miércoles, 29 de diciembre de 2010

Mediodía


Eran las doce del mediodía. Una multitud de manifestantes pasó frente a los grandes almacenes donde pasaba el rato ojeando las carátulas de los cedés de música clásica, más por rutina que por interés.

Quizás fue alguien o una necesidad imperiosa de que se me oyera a mí también, pero de repente una fuerza irrefrenable me impelió a salir corriendo, a mezclarme con la muchedumbre que gritaba consignas. Me abalance hacia la calle, en mi carrera tiré una columna de cedés mal apilados, en desorden sobre una estantería. Llegué hasta la puerta, pero la puerta estaba cerrada. Golpeé el cristal, intenté accionar los mandos de apertura de emergencia, pero nada. Todos los que estaban allí seguían a lo suyo. Me vi solo. Estaba solo en esa lucha que al tiempo se volvió absurda.

Cuando al fin se accionó la apertura automática de la puerta la realidad retomó un curso pausado. Salí a la calle pero ya no había rastro de los manifestantes.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Jodidas navidades

Este señor es Ramón Luis Valvárcel. Presidente de la Comunidad Autónoma de Murcia. Perdonen por la foto.


Anoche antes de acostarme miré el correo electrónico y tal vez debería no haberlo hecho, de todas formas, hoy me habría enterado a primera hora. Escuchamos la lotería de navidad por la radio, parece que el mundo tiene que sonreír, coño, que es navidad.

Yo soy un trabajador de la administración pública. Aprobé unas oposiciones hace once años. Tengo unos jefes que no conozco en la administración, políticos, gente a la que suponemos una cualificación pero que no siempre la tienen, que habrán opositado a algo, es probable, pero a qué. Y a los que además dudo que les hayan afectado los cambios económicos y de afectarles, digan lo que digan, serán en el sueldo, pero no en las dietas, ni en los incentivos, o en todo eso que ellos se embolsan porque son ellos, los elegidos. Así que me voy a la cama pero leo antes el correo de mi compañero Diego Reina que está en un sindicato y me entero de que a partir de enero cobraré 175€ menos, así, sin más explicaciones, sin otro argumento que la necesidad de ajustar las cuentas de una Comunidad Autónoma que hace un dispendio continuado sobre todo en lo concerniente a autobombo. No sé los datos económicos del Manifesta 8, tampoco los he encontrado por internet. No sé la necesidad de un SOS 4.8 al que este año la Región de Murcia aportará, de momento, aproximadamente 1.4000.000 €, según decía la prensa ayer. Tampoco sé que nos cuesta que aparezca no-typical en un coche de fórmula 1, a la velocidad que van. Cosas así, que se ven, o no tanto, y que posiblemente escondan otras tantas que seguro que son más flagrantes.

Cuando en junio nos recortaron a instancias del gobierno central unos 90 €, creí que era, de alguna manera, necesaria nuestra aportación, pero luego los hechos hablan por sí solos, y en un país con un 20 % de la población activa en paro, los gestos de nuestros políticos dejan bastante que desear. Sueldos vitalicios, condiciones laborales que no se ciñen al mismo régimen que el de los demás mortales. Cosas así, de las que encontramos ejemplos a diario. El día de la huelga general escuchaba en casa radio nacional 3 y me llamó la atención enterarme de que a los congresistas que ese día, como yo, no asistirían a su trabajo, no les descontarían la parte proporcional, porque en resumen, no tenían contrato de trabajo. En esta comunidad autónoma se blindaron una serie de puestos de asesores ante los primeros recortes. En un acto académico de mi instituto el Consejero correspondiente, que asistía a lo que no dejaba de ser un acto íntimo de celebración del 40 aniversario de la fundación de ese centro, acudió en su coche oficial con su jefa de protocolo, dios mío, una jefa de protocolo para un acto escolar, y que se encargó de enseñarnos a todos los que estábamos entre bambalinas que a un consejero no se le puede poner el botellín de agua cerrado, que tiene que estar abierto y ella misma con sus manos lo abrió a expensas de su señoría.

Pues eso, que empezamos bien las navidades, que espero que este recorte sinceramente sirva para algo. Detrás de este recorte hay otros de menor repercusión mediática en la asistencia social, aumento de la jornada laboral, supresión del plan de pensiones... Tal vez ahora empiezo a moderar mis sentimientos, sigo pensando en el imbécil que ha escrito el proyecto de decreto y en los argumentos absurdos que arguye, pero en fin de cuentas, como dice la canción de Bonnie M que suena en el spotify, es navidad y que tendrá que ser feliz, porque ellos lo dicen con insistencia, feliz navidad, feliz navidad.

martes, 21 de diciembre de 2010

El cuento de navidad


Así que va y me dice que le escriba un cuento de navidad y me mira con esos ojos, que no sé qué hacer, no sé cómo quitármela de encima, cómo escamotear el asunto, porque de querer podría, es tan pequeña, que a poco que le de la vuelta a la conversación termina olvidándose, seguro, no hay más que intentarlo y lo intento, le digo que no, que los cuentos de navidad le sientan mal a la luna y que ella no querrá que la luna se entristezca, le cuento que la luna está allí arriba velando para que nadie cuente historias de navidad, porque se pone celosa, porque no quiere que hagamos otra cosa que mirar su gran ombligo cósmico que oscurece a cualquier astro que pasa a su lado. Me ríe la gracia, porque sabe que es mentira y porque además sabe que la luna no tiene nada que ver con todo esto, simplemente que estamos en la terraza y no podemos dejar de hablar de ella. De pronto noto cómo ha bajado la intensidad de su deseo, antes era diferente, tardaba más en olvidarse de estas cosas. Hace frío, no es muy tarde, pero es tarde. Estamos hablando de otra cosa, hablando del instituto, de un cuento de O. Henry que ha tenido que leer en inglés y del que apenas se ha enterado, hablamos de lo que hará en nochevieja, le pregunto, ¿qué harás en nochevieja? y sonríe, porque lo sabe. Yo no lo tengo tan claro, recuerdo cómo eso me azoraba de más joven, de qué manera me entraba el prurito de hacer esto o aquello, de ir de acá para allá. Como aquella nochevieja, cuando nos quedamos por primera vez solos y me empeñé en ver amanecer. Llegamos a casa tarde, era otra noche fría y oscura. La eché en su camita y me fui al salón. Eran las tres o las cuatro de la mañana. Puse la tele, estuve viendo una película antigua, una de esas que sólo ponen en navidad y a horas intempestivas. Luego me puse una copa, miré el reloj, las horas no pasaban. Sentí frío y pereza. Al final tiritando me acosté a las siete y media, sin ver amanecer, hecho polvo y con unos escalofríos terribles que me tuvieron en cama durante dos días.

Todo lo malo no tiene por qué pasar en navidad, me digo después cuando me he quedado solo, cuando se ha dormido a mi lado en el sofá después de cenar y la he llevado en brazos como aquella noche hasta su cama. Ahora es más grande, pero pesa lo mismo. Me hace gracia constatar que la extraña gravedad de su cuerpo se contrarresta con su cabeza a pájaros. Es algo físico, creo, y mágico a la vez. Recojo del suelo el libro que leía, otra vez ese O. Henry, otra vez el cuento de navidad. Lo ojeo, paso las páginas, los dibujos se alternan contando una historia, por un momento el libro me recuerda un bibelot, si lo agitas aparece la nieve y el hambre atosiga al protagonista, no tiene qué llevarse a la boca, intenta delinquir para que lo encierren y así pasar la nochebuena caliente, tal vez con el estómago lleno, pero está visto que todo le sale mal.

Y no sé por qué de pronto me vuelvo a sentar en el salón. Hace tiempo que la luna en su recorrido errático nos dejó a oscuras. Me pongo a leer. ¿Un cuento de navidad? La casa está en silencio, sé que ella está en la otra habitación, que duerme y que yo estoy pensando todo esto por ella, que este es su cuento de navidad, algo sencillo que, como el cuento de O. Henry, termina bien y entonces lo veo, se acerca a través de la venta, un fundido en negro que pone punto final.

lunes, 13 de diciembre de 2010

¿Quién es quién?


