lunes, 4 de marzo de 2013

A eso de las no sé qué del mediodía

Esta mañana, a eso de las no sé qué del medio día, la cosa se puso difícil. Ella no quería otra cosa que lo que yo no quería o no debía darle, ¿me sigues? Mi padre -y posiblemente no esté bien del todo que me acuerde de mi padre al hilo de esto que estoy contando- decía que eso era propio de una señora rezongona. Como mi padre había nacido y se había criado en Cuba, siempre decía cosas raras, que no dejaban de tener su razón en otro nivel de las cosas, pero no en el de la premura del momento. 

Estábamos solos. Al entrar en mi despacho apagó la luz, quería que lo hiciera, quería que me pusiera allí mismo a darle  al tema. Aquí y ahora, es decir, allí y entonces, ¿vale?, en ese momento y sin dilaciones. Pero tú ya sabes que para ciertas cosas necesito mi tiempo, necesito mi ritual, pero no se atenía a razones. Me sentí azorado, no podía evitarlo, de nuevo en esas me dije, como otras veces, arrastrado, mitad yo mitad ese otro yo que a veces me mira a través de la ventana de un autobús que se marcha o de una foto borrosa de periódico.

Y entonces ya no lo pude resistir más, esta mañana, a eso de las no sé qué del medio día, saqué mi libreta de dos rayas y de nuevo me puse a escribir.

2 comentarios:

Dyhego dijo...

¿Sin más interrupciones?
Salu2.

bosquedebambú dijo...

¡Cómo me gusta que vuelvas a escribir! Besos. BdB