Acabo de terminar de leer 2020 de Javier Moreno. Será posiblemente mi última lectura completa de este 2014, salvo que Elegía de Philip Roth lo suplante en esa lista. He leído todos los libros de Javier Moreno, desde aquel lejano Buscando batería hasta esta novela. Es verdad que algunos de estos libros los terminé por el candor de la amistad, como la Hermogeniada. Alma fluyó, es un libro que recuerdo con alegría y 2020, ahora que la amistad está más lejana, me ha sorprendido.
Mientras que lo leía, y no sé si movido por esa necesidad innecesaria de poner etiquetas y establecer relaciones con lo conocido, me planteé hasta qué punto era una novela, pero enseguida pensé en Enrique Vila-Matas o en otras relaciones más obvias, y por qué no, también en Javier Marías al que no sé por qué lo veo muy cercano en esas reflexiones y digresiones que detienen el relato para convertirse en el verdadero meollo de lo que estás leyendo.
Cansado de buscar argumentos, me di cuenta de que el libro de Javier no es precisamente un libro de argumentos, sino que es un denso e inteligente libro de ideas.
Mientras que lo leía, y no sé si movido por esa necesidad innecesaria de poner etiquetas y establecer relaciones con lo conocido, me planteé hasta qué punto era una novela, pero enseguida pensé en Enrique Vila-Matas o en otras relaciones más obvias, y por qué no, también en Javier Marías al que no sé por qué lo veo muy cercano en esas reflexiones y digresiones que detienen el relato para convertirse en el verdadero meollo de lo que estás leyendo.
Cansado de buscar argumentos, me di cuenta de que el libro de Javier no es precisamente un libro de argumentos, sino que es un denso e inteligente libro de ideas.
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