Rudolf Wagner vive en un pueblo bávaro, no muy lejos de Munich. Apellidos como el suyo pesan, parecen marcar con esa gravedad que los nombres de pila como Juan o María no poseen. Tampoco apellidos como López o García o Martínez. Los apellidos son una cosa y otra distinta son las personas. Eso es una cosa que sabe casi todo el mundo. Pero algunos nombres lo olvidan, dejan su peso sobre las personas, se solapan, se apoderan con su sonoridad del silencioso cadáver desposeído.

Un día los seguidores de un extraño botánico, un tal Rudolf Wagner, micólogo de afición, aporrearon su puerta. Hasta altas horas de la noche hicieron guardia en la entrada de su casa, al segundo día desaparecieron. Rudolf Wagner no abrió la puerta, no se atrevió, jamás supo por qué lo perseguían, con el tiempo, incluso, llegó a dudar de que lo hubieran hecho.

Pero a partir de entonces no pudo dormir en paz, desazonado buscó su nombre en internet y una vaga nebulosa de identidad se ciñó sobre su vida. No tardó en comprender que ya no era sólo su nombre lo que estaba en juego.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Oficio de domingo


Esta mañana, tan de invierno encendido en la espesura del otoño, es fácil sentir el movimiento triste de los domingos, el haz de unas hojas en la ropa tendida, los zapatos limpios debajo de la cama, el búcaro con crisantemos.

Está sentada frente al televisor, repite en voz baja las letanía que se sabe de memoria, con el cuerpo de Cristo consustanciado en rebanada de pan, en leche tibia, en café soluble.

Tal vez su corazón guarde algún secreto, pero la luz de esta mañana lo ha olvidado.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Entrada en préstamo del blog Un mundo flotante de José Óscar López


UN BOSQUE


Revuelvo entre mis libros más viejos, estos días, para llevar a mis alumnos de bachiller ejemplos de procedimientos narrativos. Después de años, sacarlos de sus estantes, hojearlos en el tren, llevarlos hasta el centro, mostrarlos ante los chicos... Es como devolverlos a la luz que no ven salvo aquella que tímidamente reciben en el encierro de casa, para que yo los relea de vez en cuando o, en muchos casos, que al fin los lea.

Pero algo me llama la atención en todos ellos, y es la forma en que el papel ha envejecido. Haciéndose más oscuro, regresan a su origen; como quiso de todas las cosas Anaximandro. Vuelven a la madera de la que una vez partieron. Pienso en mi casa, cuyas paredes van forrándose de libros desde hace años, desde que mi padre me inoculara, cuando yo era niño, el respeto y el amor por los libros, y pienso que todos estos años he estado construyendo un bosque muerto a mi alrededor, una tumba en la que yo acabaré poco a poco, espero que lo suficientemente despacio.

Madera vieja, una cobertura. Como una barrica en la que el vino de la imaginación y el pensamiento ajeno envejece despacio para uno; para que uno lo deguste; y enmende en parte, en lo posible, la insuficiencia de la imaginación y el pensamiento de uno.

No seré enterrado aquí. Pero, con suerte, sí lo hará mi inteligencia: irá desvaneciéndose, espero -poco a poco, ojalá- en esta tumba de madera que va siendo mi casa desde siempre, en esos libros que van siendo mi hogar. En esta tumba que es también un bosque, senderos abiertos, caminos de madera. El bosque multiplicado en el que quiero seguir perdiéndome, y envejeciendo.

José Óscar López

lunes, 1 de noviembre de 2010

Aquel salón de los pasos perdidos


Al otoño mi padre lo llama el pela cañas, no siempre, sólo algunas veces. Es una estación dura, no tan terrible como era la primavera para Eliot, pero dura para los días reales.

Menos luz, frío, tardes que se deprimen por el peso de la noche, lluvia y sobre todo el viento, ese invitado desapacible que puede estar durante horas, durante días, inquietándote, cantándote una canción con su estribillo sordo.

Para mí el otoño algunas veces, no siempre, está relacionado con una sensación. Después de las largas tardes, infinitas tardes de verano, recuerdo a un muchacho de apenas ocho, nueve años, sentado en la cuneta de la carretera, viendo pasar los coches, contándolos, haciendo predicciones de esto y de aquello en función del color, de la matrícula, de las marcas. Pero sobre todo, recuerdo el sonido, la llegada lejana, el zumbido creciente a nuestro lado, su largo y decreciente fular de melancolía. Era triste, pero había un placer en estar allí solo escuchando sin hacer nada más, pura pereza del otoño.

Este blog empezó para combatir ese ruido. El ruido de los coches no ha cesado, pero ya no inquieta a mi corazón.

Seguiré dando noticias por aquí de las cosas que haga, espero que las compartamos juntos. No es un abandono, no es una derrota, al contrario, es un punto final sencillo, feliz, a falta de nuevas expectativas literarias, que llegarán, espero.

Mientras, ahí se queda mi silenciosa y humilde caja de tormentas, un intento de algo hermoso para este mundo que no siempre lo es.

miércoles, 27 de octubre de 2010

En venta


Mis padres han decidido vender su casa de La innovadora. Y como son mis padres he decidido echarles una mano.

Aquí van los datos.

La casa es un primero alto que da a una calle salón en el residencial La innovadora, a cien mentros de El royo en Murcia y de la estación de tren de El Carmen. Es un lugar tranquilo y de nueva urbanización, aunque su edificio tiene unos quince años. Cuatro habitaciones amplias, dos baños, salón y cocina. Tiene trastero y una plaza de garaje. La casa está recien pintada y tiene calefacción central. ¿Qué más se puede ofrecer por 156.000 euros? ¿Un par de fotos? Aquí las tienes.


Así que si estás interesado mándame un correo a lanuevaresistencia@gmail.com, déjame tu número de teléfono y te llamo.

lunes, 25 de octubre de 2010

El último hombre



Hace seis o siete años viajé por Francia durante el verano. Cuando llegamos a Lourmarin dejamos el coche a las afueras del pueblo y echamos a andar entre los campos de cereales o tal vez simplemente en barbecho, a lo lejos unos pinos altos, de esos que aparecen en las películas de Vittorio de Sica. La toscana, la provenza, Murcia, Almería. La luz era la luz cenital de un mediodía de verano. Hoy lo leo en el suplemento El Viajero de El País. Son otras las circunstancias pero el mismo viaje: Reunión de amigos en Lyon, descenso por los Alpes, Orange, siempre siguiendo el caudaloso Rhône desde la plaza de Antoine Saint-Exupery hasta su desembocadura en La Camargue; el castillo de Sade en Lacoste; las tierras rojas de Les Gordes; Picasso, Max Ernst; la casa de Albert Camus que habitó desafiando las supersticiones que tal vez le costaron la vida al autor de la inconclusa El último hombre; los mercados de lavanda; Cezanne; la casa de Rene Char en un pueblo de los alrededores.


Yo había leído Verano, un libro pequeño, pero tremendamente hermoso, cuyo calor me acompañó en mis años oscuros de Sísifo. Ahora cuando leo el periódico recreo aquel viaje. Aquel paseo hasta el cementerio donde estaba enterrado el escritor franco argelino. No tengo fotos de aquellos días, apenas una decena de la primera semana, como si nos hubiera dado pereza retratar lo que tan sólo había de vivir. Ahora no las echo de menos, yo las recreo a mi manera, pongo el polvo maravilloso del camino como una pátina de oro sobre los zapatos, el calor sofocante cercando la sombra de los pinos, la vida cercando la muerte. Al final del camino flanqueado por una valla de piedras desiguales la tumba abandonada de Albert Camus.

De vuelta, puestos de miel, frutas, y puestos también de cerámicas que repetían una y otra vez la forma ovalada del sol convirtiéndose en cigarra.

lunes, 18 de octubre de 2010

Machete, lunes, siete y media de la mañana.


Esta mañana me he comprado un machete y me he inventado una causa.

Así que si te cruzas conmigo más vale que sonrías.


