viernes, 14 de octubre de 2011

Estado de dignidad 7: vivir con la culpa diferida

María Valverde no tiene nada que ver con esto. O sí. No sé si se identificará con esta entrada. Es también un poco para compensar la foto de la entrada anterior. O no.


A María la han llamado del banco. No tiene usted ni una puñetera tarjeta de crédito, ni un préstamo, ni un plan de pensiones. Hace tanto tiempo que no la llama un hombre, que ahora la ha llamado una cajera, para no enmendar su fatalidad. No nos deja usted otro remedio, le han dicho, así no hay quién viva, le vamos a romper las piernas, ándese –y ha marcado esta palabra- con cuidado. Nos tiene muy descomisionados.

A María no dejan de instigarla. El otro día encontró por ejemplo una papeleta en su buzón. Al desplegarla comprobó que no le pedía el voto, como pensaba en un principio, al contrario, la culpaba de votar, de votar a una opción minoritaria, sea usted bipartidista, señora, decía, o hágase catalana o vasca o de coalición canaria. Luego se atenga a las consecuencias, ha leído en un último párrafo escueto. Manifiéstese todo lo que quiera, pero vote, vote A/B.

A María la ha llamado un inspector desde el colegio de unos hijos que no tiene. De añadidura le han reprochado que no participe activamente en el incremento de la natalidad, pero en realidad increparla por la mierda de educación que estaban recibiendo los hijos de España por su culpa, que se dejara de mierdas, otra vez, y que echara más gasolina, fumara a espuertas, que hiciera gasto energéticos, coño, deje las luces encendidas toda la noche, que pague los impuestos que para eso están, para ser de una puta vez solidarios con la educación de un país. Que luego no viniera a llorar por lo mal preparados que estaban nuestros jóvenes, le dice el inspector, que para más inri es otra mujer, por la mierda de ocio a las que los estábamos abocando, por el vacío existencial de los sábados por la noche.

A María la han llamado también de Hacienda, que somos todos, o eso decía el eslogan de la campaña que promovía la delación hace unos años y que hoy en día habría llevado a la cárcel a más de un consistorio, por ejemplo, que no paga las seguridad social de sus trabajadores, ni la luz ni el agua. María ha escuchado atentamente lo que le decían. Ha asentido en varias ocasiones y al final ha colgado con amabilidad.

Después se ha ido a la cocina, ha cogido una bolsa de basura, de esas que no recicla ni dios, y ha echado dentro todas las culpas que no estaba dispuesta a asumir porque no tenían que ver con ella. Luego se ha sentado tras comprobar que aún faltaba un cuarto de hora para las ocho, la hora de ir a tirar la basura.

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