Me había sentado frente al ordenador para reescribir la entrada de La comunidad de los despechados. No podía sospechar entonces que en mitad de la escritura recibiría una llamada. Esa llamada lo iba a cambiar todo.
Parece ser que en un lugar recóndito de Argentina existe efectivamente esta comunidad de pobres almas que además profesan una deferencia especial por Borges. La llamada era de su presidente, un tal Abilio Despechado, oficinista en horario laborable y polemista en horas libres. Y me increpa así, de buenas a primeras, que terminara el cuento con una frase de Cortázar, quizás decía, a parte de desvelar el secreto de las reuniones de la comunidad, esa era la mayor provocación que podía hacerles.
-Cortázar -dijo- señor mío, Cortázar, solo es un remedo del gran Borges.
Yo no entendía bien el objeto de su llamada, porque en ningún momento el tal Abilio se definía, se concretaba. Hubiera necesitado saber qué era exactamente lo que le había molestado de mi texto y en concreto qué deseaba de mí, una vez que el daño, como él decía, estaba hecho.
-Termine con una frase de Borges al menos, sea usted elegante. Y dé por hecho -añadió- que está usted excluido de por vida de nuestra comunidad. Despéchese con otros. Está avisado.
Yo no recordaba haber echado ninguna instancia en tan extraño club, que por otro lado pensaba que era una creación de mi cabeza, pero el tono era de amenaza y vi bien recular un poquito, darle cierta razón y credibilidad a sus palabras.
-So boludo -dijo, lo que me hizo dudar de su origen ciertamente argentino- , sea feliz, queme las cosas que le queden de su pasado, viva hacia delante. Viva hacia delante -gritó mientras su voz se perdía en una nube de ruido trasatlántica.
Yo no entendía nada, entre otras cosas porque nunca pertenecería a un club de despechados, tal vez, de despechables, pero ese es otro tema. Me quedé un rato en silencio. Cerré la ventana de mi blog y descarté reescribir la entrada, por otro lado, ya había una infinidad de ideas allí, de correcciones, de sugerencias, que andaban solas, que habían empezado a distanciarse, a cobrar vida, me barrunté, como en un jardín de senderos que se bifurcan.
Parece ser que en un lugar recóndito de Argentina existe efectivamente esta comunidad de pobres almas que además profesan una deferencia especial por Borges. La llamada era de su presidente, un tal Abilio Despechado, oficinista en horario laborable y polemista en horas libres. Y me increpa así, de buenas a primeras, que terminara el cuento con una frase de Cortázar, quizás decía, a parte de desvelar el secreto de las reuniones de la comunidad, esa era la mayor provocación que podía hacerles.
-Cortázar -dijo- señor mío, Cortázar, solo es un remedo del gran Borges.
Yo no entendía bien el objeto de su llamada, porque en ningún momento el tal Abilio se definía, se concretaba. Hubiera necesitado saber qué era exactamente lo que le había molestado de mi texto y en concreto qué deseaba de mí, una vez que el daño, como él decía, estaba hecho.
-Termine con una frase de Borges al menos, sea usted elegante. Y dé por hecho -añadió- que está usted excluido de por vida de nuestra comunidad. Despéchese con otros. Está avisado.
Yo no recordaba haber echado ninguna instancia en tan extraño club, que por otro lado pensaba que era una creación de mi cabeza, pero el tono era de amenaza y vi bien recular un poquito, darle cierta razón y credibilidad a sus palabras.
-So boludo -dijo, lo que me hizo dudar de su origen ciertamente argentino- , sea feliz, queme las cosas que le queden de su pasado, viva hacia delante. Viva hacia delante -gritó mientras su voz se perdía en una nube de ruido trasatlántica.
Yo no entendía nada, entre otras cosas porque nunca pertenecería a un club de despechados, tal vez, de despechables, pero ese es otro tema. Me quedé un rato en silencio. Cerré la ventana de mi blog y descarté reescribir la entrada, por otro lado, ya había una infinidad de ideas allí, de correcciones, de sugerencias, que andaban solas, que habían empezado a distanciarse, a cobrar vida, me barrunté, como en un jardín de senderos que se bifurcan.
8 comentarios:
Ninguna de las ideas (con respeto a todas ellas), tan genial como la tuya.
glup!
"El tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros", dice Borges ahí.
Sabemos, y podemos, vivir todos esos futuros, pero sólo podemos ver uno de ellos, y sobre todo, elegir mirarlo, elegir verlo.
Digo yo, sin ver nada ni mirar mucho.
Entiendo por el final de tu entrada, que ese tal Abilio esté resabiado, siendo, como deduzco que es, defensor a ultranza de Borges. Pero no sabe con quien se juega los cuartos, o sea, que se vaya preparando porque no nos andamos con chiquitas. Tengo claro lo que quiere que hagamos, pero anda muy desencaminado. Su verdadera intencion es que no podamos entrar en su club, dandonos pautas para que seamos mas felices que él. ¿Acaso cree que los únicos con derecho a la tristeza , a la melancolia, al amargo sabor de la hiel son ellos?. ¡¡No lo creas!!. Tenemos las ideas claras!! O sea que, Bigardo, duro con él, y que no me entere de que vuelves a recular. Ni siquiera un poquito.
Un abrazo.
Y la comunidad se disolvió cuando llegaron con sus diatribas y sus injurias aquellos que tanto lucharon por un nombre...
Cada uno por su lado, solos, sin más compañía que el despecho al que habían sido, nuevamente, arrojados.
Carlos Gardel en el año 1935 le pone música a esta letra de Le Pera, lo decía con despecho cuando muere su amada: "sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando"
"y mientras en las calles
en loca algarabía
el carnaval del mundo
gozaba y se reía,
burlándose el destino..."
Para despecho argentino, Carlitos...
Lo mejor Antonio, cuando oyes voces
que no saben muy bien que dicen, es sentarte en un suelo de hojas secas, con un buen libro entre las manos y soñar. Luego escribes lo que quieras, por que lo haces muy bien y nos gusta lo que cuentas.
Esta idea es un acierto, que te lo digo yo...y soy brujita buena.
Un beso.
Este es mi blog, una extensión de mi cuerpo, otro sentido,otro cauce de expresión. ¿Despechado? Creo que hasta aquí hemos llegado, eso es cierto, pero, ¿a dónde llegaremos en el futuro?
Llegaremos exactamente al punto en que deseemos, que elijamos, ni lejos ni cerca, exactamente ahí. Y esto que suena tan obvio y hasta tonto no es más que otra pregunta ¿dónde es ahí, exactamente ahí?, pues el sitio donde habremos de elegir seguir...
eligiendo.
Vaya..., reeleo y sueno raro, yo me entiendo, creo.
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