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jueves, 14 de octubre de 2010

a- ha han vuelto

Y yo tengo mis dos entradas para el sábado.



miércoles, 13 de octubre de 2010

Galletas de Norfolk


El otro día mientras paseaba por Norfolk me encontré con una vieja amiga. Hacía años que no nos veíamos, y cuando digo años me refiero a esa sucesión de días uno detrás de otro que van viendo pasar las estaciones una tras otra hasta perder la cuenta.

A mí me sorprendió verla por Norfolk, a ella más verse allí, pero allí estábamos uno enfrente del otro, en una ciudad cada vez menos extraña. Y así, uno enfrente del otro empezamos a hablar, pero dejamos que entre nosotros apareciese una mesa de café, pequeña, de mármol desportillado con dos tazas. Nos pusimos al día de las cosas que creíamos más importantes, de esto y de aquello, de lo divino y de lo mundano, por decirlo literariamente. Así que al cabo de un rato nos quedamos sin palabras, porque éramos amigos pero no tanto como para que el tiempo no hubiera erosionado nuestros lugares comunes. Y cuando pensaba que la conversación había terminado me preguntó si seguía tomando ocho galletas con la leche por la mañana.

Vaya, me dije, pues sí, sí es verdad, ni una más y ni una menos. Ocho galletas, no siete, no seis, imposible nueve, aunque se quede una sola en el paquete.

Y aunque ella se fue pronto -el autobús en el que viajaba seguía su camino hacia Escocia-, la conversación se quedó abierta en mi cabeza de tormentas. Y como Proust me quedé con mis ocho galletas pensando en las supersticiones que hicieron mi infancia y primera juventud más habitable. Girar en la cama siempre en el mismo sentido, ojear las revistas siempre del final al principio, invariablemente, así descubrí en los periódicos que la cultura iba detrás de la televisión pero mucho antes que la política, la camisa de la suerte, la goma de la suerte, el lápiz de la suerte, kilómetros pares en la moto, sonido par en el radiocasette, par y no par, un número y no otro. Y mis ocho galletas, una detrás de otra. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho galletas deshaciéndose en el vaso de leche con colacao.

Y con eso me quedé, con mis ocho galletas, ni números pares, ni órdenes inversos, ni colores, tan solo mis ocho galletas, que son, como el vaso de leche con magdalenas de mi madre, mi antídoto contra los días oscuros de oscuro porvenir.

jueves, 7 de octubre de 2010

Hurt


La lavadora dando vueltas, en la olla hierve una cabeza de rodaballo, un montón de cebolla y varios tomates maduros hechos trozos. Como no tenía pimentón le he puesto colorante. Un ajo machacado. En seguida habrá que tender la ropa. Leo el correo electrónico. Son las nueve de la noche. Hace cuarenta minutos que he llegado a casa. Inglés. Clases y clases . Después la compra. Las dos compras. Dios mío se ve que algunos días la vida es esto. Mi padre insiste en que si he dado el coche de baja o no lo he dado o que lo haga o que deje de hacerlo, así que le he dicho a mi madre, que es la que se ha puesto al teléfono, que sí, que vale, que el tema está resuelto, bueno, resuelto a mi manera. Y ella pone a las palabras de uno y otro matices que huelen a lavanda, a cuidado, a cariño.

Así que ya son las nueve y diez. Manda unos correos, salta a la comba, maldice a los editores que no te publican, pero maldícelos bien, porque te han abocado al ingrato mundo de los premios. Escribe dos líneas sobre esto, pero no más, no sea que alguno lea esta entrada. Pon música. Notas cómo tú mismo empiezas a darte órdenes. Qué mal huele esto. Tecleas Hurt de Johnny Cash, y coño, tampoco es para ponerse así, pero qué hermosa es esta canción, qué dura, qué terrible. Qué le vamos a hacer, entiendo algunas cosas y vale, las cosas son como son, pero no estoy yo para suscribir esta letra. Pero qué dura, qué terrible, qué hermosa.

Así que apagas la olla donde una cabeza te mira con ojos blancos de expresión cansada. Como si hubiera leído a Dante. Infiernos de hielo. La lavadora deja de girar, la canción termina. Son las nueve y media. Y cierras la mano y guardas tu corazón para aquella de la que no esperas daño.

If I could start again, a million miles away, Iwould keep myself, I would find a way.


martes, 28 de septiembre de 2010

Escuchar música (Mi Norfolk privado 2)


La distancia entre las estrellas se acrecienta. Una fisura extraña nos deja la oportunidad del espacio vacío, del salón vacío donde colocar muebles nuevos, donde expandir las sillas, la mesa de madera, libros apilados. Vender y comprar o sólo vender. Espacios nuevos, nuevas ventanas irisando la luz de la tarde, plantas, el viento en el anverso de la mano.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Mi Norfolk privado


Norfolk está al margen de todo, no es un lugar de paso, está, se pasa por Norfolk para ir a Norfolk. Últimamente intento pasar el mayor tiempo posible aquí. Es un lugar tranquilo, donde estamos los que estamos, un lugar de objetos y seres perdidos, nuestro lugar de momentos perdidos particular. No es una idea original, lo sé, la saqué una tarde de una novela, mientras leía Nunca me abandones de Kazuo Ishiguro, lo vi claro, por qué no viajar a Norfolk, no para algo, simplemente para ir a Norfolk.

Me gusta estar en esta ciudad, me imagino siendo Philip Larkin, en su biblioteca de la Universidad de Hull, de hecho fue una de las primeras excursiones que hice, pero Hull es como Philip Larkin, algo huraña y, como el poeta de Ventanas altas, está bien donde está, lejos de todos por elección propia y voluntaria. Y así estoy yo en Norfolk, en mi propio Norfolk, feliz de tener mi tiempo justo donde quería tenerlo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Volamos


Tengo cinco minutos para escribir algo nuevo sobre esta foto, cinco minutos porque me espera mi chica, bueno, ya la conocéis. Ella es un poco como Audrey Hepburn y yo tengo una vespa, que corre, que vuela hacia su corazón, hacia su cara de diosa coronada.

Qué cosas, cinco minutos y me van a sobrar cuatro.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Tele Jorge Javier

La primera vez que vi en televisión a Jorge Javier me hizo gracia. Era por la tarde, hacía calor y Ana Rosa Quintana todavía no era ese personaje zafio en el que luego se convirtió ( o lo era pero aún podía más el disimulo que la realidad). J.J. hacía una colaboración breve, en plan cañero con los famosos, sin contemplaciones, pero aún velada con una risa nerviosa que hacía que sus palabras parecieran una travesura. Luego llegó el tomate y esa hostilidad latente y obscena por todo lo que no fuera lo que el tomate dictaba.

Pues a lo que iba, que entonces intenté ver la tele seria, los programas con fundamento y pensé que los telediarios podrían ser una solución, los programas de debates como ese que tras 59 segundos se le retira el micrófono al orador o esos monográficos de entrevistas con el presidente del gobierno, con el representante de la oposición, con el representante de las respectivas nacionalidades minoritarias, etc. Hasta tal punto que la tele se llenó de políticos groseros, mentirosos, soeces, falaces y carentes de ética.

Y entonces eché de menos el tomate.

martes, 7 de septiembre de 2010

jueves, 2 de septiembre de 2010

Balada de Randy Hickey por Catalina



Año nuevo, curso nuevo, vida nueva, nueva nueva, tic, tac, tic tac. El señor cangrejo perdona a su amada, es condescendiente, dice sí y dice no. Las estrellas rotan, el planeta rota, tú y yo rotamos, y todo para que bailes, para que muevas tu cuerpo, para que el mundo se cimbree a imagen y semejanza de tu cuerpo, y entonces qué más dan las estrellas, qué importa que roten, que estén arriba o abajo, que brillen, si todo el universo cabe en ti.



