La primera vez que vi en televisión a Jorge Javier me hizo gracia. Era por la tarde, hacía calor y Ana Rosa Quintana todavía no era ese personaje zafio en el que luego se convirtió ( o lo era pero aún podía más el disimulo que la realidad). J.J. hacía una colaboración breve, en plan cañero con los famosos, sin contemplaciones, pero aún velada con una risa nerviosa que hacía que sus palabras parecieran una travesura. Luego llegó el tomate y esa hostilidad latente y obscena por todo lo que no fuera lo que el tomate dictaba.
Pues a lo que iba, que entonces intenté ver la tele seria, los programas con fundamento y pensé que los telediarios podrían ser una solución, los programas de debates como ese que tras 59 segundos se le retira el micrófono al orador o esos monográficos de entrevistas con el presidente del gobierno, con el representante de la oposición, con el representante de las respectivas nacionalidades minoritarias, etc. Hasta tal punto que la tele se llenó de políticos groseros, mentirosos, soeces, falaces y carentes de ética.
Y entonces eché de menos el tomate.
Pues a lo que iba, que entonces intenté ver la tele seria, los programas con fundamento y pensé que los telediarios podrían ser una solución, los programas de debates como ese que tras 59 segundos se le retira el micrófono al orador o esos monográficos de entrevistas con el presidente del gobierno, con el representante de la oposición, con el representante de las respectivas nacionalidades minoritarias, etc. Hasta tal punto que la tele se llenó de políticos groseros, mentirosos, soeces, falaces y carentes de ética.
Y entonces eché de menos el tomate.
4 comentarios:
Date una segunda, incluso una tercera oportunidad...
Pero esta vez busca en los programas de humor, incluso en los deportes.
Después... echa de menos las radionovelas...
¿Tele seria?
Veamos quien es el que paga a las televisiones y localizaremos más facilmente la estafa.
Un abrazo
Entiendo esa necesidad de recuperar el entretenimeinto sencillo, más allá del tomate. Yo echo de menos Barrio Sésamo o el Kiosko, que me llenaban la tarde y estimulaban mi imaginación y capacidad de soñar. esa necesidad sigue latente...
Lo peor de la telebasura es que ya ni son cotilleos ni nada. Lo bueno de los cotilleos es saber quien le ha puesto los cuernos a quien, quien se ha quedado embarazada, quién tiene querida y esas cosas enjundiosas. ¡Y ahora ni eso!
Salu2
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