decir, nada, salvo basura”. Pero ahí está el poema y el viaje. 

    Dos textos radicalmente modernos porque concilian la escritura de un estado de conciencia con la solidaridad con el espacio natural en un sentido general donde el hombre recobra su naturaleza humana, un espacio acechado, amenazado continuamente. Es así como sus propuestas se convierten también en manifiestos políticos en su sentido original. 

    En resumen, poesía para respirar, una lírica como un equipo de respiración subacuática en sentido literal y metafórico.

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