Randy y Catalina (Personajes de la serie Mi nombre es Earl)

lunes, 28 de junio de 2010

El diario de B punto B punto


Querido diario, hace unos días que vengo dándole vueltas a un hecho extraordinario que me sucedió. Como siempre, en clase hice preguntas por todo, de todo, y para todos. Al final de la hora el maestro no sabía ya qué responder cuando yo le decía: “¿Y el calamar, por qué se fríe? ¿Por qué hace frío cuando no hace calor? ¿A dónde van los que no vienen? ¿Por qué dos más dos no son cinco? ¿Y la raíz cuadrada, qué es la raíz cuadrada?”... Se acercó hacia mí. Y con una goma enorme empezó a borrarme del mapa, primero la boca, después las piernas, los brazos, el tronco y al final del todo las orejas, bueno sólo una oreja. Dejó la otra sobre la mesa, con cuidado. Era lo único que quedaba de mí. Y entonces dijo: “así me gustan los alumnos, bien atentos a lo que digo, escuchándolo todo y, por supuesto, en silencio.”

Ahora he tenido que pedirle a mi amiga Yolanda que me dibuje un cuerpo, pero la verdad es que a ella no se le da muy bien eso de la plástica, y parezco un bicho raro, una mezcla de Lisa Simpson y Lupita de los Lunnis.

viernes, 25 de junio de 2010

Recital de Diego Sánchez Aguilar


Ayer abro mi correo y me encuentro el siguiente mensaje de DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR

El viernes 25 a las 8.00 en el cuartel de artillería de Cartagena recitaré algunos poemillas dentro del ciclo de poesía del aula Carmen Conde.
No hace falta que hagáis cuentas: coincide en parte con el España-Chile.

Aún así, os enumero una serie de razones por las que podeis ignorar dicho evento deportivo:

1. Siempre podreis presumir de que el día del partido vosotros estabais en un recital de poesía. (por si alguien tiene dudas: esto no afectará a vuestra heterosexualidad, al contrario, os dará un aire de independencia irrestible para el sexo opuesto)

2. Eres gafe. Lo sabes. Haz un favor a España y ven al recital, ya te enterarás del resultado que, puesto que tú no estabas mirando la tele, habrá sido favorable.

3. El partido solo puede traer cosas malas. Si España pierde te vas a poner de mal humor. Si gana, simplemente habrá hecho lo que todo el mundo esperaba; no habrá alegría. Los partidos interesantes empiezan en octavos de final.

Si todas estas razones no te han convencido, te aviso de que, después del recital, a las 9.00, iremos al bar "La alondra" a ver la segunda parte del partido y a bebernos unas cervezas.

domingo, 20 de junio de 2010

Lluvia


Llueve
y los pájaros a resguardo
cantan como en protesta,

porque esta luz es una niebla oscura
que anida en los resquicios del invierno,
que avecina la noche,

y ellos quieren vivir al medio día
donde tiendes las sábanas de nuestro amor
y aún está la primavera.

viernes, 18 de junio de 2010

El mal ajeno_uno


A los trinta y cinco años me levanto un día y me doy cuenta de que estoy seriamente jodido. No me echo las manos a la cabeza por pura vagancia, pero es para eso y para más.

Un gato que me destroza los muebles, el mismo casero desde hace ya un tiempo inmemorial. Las mismas personas, las mismas cosas, que no sabes muy bien por qué siguen a tu alrededor. Tampoco es que lo sepan ellas muy bien. Qué coño haces tú con ellas. A eso lo llamas reciprocidad. Para qué quieres tú un piano o un cuadro horroroso de la noche en la que el mundo tuvo que acabarse para que el hombre pintase eso y por otro lado te sientes culpable porque sabes que ese piano no se merece que lo aporrees sólo en las noches de borrachera.

Así que tenía treinta y cinco años -me sigue-, treinta y cinco años de mierda. Y yo que siempre he sido tan vital -sin ironías- abro la ventana y salto.

O no.

lunes, 7 de junio de 2010

de como terminan las cosas


Si esta fuera la primera clase, esa clase titubeante en la que los dos, tú y yo nos guardamos las distancias como dos boxeadores expertos, noqueados en infinidad de ocasiones por estar muy cerca, tú, Juan Carlos, Ana, Álvaro, David, Verónica, tú, Marina, Diego, María José, no te creerías lo que te voy a decir.

Porque las primeras veces nunca se olvidan, las primeras veces quedan grabadas para siempre, pero eso no quiere decir que sean las mejores, simplemente son las primeras veces. La primera vez que tú, Fany, que tú, Carmen, o que tú, Silvia, te dejas embaucar por un profesor que sabe mucho o que sabe muy poco, porque está nervioso, lo ves dudar, lo notas inseguro, tú, Adrián, lo ves inseguro, porque él también sabe que es la primera vez y que la primera vez, no siendo la más importante, nunca se olvida, porque tú, Jennifer, Andrea, Ana, Juan, eres único y que es por eso por lo que esta escena es la primera vez que se da, la de dos boxeadores que se toman la distancia o la de dos amantes que se miden con los ojos abiertos para no soñar más de lo justo. Y aunque no es la primera vez que entro a clase a principio de curso, y aunque no es la primera vez que pienso “estos son, estos son los que van a acabar con mi santa paciencia”, sí es la primera vez que estás tú, Juan Manuel, que estás tú, José Ángel, tú, Alejandro, que estás tú, Jesús.

Por eso he tenido que esperarme hasta la última clase, por eso, para que tú que ahora te vas a andar por la vida entiendas que lo que te voy a decir a ti, a ti también Lorena, es verdad, que ésta es tu verdad en la que yo participo, aunque sea un poco. Porque yo hoy sólo quiero darte las gracias de corazón, gracias porque tú, Mari Loli, tú, Helena, no eres la que me ha hecho perder la santa paciencia, porque entre tú y yo, entre nosotros, no ha habido golpes, ni medias distancias traicioneras, tan sólo la distancia justa, la que se puede franquear con este abrazo.

domingo, 6 de junio de 2010

Lectura de poemas

Un momento de la presentación de la antología
Poesía en el archivo. Volumen 3º

en el mes de abril de este año. La foto es un regalo de Katy Parra.


El martes 8 leemos en la cafetería La puerta falsa:

Vicente Cervera
Andrés García Cerdán
Antonio Aguilar Rodríguez

Es un acto organizado por los alumnos de 5º de Filología Hispánica.
Será a las ocho y media.

sábado, 5 de junio de 2010

Charo y otros poemas


Eres un poema, cierto, pero no uno de ésos
que se pudren en las páginas de oscuras
antologías del siglo dieciocho
o fanzines de los años noventa: tú eres uno
que todo el mundo se sabe, cuyos versos repiten
en la radio y en la escuela, y la gente se dice
ante una chica bonita, o si se hacen unas risas,
o son felices, o, sobre todo, al llegar a casa
mientras fuera está cayendo la tormenta del milenio.

José Daniel Espejo

miércoles, 2 de junio de 2010

Argumentos I


El encargo era difícil. Lo había intentado varias veces sin mucho acierto. Había desplegado las fotos de la cámara polaroid sobre la mesa. Todas decoloradas, algo desenfocadas, descuadradas, nerviosas, daba igual, lo importante no era eso, lo importante eran las caras, los gestos, las impresiones primeras. El cliente quería saber cómo iba a ser su futuro, cómo iban a suceder los años siguientes, los acontecimientos más importantes de su vida, las hitos que marcarían los puntos de inflexión.

martes, 1 de junio de 2010

Louise Bourgeois



Por el blog de Cristina Morano me he enterado de que ayer se murió Louise Bourgeois. El mundo no es justo, la vida tampoco, pero el tiempo pasa para todos.

Recuerdo ahora cuando la descubrí, fue en un suplemento cultural y desde entonces ha ido a mi lado. Entre las fotos de distintas esculturas, como sus arañas, estaba la poderosa imagen de una camilla con un cuerpo de mujer, al lado una sierra mecánica de carpitero.


El año pasado tuve la suerte de ver una de sus arañas en el Museo de Louisiana en Copenhague junto a un impresionante caminante de Giacometti. Por un momento parecía que la realidad se había adelgazado, estirado, de una forma inquietante.

