martes, 30 de septiembre de 2008

Anónimos



A veces uno lanza sus tristes redes a estos ojos oceánicos de internet. Luego, como un pescador, las recoge pacientemente. En algunas de estas ocasiones le complace irse a google, a su buscador de imágenes y escribir nombres de personas que conoce, otras veces se los inventa, en otras intenta conocer el perfil de unas narices concretas, las formas puntiagudas de un omóplato, el canto de las uñas a la francesa de una gatita o de una princesa canaria. Cosas así que a veces no se alcanzan, porque en lugar de la imagen previsible aparece el retrato de personas anónimas, seres extraños que desconocemos, con sus añoranzas, sus sueños, sus odios. A veces son amas de casa que han hecho un curso de internet en la asociación de mujeres de su barrio, otras asesinos que quieren la fama que se les debe por sus hechos, otras carniceros orgullosos con sus mandiles manchados de sangre. Gente, como nosotros, como ese hombre que ha enchufado el ordenador y ve la imagen que ha captado la web cam. Por un momento un rey en su soledad, luego un ser anónimo que podría salir con el traje nuevo del emperador a pedir limosna sin que nadie se percatara de ello.

sábado, 27 de septiembre de 2008

reinventar el pasado

Abrí la imagen y no vi nada extraño. Como estamos siempre juntos no caí en la cuenta. Miré la foto y sonreí. Recordaba perfectamente el momento en que la hicimos. Falta el fotógrafo, David, que presumiendo de cámara quiso retratarnos para la posteridad. Así que nos tiramos al suelo delante de una composición. Estábamos en Arco y acabábamos de comernos un horroroso bocadillo de calamares rebozados. No sé muy bien a quién se le ocurrió la idea, pero nos hizo felices a todos, total ya habíamos estado tirados en el suelo un rato antes, recuperando fuerzas.

Sin embargo, al rato vuelvo sobre la foto. Hay algo extraño. Una luz esquiva en los ojos de Antonio, tal vez algo de nostalgia, como si estuviera ausente. Es el único que está en cuclillas con su camisa a cuadros y su recado de fumar entre los dedos, a punto de irse, tal vez recién llegado. Pero a qué engañarnos, es un montaje, hay muchos detalles que lo demuestran, pero la verdad que transmite es irrefutable e irreemplazable ya.

He olvidado como fueron las cosas. Dicen que Antonio no estuvo allí, pero eso son habladurías. Ha sucedido como en los buenos cuentos, cuando la ficción no suplanta a la realidad sino que se confunde con ella.

Así que yo prefiero recordarlo de esta manera. Es, de una forma curiosa, mucho más real.



Algunos miembros de la pandi, también conocidos como "minipandi":
Concha, María, Antonio, yo, Salva y María Dolores.
De fondo un conjunto playero.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Mirando contra la pared


Estos días estoy recordando cosas del pasado, de cuando yo era más yo o menos el yo de ahora. No se trata de una vuelta nostálgica, que, no nos engañemos, estoy muy a gusto con la persona en quién me he convertido con los años.

Me he encontrado con la página de mi blogamigo Tucumán846, y he leído una de sus entradas, la del día 23 de septiembre de este año. Quizás haya sido eso y la necesidad de escribir algo o el deseo de abandonar una desidia momentánea que me tiene como a un niño castigado frente a esta pantalla, paralizado, esperando respuesta. Al leerla he recodado un ejercicio que proponía en mis talleres de creación literaria del centro cultural de El Carmen.

Recuerdo una tarde lluviosa, como ésta, una tarde de invierno en la que el cielo reparte las últimas migajas de su limosna en forma de oscuridad. Nos levantamos y miramos por las ventanas. Teníamos que estar en silencio, teníamos que ver, mirar con la conciencia de que el mundo estaba allí afuera, frente a nosotros. Luego en silencio volvimos a nuestros puestos en la mesa y empezamos a escribir, yo también. Jesús Bastida escribió un poema precioso sobre la vida que supo ver en el bloque de enfrente, supo encontrar las fisuras de esa limosna de la noche, supo sacar partido al momento.

Mirando contra la pared el mundo parece un castigo, pero no siempre.

Así que entorno los ojos y supero este muro de imágenes e información. Me voy al buscador, miro la cartelera y elijo un pase y una película -otra clase de muro que no es un castigo-.

Me pongo la chaqueta y echo a andar. Adiós.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Sexo

Bien, empecemos por los principios de este blog que claramente no los tiene. Uno escribe para sí mismo, al menos eso dice el cincuenta por cierto de mis amigos escritores (el otro cincuenta ni siquiera escribe -sector con el que cada día más me identifico, tal vez por el exceso de Vila-Matas en mi vida). Pues ese cincuenta por ciento que escribe para sí mismo ha terminado teniendo un blog. Seamos sinceros, nadie se lo ha pedido. Nadie nos lo ha pedido. Pero ahí que nos lanzamos. A blogear. Al principio empezamos colocando post prácticamente todos los días, luego pasamos a uno semanal y después, en muchos casos, se termina por olvidar la clave y se deja el blog en manos de los servidores, con la esperanza de que algún día un alma caritativa les dé el final que se merecen, algo digno y discreto.

Pero hay algunos que persisten. Para dos años va mi pequeña caja de tormentas, casi un año hace que empecé con este salón de los pasos perdidos. Pero aquí llega el segundo problema, ¿qué sentido tiene un blog que nadie comenta? ¿No deberíamos abandonar un medio que estaba pensado para el intercambio de ideas si no suscitamos ni un comentario? ¿Será verdad que terminamos escribiendo para nosotros mismo -pero no como principio sino como imposición-?

Tal vez por eso acompañaré esta entrada con una foto escandalosa y con un pie para esa foto algo más escandaloso, de esos que incluye alguna de las palabras más buscadas en google. A ver.

Foto de Helmut Newton que explicita la virulencia de la atracción sexual


Sólo me resta decir una cosa, bueno, dos: que yo no escribo sólo para mí; y en segundo lugar, MARIQUITA EL QUE NO COMENTE.