jueves, 24 de diciembre de 2015

Al hilo

Esta mañana me apetecía escribir algo en mi blog, ya son muchos años los que caminamos juntos. La razón por la que empecé a escribir aquí no era otra que la necesidad de un confidente, en otra época, en otra vida casi, aunque siga siendo la misma por fortuna. Al principio era casi un guiño para otra persona, un decir algo velado, un sigo aquí aunque no quisiera seguir, pero no me resultaba fácil romper esos hilos, después fue un gusto, un compartir, un punto de encuentro con muchos amigos, una alegría poder decir esto y aquello y leer lo de más allá. Una aventura, vamos, la de estar vivo y compartir con los demás esas cosas cotidianas que nos hacen especiales, como en un juego, el juego de ser escritor.

Muchas cosas han pasado por aquí, de muchas cosas me enteré por otros blogs similares, algunos ya nadie los actualiza, alguien faltó, nos dejó huérfanos en sus peceras y mundos submarinos, eso también pasó por aquí, y los hilos se cortaron con un brutal manotazo, no es que fuéramos los mejores amigos del mundo, pero éramos lo que habíamos sabido ser y encontramos pese a los kilómetros, muchos, un hilo, un hilván para mantener vivos nuestros vínculos familiares. Últimamente me acuerdo mucho de ti, es extraño, tendríamos ahora más o menos la misma edad, ahora que uno de los dos se ha quedado para siempre en los maravillosos cuarenta, en la felicidad de sentirse maduro pero no viejo, joven pero con esa capacidad de dar tierra a los sueños, viento, fuego a lo que deseamos.

Y amigos, como Diego Morales, con el que supe mantener un diálogo personal a través de este cuaderno, del que hoy me siento orgulloso. Hablar del salondelospasosperdidos es hablar de José Óscar, de Diego Sánchez, de Joseda, Ginés Sánchez, Cristina Morano, Javier Moreno, Andrés García Cerdán, José Manuel Gallardo,  de Luz Calero, César Cerón, de Álvaro... con los que compartí la pasión de andar diciéndonos cosas cada uno en su sitio (Es curioso que al enlazar los blogs me he dado cuenta de que algunos te redireccionan a páginas donde se venden coches o cerraduras que nada tienen que ver con quienes los crearon. Eso sí que es reciclaje).  Con Antonio Sánchez-Carrasco y Antonio Lorente, no sé qué excusa usar, salvo la de que me encanta decir sus nombres para que en mi vida sean de esa verdad de la que siempre han sido.

También mantuve amores improbables, otros silenciados, comentarios que guarda la  memoria de google y que nunca nadie leerá, no por pudor, sino por intimidad, pero que siguen ahí, porque alguien algún día los pronunció para mí y si entorno los ojos soy capaz de revivir la emoción de la primera vez, como en una pequeña bola de navidad a la que podríamos girar para ver caer las asucas de aquel momento.

Y luego llegó mi Nuria, y el mundo giró de nuevo, porque ella no lee los blogs de nadie, así que yo escribía cosas, pistas, guiños, que iban en botellas de cristal hasta costas remotas, donde un día junto a nuestras pisadas aparecieron las de unos pies diminutos. Pero ella sigue sin leer mi blog, así que encontré una libertad imprevista para poder decirle cosas sabiendo que no las leería, la convertí en un personaje, en mi cómplice, en mi compañera, papeles que ya asumía en la vida. Aunque de todas las me quedo con la de andar por casa, la que se aburre con internet y prefiere que le lea las cosas y me mira con atención y me escucha. Me basta, como decía Ángel González. Así que si ahora mismo te estoy leyendo estas palabras en la cocina o sentados en el sofá, por favor, dame un beso y no me dejes terminar.

Feliz navidad.



Feliz navidad para todos


domingo, 13 de diciembre de 2015

Feliz cumpleaños, abuela

Mi abuela María cumple hoy ochenta y cuatro años, uno detrás de otro, no todos igualmente felices imagino, pero hoy cuando la he llamado para felicitarla me ha deseado algo que me ha hecho pensar. Ella que ha vivido momento duros, que perdió a su padre en la Guerra Civil y que lo reencontró dos años después corriendo desde el penal donde estuvo preso y sin atreverse a mirar hacia atrás; la misma mujer que se escondía en los bolsillos de su chaquetón las mondas de las naranjas que robaba para ir esparciéndolas de forma discreta; la que se deslizó por una piedra de las lavanderas y cayó al río Segura y consiguió salir arrastrándose de los pelos, pensaba ella, mientras se desenredaba de un sedal que milagrosamente la arrastró hasta la orilla; la que sirvió en casa de unos señoritos, a la que se llevó mi abuelo y se casó muy temprano antes del culto y perdió un hijo y ganó ocho.

Al despedirse me ha dicho que me desaba que yo también llegara a los ochenta y cuatro años y tuviera la suerte de ver a mi hijo casado y a sus hijos y disfrutar de mis nietos y biznietos. Después de tantas cosas, la vida siempre merece la pena.

Así que eso se ha pegado a una frase que el otro día le escuché a un escritor, algo así como que la literatura nos permite evadirnos de unas vidas mediocres y aburridas, y he sonreído porque hay personas que han aprendido de una forma sencilla que pese a todo  la vida siempre merece la pena.