He buscado el cuaderno donde hice un dibujo de Louise y tomé nota de algunas frases de la entrevista:


"Mi arte es sólo una forma de destruir mi pasado infeliz"

"El arte es una garantía de cordura, una forma de organizar las emociones"

"Yo soy existencialista profunda; el arte no trata del arte si no de la vida"


Casi cien años. Entre tanta vanguardia nunca olvidó que era un ser humano. Entre tanto hombre nunca olvidó que era una mujer. Seguro que supo reírse cuando le fue posible.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Una cosa increíble y cierta de contar

Las Noches de las Tres Culturas
Murcia. 24/05/2010


A mi amigo Antonio Sánchez-Carrasco


¿Qué hace un músico argentino en Israel? ¿Por qué el autor del texto sueña con ese músico argentino orando frente al muro de las lamentaciones? ¿Por qué lleva una camiseta estampada con una viñeta de una dibujante persa donde se puede leer “Punk is not dead”? ¿Qué pasa con el arte cuanto está constreñido por las disputas humanas? Todos salen y entran de la cabeza del autor que intenta en un último esfuerzo poner orden a todo esto en una serie de frases que no son más que un sinsentido. ¿Pero lo son?
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Dos cosas simplemente quiero decir esta noche y una aún no la sé. Sé que es extraño que alguien se presente a dar una charla y que tan sólo vaya a decir dos cosas y además afirme que una de esas dos cosas no la sabe, es extraño y temerario, porque no parece la mejor de las maneras de llamar la atención. O tal vez sí. Una de esas dos cosas que quería decir esta noche la podría decir ya, podría impostar la voz y anunciar la primera cosa que tengo que decir y que, sin duda, voy a decir… pero no, aún no, aún no es el momento, aunque es obvio que la tendré que decir y no tarde. La diré, me reafirmo, antes o después.

Sé, desde que empecé a escribir estas palabras, que no iba a ser fácil nada en absoluto, mi tema es tan abstracto, pensé en un primer momento, que en realidad me permitiría hacer lo que quisiera, y eso fue lo primero que valoré, qué suerte, me dije, puedo hacer lo que quiera. Pero a veces este tipo de libertades lo encorsetan a uno más que si tuviera un guión, más que si alguien me hubiera dicho, querido Antonio, coma, siga usted mis indicaciones al pie de la letra, no divague, que para eso ya están los tertulianos, céntrese, desarrolle un tema, que será éste, hágalo con orden, piense que son las once de la noche, que es lunes, que está en Murcia. Dios mío, habría de pensar seguramente ese Antonio, que se desdobla ahora de mí como por arte de magia, cuántas reglas, pero después sería fácil, iría desplegando el guión, dándole contenido, una cosa detrás de la otra. Así que ante esta propuesta tan abstracta finalmente decidí contestar con este texto tan concreto y tan extraño y tan increíble e incierto de contar.

Entonces, cuando escribo esto, son las doce de la noche de un sábado. Empiezo y necesito una frase para continuar. Porque necesito vuestra comprensión, vuestra atención desde el principio, necesito que me sigáis de la mano, paso a paso, porque lo que voy a contar no es fácil de contar, porque lo que voy a decir es increíble y cierto a la vez, como las paradojas, una cosa increíble y cierta de contar.

El 28 de abril de 2010 abro mi correo electrónico y leo, no recuerdo bien el orden, pero tal vez en tercer o cuarto lugar, el siguiente mensaje: Charly García en Israel. Inmediatamente me pregunto algo que de pronto se vuelve una cuestión perentoria ¿quién es Charly García? A lo que añado, sin mucha espera: ¿por qué es noticia que Charly García esté en Israel? Y apunto seguidamente, quizás lo que más me inquieta: ¿quién ha podido considerar que a mí me interesaría esta noticia?

Es entonces cuando despliego el programa de Murcia Tres Culturas y vuelvo a leer: Relaciones poéticas de la multiculturalidad. Así que ahí estoy frente al ordenador, tengo un tema y un músico argentino, dos cosas que no sé si seré capaz de relacionar, en el caso de que tengan relación y además y sobre todo tengo un montón de preguntas, que si bien no me acucian, empiezo a rumiarlas, despacio, sabiendo que a poco que me ponga esta noche ya no dormiré bien, que seguramente me sobresaltaré en mitad del sueño para apuntar algo en mi cuaderno, que apunte una frase, una frase con la que podría empezar ahora, algo ocurrente, un hilván del que ir tirando para deshacer el ovillo que aún no se ha formado. ¿Quién –me vuelvo a preguntar- está interesado en que yo sepa que Charly García esté en Israel? Y no lo sé, pero como soy dado a especular y a ver confabulaciones donde no siempre las hay, no siempre, repito, no me pilla por sorpresa ver cómo esa frase va tomando cuerpo en mi cabeza. ¿Es casualidad que reciba esta noticia en el preciso instante en el que me pongo a escribir para mi colaboración en el ciclo de las Tres Culturas? ¿Está alguien intentando que escriba sobre Charly García? ¿Hay alguien, quién sabe, si una organización más o menos clandestina, queriendo que yo escriba sobre Charly e Israel?

Afortunadamente me saca de mis divagaciones una leve molestia en el bolsillo de atrás de mis vaqueros. He dicho afortunadamente y no sé aún si esa molestia entra en esa valoración de actos felices. Es el programa de la maltrecha Filmoteca Regional, que quién sabe si devorará la crisis a bocaditos pequeños o a dentelladas, quién sabe. Es el programa del mes de mayo. Leo que hay un ciclo sobre la otra mirada donde se han programado El globo blanco, Buda explotó por vergüenza, entre otras películas y la adaptación del cómic de Marjane Satrapi, Persépolis.


Pero lo descarto por demasiado obvio, demasiado fácil hablar de un músico argentino en Israel y una dibujante persa vistos por un escritor murciano. Demasiado fácil, pienso, demasiado recurrente, tres vértices manidos. Así que cierro los ojos y levanto la cabeza y me froto la cuenca de esos ojos que están en esa cabeza y decido que ya está bien, que para empezar, esto está siendo un desastre y que como todo desastre digno es mejor ahorrarse las explicaciones sobre por qué fracasó y cómo y cuándo y… Vale. Así que me voy a ir a la cama y sigo sin saber qué hacer con este título, Relaciones poéticas de la multiculturalidad, que me repito una y otra vez para intentar exorcizarlo. Ahora, al releer este texto me doy cuenta de que hay una verdad en todo estas palabras, de que las tres culturas, en última instancia, están vivas en Murcia, que no hay que rescatar un pasado remoto, que por otro lado, esto no es tan propio y sobresaliente de Murcia, si no que, me da a mí la impresión, es ya un fenómeno generalizado, el eclecticismo, aunque tal vez, y esto sí es a favor de la ciudad, hay culturas más proclives, tolerantes y permeables ante esta si no fusión sí al menos convivencia cultural.

Antes de dormirme barajo la posibilidad de volver sobre la idea, y si no es tan azarosa la idea, y si la idea no es tan mala, pese a que sea tan obvia. ¿Y si no es tan azaroso que Charly García y Marjane Satrapi hayan aparecido en mi vida de pronto? ¿Y si hay alguien intentando escribir el artículo-ponencia por mí? ¿Y si alguien intenta, quién sabe, si ese grupo de presión de poetas por la multiculturalidad, que ya va tomando forma en mi cabeza, intenta que escriba por ellos sobre el músico argentino y que lo relacione, también por ellos, con Marjane Satrapi y con Murcia? ¿Y qué más pienso? ¿Y qué más?

Y decido que hay que hacer caso a las primeras impresiones y que la idea de irse a la cama no estaba tan mal, pero que también valoraré que es aceptable querer estar alerta, y no sólo por lo que digan esas señales sino también, y esto quizás se vuelve lo más importe, por lo que pretendan que haga.

