martes, 8 de noviembre de 2016

Hoz en la espalda de Isla Correyero


Hace un mes estuve en Granada y dediqué la tarde del sábado a recorrer varias librerías mientras nos paseábamos, mala tarde para las librerías, pero el paseo nos deparó algunas sorpresas como la exposición sobre José Guerrero dialogando con Jesús Zurita, en una calle aledaña a la catedral, un lujo, además las cristaleras de la última planta proporcionan una vista impresionante del templo. Al final encontramos una librería abierta y pude comprobar algo que me resultó llamativo. En otras ocasiones en las que he visitado Granada la presencia de autores y editoriales granadinas en los anaqueles era notable, ahora no, no al menos en esta librería. Había un libro de segunda mano donde alguien le habia pintado un no muy favorable bigote a Rafael Espejo. Al final compré una antología de Javier Egea Y Hoz en la espalda (huerga y fierro) de Isla Correyero.

 Ahora ando por su páginas, ya lejos de Granada. Es un libro particular, es como ella lo subtitula, una Evolución de un divorcio -mi mujer me miró asombrada al leerlo mientras me dirigía a la caja a pagarlo-. Me resulta especialmente interesante, porque tiene que ver con mi poemario Canciones para el día de después, que así se titulará si alguna vez se publica. Cuando empecé a escribir este breve poemario no tenía, literariamente, nada claro sobre por dónde debía ir y de si era legítimo que yo pudiera contar esa historia sólo desde mi punto de vista, pero es que no tenía otro. Además pronto comprendí que la mayoría de aquellos poemas ya sólo tenían un protagonista y comenzaba justo después de la ruptura, por tanto no era un ajuste de cuentas sino un descubrimiento del vacío y del extrañamiento de uno mismo que experimenté en esos días. Pero el azar puso en mi camino a dos autoras esenciales que me enseñaron a enfrentar un tema en el que era difícil perderse y confundir el desahogo o algo parecido a una terapia, con la poesía. Esas autoras fueron Anne Carson y Margaret Atwood. Las dos con dos libros sobre el mismo tema, la ruptura, dos libros de poemas, uno La belleza del marido (lumen) otro Juegos públicos (hiperión), creo. En ellos encontré la posibilidad de poetizar sobre algo aparentemente inapropiado sin perder el norte del poema.

Ahora me encuentro con este libro de Isla Correyero, y me hace feliz formar parte de esta nueva tradición de la poetización de la ruptura. Una experiencia poética estremecedora de la que sólo nos puede salvar la ironía.

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