martes, 10 de febrero de 2009

Mesa de novedades

Imagen de Mar Arza

Hoy es martes, de nuevo guardia de biblioteca. Acabo de dejar el cómic de Batman Largo Halloween en la mesa de la bibliotecaria. Reviso el mostrador de novedades, como la vida misma es caótico y asombroso. Hoy no podría escribir de una sola cosa y sé que de esta manera me saldrá una entrada dispersa para la que tendré que encontrar un hilo, un hilván que le de sentido a todo y del que sería fácil tirar y deshacer el misterio. Y pienso, por qué no exponer las cosas como en esta mesa de novedades, de forma yuxtapuesta, una tras otra sin más vínculo entre ellas.

UNO: la otra noche mientras te miraba de soslayo me llamaron la atención tus ojos atentos, pendientes de la pantalla y el pespunte de luz en tu boca, algo que hilaba tu belleza a aquella ingenuidad de los años de infancia, a esa niña con uniforme de colegio de paga que mira con asombro el mundo.

DOS: ¿Qué ha sucedido con Alberto? ¿En qué momento dejé abierta la reja? ¿Estás seguro de que detrás de esta amistad no se esconde un persistente vendedor de enciclopedias, o aún peor, un predicador del fin del mundo? Se me hizo raro el domingo no verlo, después de tantos días juntos. Aún no soltaré los perros, déjalo campar por tus aledaños, ya habrá tiempo de montar la escopeta.

TRES: Antonio. Ayer jugábamos al fútbol. Colores diferentes. De pronto el partido iba por su lado. Estábamos en el centro del campo desentendidos del balón, dale que te pego, venga a hablar, es que llevábamos casi dos semanas sin vernos, una eternidad. De pronto cayó el balón en mis pies y claro tuve que meter un gol, pero él sabe que no hay nada personal en ello, que sólo lo hice por disimular.

CUATRO: Ayer volvía a trabajar en moto, el aire en mi cara y esa canción de Luna Pop, Vespa, sonando por los salones perdidos de mi memoria. Y me entraron ganas de ir más allá, siempre más allá.

CINCO: Como un colegial me pregunto, qué me pongo. Al final he decido que las premuras de la mañana tomen la decisión.

SEIS: No leo, dios mío, no leo, así que anoche subí a mi biblioteca y repasé los libros hasta que lo encontré, allí estaba, lo sabía, junto al Tristram Sandy que me compré este verano , traducción de Javier Marías, y que pronto abordaré, allí estaba, Soñar y contar. Seguro que me salvas, Hanif Kureishi, mi oído en tu corazón.

9 comentarios:

Marta Zafrilla dijo...

Me ha gustado esta entrada fragmentaria, inconexa y de páginas despiertas. Quizá el Ch. lleve razón, pero estos susurros electrónicos nos acercan en las guardias de biblioteca (¡¡yo tengo dos los martes!!). Aunque te digo, Antonio, que no todo va a ser hiperespacio, ¿vale?

una pez payaso dijo...

Querido Antonio, ¡que bien te sientan las guardias de biblioteca!

Glup!

Tucuman 846 dijo...

Qué alegría poder escuchar las palabras de tu entrada, que resuenan en mi cabeza, mientras esta biblioteca (a mí también me toca guardia) está fría, vacía, silenciosa...

Patxeko dijo...

Hola amorcito,

No me ha quedado muy clara la solución a este problema. Soy cuadriculado y pienso que, sean cuales sean las consecuencias para él y los suyos Guillermo de Baskerville.... perdón me he liado. A lo que iba, teniendo en cuenta que 2 + 2 = 4, no sé a cuál de los dos adalides de la nada soy equivalente: al vendedor de enciclopedias en cuyo trabajo anterior vendió peines a los calvos mediante obtusos algoritmo; o ese predicador del fin del mundo que debe ser algo así como un múltiplo del cero.
Siento que no pueda integrar tu pequeña obra dentro de su intervalo, puesto que no conocemos la derivada.
En fin, apelaré a los grandísimos Fourier, Cayley, Hamilton o Taylor para que despejen sin lugar a error este extraño conjunto de incógnitas.
Un abrazo de tu fiel amigo, Patxeko

Antonio Aguilar dijo...

Bibliotecas guardadas, con qué ahínco, es agradable saber, cómo en una sucesión infinita estamos haciendo lo mismo, velando por los libros, por nuestros libros, a través del mundo, de las biblitecas del mundo y del biblioespacio. Es como un red de guardianes silenciosos que se agranda con cada comentario.

Patxeko, dios mío, sólo quería darte carta de naturaleza perruna (uno de los honores que guardo con mi amigo Sánchez-Carrasco), que no le digo perro a cualquiera, que tus ladridos resuelven cualquier incógnita, que te quiero.

fabiana alonso dijo...

No imagino a Borges en sus años de la Biblioteca Nacional comentando en este blog, esto es sólo porque era ciego, no piensen mal...

María dijo...

Hola Antonio.
De niña siempre soñé ser bibliotecaria, pero el destino me convirtió en una madre temprana.
Pero ahora tengo en casa una pequeña biblioteca, que crece y crece... y sabes? no me importa, me regalan y compro preciosas
letras dormidas.

Anónimo dijo...

¡Pero Antonio, este bloguear emociona como espuma de olas! Persiste en esta sencillez, tanto leer como vivir esto que nos acercas, imaginarse en bicicleta al olor de las retamas, espíritu y depuración en suma... Te leo, y siento admirable este vivir en las palabras que se encarnan en tus páginas. Y que ya son más mías.

Antonio Aguilar dijo...

Hola Isis. Las bibliotecas tienen eso, que aún son lugares especiales, algo más allá del trasiego cotidiano, como cuando en mitad de la ciudad entras en un templo, seas o no creyente, y notas cómo allí las cosas pasan a otro ritmo. Y en silencio.
Perrete, Antonio, qué hace usted a la una de la mañana de un domingo cualquiera comentando este blog. Váyase a dormir que luego el lunes no das pie con balón en el futbol. Un abrazo cariñoso.