El viernes 7 de mayo escribo en mi blog una entrada que doy en llamar Primera noticia de Charly García de la que voy a leer unos extractos para situar al músico:

“Charly García es un músico argentino que toca, que está vivo, que suena. Podría, leo en la wikipedia, haber sido músico clásico, pero no, él decidió ser moderno, y clásico. Al leer las notas biográficas del músico uno cree apreciar un intento de manipulación. ¿Es Charly un Mozart redivivo? No sé. Lo sientan delante de un piano con cinco o seis años y toca. Con tres años, se lee en otro sitio, ya va al conservatorio, con doce es profesor, tiene eso que los músicos llaman oído absoluto. Pero yo me resisto a verlo como uno de esos niños góticos que recitan de memoria La canción del pirata o tocan un Para Elisa con virtuosismo sentados en un banco con calzas. Porque si uno busca alguna foto de Charly García se puede sorprender, también buscando alguna noticia por casualidad, puede encontrarse con que Charly García destroza una habitación de hotel al discutir con su compañero de grupo, que Charly García es detenido, que Charly García se tira de un décimo piso y cae a la piscina. Que Charly García es suspendido del ejército al pasear a un muerto en una silla de ruedas, que Charly García lleva las uñas pintadas, que Charly tiene un bigote blanco y también negro, que Charly parece sacado de una juerga con Pepi, Luci y también Bom. Y entonces, ¿qué hace en Israel?, ¿qué hace tocando este músico en Israel? ¿quién es Charly García en Israel?, ¿habrá hoteles lo suficientemente altos?, ¿habrá mueblebar en su habitación? ¿Hay alguien manipulándome -me vuelvo a preguntar- para que escriba sobre Charly García? ¿Quién ha colocado en google una imagen de Charly García con Persépolis de Marjane Satrapi debajo del brazo? ¿Hay alguien inventándose a Charly García? ¿Existe Israel?”

Al día siguiente veo que mi entrada ha suscitado algún comentario, en general comentarios neutros, amables las más de las veces, pero entre todos ellos hay uno que me inquieta, porque no es otra cosa que la constatación de lo que hasta ese momento no era más que una sospecha a las claras infundada. Aunque luego lo he parafraseado en otra entrada con ligeras variaciones, el mensaje dice textualmente: “Se está usted precipitando, repito, se está usted precipitando. Israel existe, pero y usted, ¿existe usted?”

De no haber leído ese mensaje quizás habría desistido de seguir por esta línea, pero ahora no. Porque es tan cierto que existo como que hay una conspiración y reflexiono sobre la facilidad con que el mundo de los sueños salta al de la realidad y se confunden hasta el punto de no poder distinguirse. “No sé si al final de esta calle empieza la calle real”, dice un personaje de una novela para adentrarse después en un callejón sin salida y saltar frente al muro franco y aparecer en otra ciudad y en otro tiempo, como mi Charly García, el que yo he ido recreando a mi antojo, que aparece en Israel, que aparece orando frente al muro de los lamentos, como dice un diario peruano que da cuenta en internet de la noticia, pese a no ser judío, pese a no ser Charly García y no estar en Israel si no en mi cabeza, en una conspiración que avanza por mi cabeza. Así que si yo existo, como añado en mi siguiente entrada- porque con toda mi ingenuidad me miro y me encuentro delgado, alérgico, espiritualizado, pero estoy, dios mío, estoy, aunque me pregunte entonces si será suficiente estar para ser y me reproche no haber prestado más atención en las clases de filosofía, pienso -y termino la frase- que si yo existo, por qué no va a existir un músico argentino que viaja a Israel para tocar con su banda mientras lleva puesta una camiseta negra con un dibujo de Marjane Satrapi.
A la mañana siguiente me levanto con la sensación de haber dormido mucho, de haber dormido a pierna suelta durante horas. Estiro la mano, enciendo la luz y leo en mi cuaderno las cosas que he apuntado en mitad de la noche con una caligrafía calamitosa, cosas que, sin embargo, no recuerdo haber escrito. Así que trato de reconocer en mi letra algo que sostenga la idea incipiente de que efectivamente existe ese grupo de poetas por la multiculturalidad, que han allanado mi morada en mitad de la noche y han imitado mi letra mientras yo dormía posiblemente narcotizado, que han trazado mi letra teniendo en cuenta todos los detalles de mi mano siniestra, pero que algo se les escapa, pienso, algo imperceptible para ellos pero claramente visible para mí y que pone de manifiesto la conspiración; así que leo, observo y qué puedo decir, qué puedo hacer si no admitir que no entiendo nada de grafología por más que guiñe los ojos en un gesto aprendido y que allí, en mi cuaderno, no hay ninguna señal de alarma.

Y leo como en una letanía las frases que supuestamente he ido escribiendo:

-Primero, alguien quiere que escriba sobre Charly García.

-Segundo, alguien quiere que hable de Charly García en Israel.

-Tercero, alguien quiere que sueñe con Charly García tocando en el anfiteatro romano de Cesárea con una camiseta ilustrada por Marjane Satrapi, donde aparece una joven rebelde arrastrada por dos fundamentalistas en cuya camiseta, como si se tratara de una caja china de camisetas negras, se puede leer “Punk is not ded”

-Cuarto, Bohumil Hrabal me vigila desde un tejado escribiendo rigurosamente para mí, aunque ninguno de los dos lo sepamos.

-Quinto, decir dos cosas a veces es decir mucho.

-Sexto, Vivo sólo y a veces somos demasiados.

-Séptimo, es tarde para tener una frase con la que empezar, pero no una frase con la que terminar, una frase, por ejemplo, de la canción Cinema verité de Charly García, que canto en voz baja, para no estropear, porque yo también nací para mirar lo que pocos quieren ver.

Al final hay algo apuntado, pero la caligrafía es ilegible ya. No sé qué he escrito, qué es lo que se ha perdido para siempre. Llegado ese punto tengo que reconocer que esa frase con la que empecé, la de las dos cosas que iba a decir y que además una no la sabía, no era más que la técnica del macguffin, la manera de crear un suspense en la trama que luego no tendría más relevancia.

También llegado este momento veo cómo la ficción y la realidad se confunden con facilidad, pero también cómo la realidad se confunde en esa ficción. Si la realidad y la ficción pueden confundirse, por qué no las cosas, las ideologías, los colores de la piel, el kipá y el solideo cristiano. Y pienso que alguien quiere que lo confunda todo para demostrar que el arte está por encima de las fronteras y de las diferencias, alguien, tal vez ese lobby de presión cultural de los poetas por la defensa de la multiculturalidad, para demostrar precisamente que el arte está por encima de las confrontaciones de los hombres de cada momento, esos que desaparecen a poco que pasen cien años y que son sustituidos por otros iguales o al menos parecidos. Y por qué no, pienso, por qué no pensar ahora que esta es una de esas dos cosas que quería decir al inicio de todo, que el arte está por encima y que es una mirada crítica sobre esa realidad. Y entonces, me doy cuenta de que en realidad tengo las dos ideas. Porque, añado, que si no es así, si el arte no está por encima en una realidad multicultural e integradora, tal vez debería estarlo.


Antonio Aguilar Rodríguez

martes, 25 de mayo de 2010

Dejar de ser escritor murciano



Como en Murcia los escritores siempre hemos estado solos, he decidido exiliarme, al menos literariamente. Así que a partir de ahora dejo de ser un escritor murciano. Dejo Murcia y emigro tal vez al lugar de donde partieron con la llegada del frío los primeros vencejos que ahora revolotean por estas calles meridionales y que ya empiezan a serme algo ajeno, o tal vez emigre a algún lugar fantástico, una isla imaginaria, una ciudad con mar, con seres improbables.

Escribiré un anuncio por palabras en el periódico: "Busco piso diáfano, con vistas al puerto".

