La otra noche coincidimos en la lectura de Alberto Chessa y la chelista Tereza Simoni. Ut música poesis, se llamaba la cosa. Todo esto estaba pasando en La Azotea, que es una asociación artística y cultural de Murcia a ras del suelo en una esquina de la Plaza de San Juan. Allí estábamos en la puerta, antes de que empezara el acto. Había que pagar, lo que me sorprendió, pero para qué engañarnos, me gustó a partes iguales. Estábamos pagando por un acto cultural y nadie protestaba, así que cuando me senté en aquella silla negra de ikea, noté que todo aquello era algo más mío que cuando entré y es que el sentido de posesión me puede. Pero estábamos en la puerta y Héctor, Héctor Castilla, citó el libro de Borja Aguiló y Ben Clark, Tengo una cita con la muerte, (Editorial Linteo poesía), vamos, que no es suyo -a vueltas con la propiedad- sino que han hecho una selección de poemas escritos por poetas soldados británicos de la Primera Guerra Mundial, que en realidad es una selección de la selección inglesa hecha por Giran Gardner bajo el título Up the Line to Death, como dicen en el prólogo. Guerra y poesía y no puedo evitarlo. Ahora es domingo por la tarde y me acabo de levantar del sofá donde me he puesto a llorar con el último episodio de la primera temporada de Treme, pura poesía en estado de guerra. Ayer, una semana después del acto, salgo a pasearme con Alberto, con el otro, con el Patxeco, y se lo cuento todo, entre otras cosas porque vamos juntos a Diego Marín a recoger el libro de los poetas británicos y pasamos por el video club café Ficciones, otros en pie de guerra y de vintage, así que nos quedamos un rato husmeando entre la ropa retro del fondo de la sala. Y también le cuento que el martes podríamos vernos de nuevo, que voy a la cafetería Ítaca, donde de pronto ha surgido otra vez la poesía. Sí, el martes a las 21 horas, le respondo. Y así vuelvo atrás, vuelvo de nuevo a la noche de Alberto Chessa y Tereza Simoni, y el campeonato de futbolín en El ladrillo y las copas en casa de Benjamín y El Chulo Bohemio y todo lo demás mientras decido que voy a seguir leyendo la biografía que Ian Gibson hizo de Antonio Machado, el capítulo que relata la llegada de Machado a Madrid desde Soria para ocupar una de las plazas de los nuevos institutos que pone en marcha con urgencia la República. Y pienso en las páginas anteriores, en el capítulo de los amores de Antonio Machado y Pilar de Valderrama y no sé, no sé, y no puedo dejar de hacer causa común con Machado, que dijo aquello de que a las historias de amor le sienta bien su poquito de exageración y no termino de verlo, y siento cierta animadversión por la autora de Sí, yo fui Guiomar, y que precavida borró con ácido las alusiones más comprometidas que el sevillano le hizo en sus cartas. Comenta Ian Gibson, como el tiempo, irónico en esta ocasión, hizo reaparecer algunos de esos pasajes con una extraña tintura roja. Y veo también a Machado en esas fotos ya tan lejos, en pie de guerra y de exilio también reapareciendo para quedarse siempre como una marea roja en nuestra conciencia.
3 comentarios:
Saludos, Antonio.
Grande ese mundialito de futbolín... Noche mágica... Gracias, Antonio.
Alberto Chessa
A usted, siempre a usted.
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