lunes, 28 de octubre de 2013

Te envidio o no

Como a muchas cosas, llegué tarde a Lou Reed. Y yo no sabía si estaba bien o estaba mal llegar tarde a Lou Reed, pero a mí me gustaba, era como esas cosas que dan vergüenza y orgullo a partes iguales, como una mano en el bolsillo que toca más allá del propio bolsillo, ya me entendéis. Así que sin saber si debía darme gusto o disgusto pero decidido a complacerme escuché todo lo que cayó en mis oídos -eran épocas en las que no existía internet (o existía en otra parte)-.

Así que con esa duda, la del placer privado, coincidí un día con Juan De Dios García que me dijo que me envidiaba. Joé, pensé, hay otros peor que yo, porque, me dijo, tú puedes sentir esa emoción de escuchar por primera vez a Lou Reed.

 A las pruebas me remito. Y si todavía no has escuchado a Lou Reed, pues eso, yo también te envidio.

sábado, 26 de octubre de 2013

Donde tú vives no hay ventanas


Donde tú vives no hay ventanas. Doce de los científicos encuestados y procedentes de los estados más meridionales del país lo han podido comprobar en sus propias carnes. Tras recorrer la tapia y adentrarse en el patio y alcanzar la parte trasera de la casa, pudieron observar con asombro que no sólo no había ventanas sino que de poder haberlas no dejarían ver por igual el exterior y el interior. Así, conjeturaron, que sólo se habría podido hacer especulaciones sobre lo que pudiera suceder en el interior.

Ahora estoy sentado en el sofá viendo la segunda parte de Los cazafantasmas. Y no he podido evitar la tentación de decirlo con palabras para que si alguien consigue llegar hasta tu casa lo sepa y no se obstine en pasar una y otra vez bajo tu ventana para que lo veas y te apiades de sus deseos.

martes, 1 de octubre de 2013

Apuntes para un poema que escribiré


Con el ojo en la lluvia (y con el oído)
Y con la piel.
Las diminutas andanadas
Sobre la superficie tersa y blanca y nueva
De los papeles.
Es ahora y fue ayer
Y mañana será.
Es la promesa del sabor
Los charcos que se mojan
Y adquieren visibilidad.

Mirarse de una forma entreverada
Con los ojos cerrados
Y escuchar una letanía de la infancia
Que aún nadie ha cantado.