Dice José Carlos Llop que vivir en una ciudad con puerto te hace ser de una forma especial y añade que a un mallorquín no lo engaña un chino en Shangái. Y yo podría cumplir esas dos condiciones: podría soñar con vivir en una isla y estar prevenido -en el caso de viajar a Shangái-contra los chinos que te la quieren dar con queso.

lunes, 24 de mayo de 2010

No ser supermán


Son las dos y media de la mañana. Acabo de llegar a casa, es lunes, bueno, es martes. Siento que la vida fluye, que estoy cansado, que soy fuerte y débil, que sufro, que me alegro, como nunca antes, que tengo un don, que sé escribir, que ese es mi sentido en la vida, que poco más puedo decir ahora, que una sonrisa recorre mi cara, que voy a dormir de un tirón hasta mañana, que mañana será un día duro y que estaré ahí, que estaré vivo, que tal vez sienta que las fuerzas me flaqueen en algún momento, y lo veré bien, porque para qué engañarse, Supermán llevaba unos leotardos azules y a mí los leotardos me quedan fatal.

domingo, 23 de mayo de 2010

De aquí para allá


Llevo unas semanas que no paro. El viernes celebré, con eso de un día de adelanto, mi cumpleaños, el sábado leí en Cieza, en el Museo de Medina Siyasa, junto a una serie de poetas, la mayoría amigos entrañables como Ginés Sánchez, al que después de muchos años he reencontrado de nuevo, tan siciliano, como decía Soren en el coche, tan guapo y tan siciliano, también estaba José Cantabella que siempre tiene un guiño de complicidad con nosotros. Hubo más gente, pero no es este el lugar de ponerse a dar nombres, sí las gracias, especialmente a los organizadores, a Soren y a Eduardo. Un placer para el día de mi cumpleaños.


Lunes 24 de mayo
"RELACIONES POÉTICAS DE LA MULTICULTURALIDAD"

Ciclo LAS NOCHES DE LAS TRES CULTURAS.
Mañana a las once de la noche. Museo de la Ciudad.
Coordina Soren Peñalver y participamos: Diana de Paco, Pablo Cano, Néstor Lison y yo.
Será allí donde toda la trama de Charly García e Israel, que ha ocupado este blog en las últimas semanas, verá la luz.
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Martes 8 de junio (fecha provisional. La confirmaré más adelante en otra entrada del blog)
"RECITAL POÉTICO"

Ocho y media de la tarde. Puerta Falsa.

Los alumnos de la Facultad de Letras me han invitado a participar en una LECTURA DE POEMAS. Fue toda una sorpresa porque todo esto llegó a mí a través de Ana García, una persona muy especial con la que compatí mis primeros años de docencia en Fuente Álamo. Siempre presumo de que al final decidiera hacer Filología Hispánica, fue una decisión suya, pero a mí se me pegó al corazón.

Leerán también Vicente Cervera y Andrés García Cerdán (creo y espero).
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Así que si os animáis a venir, os espero.

viernes, 14 de mayo de 2010

Carta a Charly García


Querido Charly, dos puntos, hace un mes no existías en mi vida y ahora te apareces a cada momento. Escucho radio tres mientras plancho. No me gusta planchar pero me gusta radio tres. Una cosa, pienso, compensa la otra. Voy echando vapor, deslizando la superficie de acero sobre mi camisa negra, que, maldita sea, no tendría que haber lavado con las toallas, ahora lo entiendo mientras acompaño el movimiento de la plancha con el de la mano para constatar que la superficie está lisa, que queda lisa hasta que la arruga la haga fea.

Querido Charly, coma, ahí estoy, mirando la ciudad a través de la ventana abierta como una gran pantalla de cine, es una ventana sin cortinas, una ventana que antes siempre tenía cerrada para no ver la suciedad y escucho que hablan de Murcia, que en la radio retransmiten el concierto de Fede Comin en Las cantigas de mayo 2010 de Ceutí. Yo mientras plancho, empiezo por las mangas y los hombros, y siempre me acuerdo del consejo de mi madre, hijo, mangas y hombros y luego el resto, y ahí estamos cuando Fede evoca tu figura, que parece ser que la lleva en la camiseta, es decir, una camiseta con tu imagen, con la cara de Charly García, el otro, el músico, y se pone a cantar un tema tuyo, Cinema verité, y yo también te veo, en realidad no te veo porque es la radio, sabes, pero te imagino con tus gafas de carey, con los auriculares en la sien, observando la playa.

Sé ahora que no eres un chico tonto más bajo las ondas hertzianas o mejor a través de las ondas hertzianas. Charly García, coma, en tus canciones oigo el rumor del mar y del placer, ciertas verdades que no todo el mundo quiere saber decir. Entonces dejo la plancha y conecto el spotify y busco la canción y la escucho y busco también la foto en la que apareces con el cómic de Marjane Satrapi, no sé, pienso que el arte está por encima de tantas cosas, por encima de la estupidez humana, y pienso que hoy me parece hermosa incluso esa foto que me ha llegado a mi correo donde aparece tu banda en Israel, todos dando la cara al objetivo y luego el reverso, todos con el kipá judío. Podrías llevar la camiseta con quién quisieras, el solideo cristiano o el kipá judío, porque tú puedes, Charly García, tú puedes.

Y canto al final, en voz baja, para no estropear tu canción ,que yo también nací para mirar lo que pocos quieren ver.

miércoles, 12 de mayo de 2010

We love parties


Es cierto que ahora me estoy metiendo en un problema. Siguen pasando los días, y a qué velocidad. No devuelvo las llamadas, no hago caso de los avisos de los cobradores, voy y vengo a mi albur, hoy es miércoles y lo mismo podría ser jueves o lunes, qué más da. La vida lleva un ritmo frenético y yo no sé cómo pararlo, tampoco tengo muy claro que quisiera hacerlo. El lunes recito, dos días después ya no lo hago, tengo planes y los deshago o se deshacen y los veo desaparecer como una nube de humo. Hoy estoy aquí, dentro de unas horas dios sabe dónde. Llevo poco equipaje: esta sensación de ser alguien y tus ojos prendidos con un imperdible, rosa de mis vientos. Lo demás va y viene, como todo.

Y mientras, no encuentro tiempo para seguir escribiendo sobre Charly García, sobre Marjane Satrapi, sobre las relaciones poéticas de la multiculturalidad, pero sucederá, el día 24 llegará y llegará con él su noche y qué va a suceder entonces. Quiero hablar con Soren y no encuentro los teléfonos para hacerlo, quiero y quiero y los días se me quedan pequeños. Leo una novela de Vila-Matas que no termina de gustarme, le daré cien páginas más, leo un cómic cuando desayuno, dos poemas antes de acostarme y escribo ahora esto, a ritmo frenético y todo porque no quiero hacerme cargo ahora mismo del e-mail que acabo de leer, de un e-mail que seguramente lo va a precipitar todo:

"Es usted un insolente. Israel existe. ¿Pero está usted seguro de su propia existencia?"

Y yo con toda mi ingenuidad me miro y me encuentro delgado, alérgico, espiritualizado, pero estoy, dios mío, estoy, ¿pero será suficiente estar para ser? ¿Por qué no prestaría más atención en las clases de filosofía?

viernes, 7 de mayo de 2010

Primera noticia de Charly García


Charly García es un músico argentino que toca, que está vivo, que suena. Podría, leo en la wikipedia, haber sido músico clásico, pero no, él decidió ser moderno, y clásico. Al leer las notas biográficas del músico uno cree apreciar un intento de manipulación. ¿Es Charly un Mozart redivivo? No sé. Lo sientan delante de un piano con cinco o seis años y toca. Con tres años se lee en otro sitio que ya va al conservatorio, que con doce es profesor, que tiene eso que los músicos llaman oído absoluto.

Pero yo me resisto a verlo como uno de esos niños góticos que recitan de memoria La canción del pirata o tocan un Para Elisa con virtuosismo sentados en un banco con calzas. Porque si uno busca alguna foto de Charly García se puede sorprender o como yo, buscando por pura curiosidad, puede llegar a encontrar ciertas noticias. Charly García destroza una habitación de hotel al discutir con su compañero de grupo, Charly García es detenido, Charly García se tira de un décimo piso y cae en la piscina. Charly García es suspendido del ejército al pasear a un muerto en una silla de ruedas, Charly García lleva las uñas pintadas, Charly García tiene un bigote blanco y también negro, Charly García parece sacado de una juerga con Pepi, Luci y también Bom.

Y entonces, ¿qué hace en Israel?, ¿qué hace tocando este músico en Israel?, ¿quién es Charly García en Israel?, ¿habrá hoteles lo suficientemente altos?, ¿habrá mueblebar en su habitación?

