Hace trece años Soren Peñalver me regaló coincidiendo con el día de San Antonio el libro En una desierta orilla de Kathlee Raine. Era una edición antigua de Hiperión, con la portada en verde y en un cartón crudo sin plastificar.
No sé por qué no lo leí al principio. Me suele pasar con algunos libros. Hay algo, un no ser el momento tal vez. Pero siempre estaba allí en la estantería. Lo miraba con frecuencia esperando el momento. Hace un mes me lo traje a mi nueva casa, lo dejé en la estantería. Sentía que era el momento. Algo especial. Acababa de leer Averno de Louise Gluck y estaba bajo el influjo aún de algunas páginas de Kampa de Clara Janés. Tengo un libro de poemas prácticamente terminado, pero le faltaba algo, ahora sé lo que es. Necesitaba leer este libro, desde el primer poema lo sentí, noté que aquel influjo estaba esperándome.
Y me apropié de esa historia de amor, la de Kathlee por Gavin Maxwell y sobre todo la de Kathlee por la belleza y la inteligencia.
Lo leo ruborizado. Después de tanto tiempo.
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