¿Hay alguien manipulándome-me vuelvo a preguntar- para que escriba sobre Charly García? ¿Quién ha colocado en google una imagen de Charly García con Persépolis de Marjane Satrapi debajo del brazo? ¿Hay alguien inventándose a Charly García? ¿Existe Israel?

domingo, 2 de mayo de 2010

Estado de alerta


El 28 de abril de 2010 recibo el siguiente correo: Charly García en Israel. Inmediatamente la curiosidad me lleva a entrar en google, porque me surgen varias preguntas, algunas de ellas perentorias, ¿quién es Charly García? ¿Por qué es noticia que esté en Israel? Y lo que más me inquieta: ¿quién ha considerado que a mí me pueda interesar esta noticia?

Por las mismas fechas leo el programa de Murcia Tres Culturas donde participaré el lunes 24 de mayo, junto a Diana de Paco, Pablo Cano, Néstor Lisón. Todo sucederá en el Museo de la Ciudad, coordinados por el poeta Soren Peñalver a las 23 horas. El título de mi ponencia es Relaciones poéticas de la multiculturalidad. Así que aquí estoy frente al ordenador, cuando ojeando un programa de cine de la Filmoteca de Murcia aparece la adaptación cinematográfica del cómic de Marjane Satrapi Persépolis.

y yo que no sé qué hacer con ese título, Relaciones poéticas de la multiculturalidad, que me repito para intentar exorcizar, de pronto empiezo a extender una red de ideas, como los pescadores sobre las aguas. ¿Y si no es tan azaroso que Charly García y Marjane Satrapi hayan aparecido en mi vida? ¿Y si hay alguien intentando escribir el artículo-ponencia por mí? ¿Y si alguien intenta, quién sabe, si un grupo de presión de poetas por la multiculturalidad intenta que escriba sobre el músico argentino y que lo relacione con Marjane? ¿Y qué más pienso? ¿Y qué más?

Así que estoy en estado de alerta y busco y releo todo lo que llega a mis manos con una atención inusitada hasta ahora. ¿Quién sabe? No sólo por lo que dicen sino por lo que pretendan que haga.

sábado, 24 de abril de 2010

Libros y pájaros


Aljucer
24/04/2010

A mí entre otras rarezas me gusta pensar que cuando escribo tengo algo de Enrique Vila-Matas, incluso lo imito en los gestos frente al ordenador o sobre la libreta. Me pongo interesante, me digo “esto Enrique lo haría así”, y lo tuteo porque eso me da más confianza, como si fuéramos amigos de todo la vida, compañeros de copas, inseparables confesores de nuestros pecados veniales, y lo hago porque es como si así pudiera escribir mejor, aunque a la vez me disculpo diciéndome que otros por menos se han creído Maradona y han saltado al campo de fútbol de su pueblo los lunes por la noche aún soñando con que sus regates se parecen a los de Messi, porque cada uno imita a quien puede.

Sé que si me pongo inspirado me encantaría parecerme a Gabriel García Márquez. Rilke es una cima inalcanzable, incluso para el parecido, la copia, la más pura imitación. Me pasa lo mismo con otros escritores a los que he leído, a los que leo, a los que leeré. Incluso he llegado a escribir con diversos acentos, escribir, por ejemplo, mis poemas de Ives de la Roca, ese viejo escritor hispanoargentino que habité unos días, con un acento sureño parecido al de Borges, extraño, fricativo, en el que encontraba la música de los versos.

Los escritores somos gente rara de puertas para adentro, eso es indudable, pero me imagino que no más que los no escritores; que todos dialogamos como podemos con esa voz interna que tanto y tan poco se parece a nosotros mismos.

Están los que escriben sentados frente al ordenador, los que lo hacen tumbados, como el caso del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti; luego los que escriben en el móvil - apuntan endecasílabos a una velocidad endiablada como mensajes que quedarán en la carpeta de borradores, mensajes para quién me pregunto-; y los que escriben sin saberlo, los que ponen en una nota que alguien leerá después en la puerta del frigorífico pequeños poemas urbanos, cotidianos, llenos de la belleza de la sencillez. “Hoy se he acabado la mermelada, -escriben tal vez- / y aunque la de fresa es dulce/ para desayunar prefiero la de tus labios”; están también los que nunca apuntan nada, los que repiten de memoria, canturreando en voz baja su letanía añadiéndole palabras, poco a poco, asimilando su verso a la cadencia del camino, a la cadencia de los pasos como hacía Claudio Rodríguez.

Es como los lectores. Están los que leen siempre e invariablemente tumbados y que por tanto, bajo el peso de las letras que se les vienen encima, terminan también invariablemente dormidos. Están los que leen de pie. A mí por ejemplo me encanta leer en los quicios de las ventanas, con el libro apoyado en la repisa. También están los que estropean un libro al leerlo y ya no hay manera de arreglarlo. Cuidado con lo que prestáis. Y así hasta el infinito. Escritores, lectores que hacen lo que tienen que hacer en la intimidad de esos lugares cotidianos, oficinas, dormitorios, bibliotecas y transportes públicos, espacios anodinos que convierten con el simple gesto de abrir un libro en lugares únicos y exquisitos.

Yo , imagino que ya se desprende de lo que llevo dicho, nunca tuve pudor al imitar, nunca tuve ese pudor impropio del que hace lo que hace para sí mismo. Leer y escribir son partes de la misma realidad. Leer y escribir pienso son dos cosas que van de la mano. Dos actos íntimos e indisolubles.

De repente me cambia la entonación, y me pregunto ¿Actos íntimos? Onetti además de escribir tumbado también decía, probablemente en la misma postura, que "Todo escritor escribe para sí mismo, aunque muchos lo nieguen. Se escribe buscando lo que uno quiere leer”.

Pero yo me pregunto, y no quiero convencer a nadie, si de alguna manera no es un diálogo, cosa de dos, el que yo mantengo con Enrique Vila-Matas cuando sostengo mi cabeza en mi mano imitando la foto de la solapa de su última novela. Me pregunto si no estoy hablando con Enrique, al que vuelvo a tutear, para aprender con él, si no aprendo así a escribir. Me pregunto si mis escritos serían iguales si no hubiera abierto ese diálogo, extraño, cierto es, pero diálogo a fin de cuentas con el escritor catalán. Si hablándole a él, copiándolo, no he llegado a mí mismo con su participación. Si no he hecho, en última instancia, del hecho íntimo de leer a Vila-Matas un acto de dos, si entonces no he salido de mí para el encuentro de los demás.

El otro, me gusta pensar, está en algún punto de la escritura y de la lectura. Se escribe solo, pienso, pero escribir no es sólo sentarse a aporrear teclas en un ordenador, escribir, vislumbré en un momento de mi vida, era algo más, era algo así como una actitud ante la vida, un ser que habita de una forma extraña el mundo, y que encuentra consuelo en los demás seres extraños que lo habitan como él. Y me resulta curioso escucharme estas palabras, porque yo siempre he sentido una especial prevención frente a los escritores, me he sentido incómodo a veces, me he sentido diferente también a veces, pero no siempre, no siempre ha sido así, y ha habido momentos en mi vida en los que encontrarme con gente con la que poder compartir mis inquietudes me ha hecho feliz. Mis amigos, pienso, escriben, hablo de libros con ellos, nos recomendamos autores, hablamos de música, de cine, de las cosas que nos gustan y que compartimos. Y si en esos momentos soy feliz, como cuando me pongo mi camiseta del Barcelona y me voy al bar para ver la final de la Champion entre iguales y grito y doy cauce a mis pasiones, lo de la escritura no debe de ser muy diferente, algo más o menos igual, pero más escandaloso, por supuesto, porque los poetas cuando se encuentran felices beben y se ponen eufóricos y expanden sus corazones con el vuelo de las palabras.

Y termino. Me he dado cuenta de que si eso me hace feliz, tal vez no esté mal, tal vez, más allá del ejercicio de la escritura en soledad, como acto íntimo y solitario, me guste pensar que en algún momento de este hecho feliz están los otros, como cómplices de una aventura a la que ahora tal vez pongo punto y seguido pero a la que espero tardar mucho en poner un punto final.