jueves, 12 de octubre de 2023

Entrevista en La verdad de Murcia. 9/10/2023


 Fuente

Antonio Aguilar: «La escritura es mi yoga»






El autor presenta este lunes su nuevo y «más personal» poemario, 'Diario oblicuo', en la Feria del Libro de Murcia



Antonio Arco
Lunes 9 de octubre de 2023


«No soy el poeta que soñé a los veinte, ni el que fui de una forma fugaz a los treinta...», reconoce Antonio Aguilar, nacido en Murcia en 1973 y cuyo nuevo poemario, 'Diario oblicuo' (Huerga&Fierro), será presentado este lunes, a las 19.00 horas, en la caseta de Libros Traperos de la Feria del Libro de Murcia –paseo Alfonso X el Sabio–. Al poeta, cuya camiseta protagoniza una marinera y a quien le gusta recordar que Mark Strand defiende que «nuestra obra maestra es la vida privada», le sucede que «todas las noches» le interroga «el mismo pájaro, siempre de una manera intempestiva». Y él, «incapaz de reconocerlo entre las ramas de los árboles», lo escucha. Y se inquieta «si enmudece». Curioso: a veces a sus sueños se asoma un ciervo, y en otras ocasiones en ellos «vuelan los cuervos hasta posar sus alas negras en las últimas páginas de un libro».




En las páginas de 'Diario oblicuo', publicado en la colección 'La rama dorada' que dirige Mercedes Monmany, habitan poemas muy sencillos, cotidianos, por ejemplo sobre el día en que su hijo, Alonso, empezó con las clases de tenis y él observaba sus movimientos y no podía dejar, tampoco, de pensar en cuando creciera y «un día se vaya de casa y lo observemos a través de los ventanales, sin saber acaso si lo habremos hecho bien o lo mejor que hubiéramos sabido, y eso será importante para su vida». Poemas sobre su experiencia de profesor, sobre el cansancio al final del día, los tatuajes, los bienaventurados padres, la poda de las moreras, el ladrido de los perros, la nieve, el calor, los futbolines...

'Diario oblicuo' recoge, explica su autor, «casi un centenar de poemas que muestran las consecuencias de adentrarse en el espacio interior». «Es un diario indirecto», añade, «impreciso en cuanto al dato pero preciso en las emociones y las sensaciones que incitan a un diálogo con el lector». Poemas, precisa Aguilar, «hechos en el camino, atravesados por la contemplación del paseante solitario. Palabras que tocan con un lenguaje sencillo la electricidad de la vida no necesariamente cotidiana».


 El poeta se propuso «escribir un poema diario durante un año. Había leído 'Poema' de Rafael Argullol». Obviamente, aclara sin que haga puñetera falta, «yo no soy Rafael Argullol». «Me sorprendió», cuenta, «ese intento de escribir un poema diario durante cuatro años. El libro es sorprendente, cualquier poema es una iluminación».

Su propósito era «más modesto». Quería demostrarse que «pese a todas las premuras de la vida cotidiana se podía escribir poesía. Decidí, además, buscar el ritmo de los poemas en otros espacios en los que aún no había transitado, dejé la métrica relegada al oído, a la intuición». Y un día, de repente, descubrió, «citando a la gran poeta portuguesa Ana Luisa Amaral, que todo es poetizable». Y aquí están estos nuevos poemas. «No he escrito un libro más personal que este 'Diario', que pese a todo es oblicuo, por necesidades del guión», asegura. 

Agujero negro

Su admiración por la poesía de Ana Luisa Amaral, fallecida en 2022, y a la que el festival poético Deslinde de Cartagena le rindió homenaje en 2021, le llevó a incluirla en estos versos de 'Agujeros negros': «Dice mi hijo que un agujero negro puede con todo y Ana Luisa Amaral que todo ese todo es poetizable. / A bordo de su cama orbitamos por el espacio interior. Como agujeros negros nada puede con nosotros».


–¿Por qué escribe?

–La escritura es mi yoga, la forma de poner mis cosas en claro, así es que en primera instancia escribo para mí, y luego para un público no definido; es decir, un público no experto, no literario, ni necesariamente iniciado en el mundo de la poesía. 

–¿A qué está atento?

–Me preocupa que no estemos realmente preocupados por dejarles a nuestros hijos un mundo más habitable, y que no nos hagamos cargo de las consecuencias de nuestras acciones. 

–¿Presente qué tiene?

–Mis orígenes, por ejemplo. No renuncio a la mirada al pasado, no necesariamente nostálgica. Yo nací en el barrio de Los Rosales de El Palmar, y llegué a trabajar allí como profesor de instituto durante once años. Los alumnos de este barrio no siempre tienen las mismas oportunidades que todo el mundo. Ahora que vivo en una zona de Murcia medianamente acomodada, de gente acomodada, no puedo olvidarme de la existencia, apenas separados por cuatro o cinco kilómetros, de dos mundos con una realidad tan distinta. Me inquieta mucho la desigualdad, la injusticia que conlleva. Me preocupan las circunstancias en las que mucha gente sigue viviendo, y reconozco que desde que fui padre, el futuro me preocupa mucho más, y no tanto por mí; yo tengo ya la vida más o menos solucionada, y voy entrando en una edad en la que podría ir relajándome un poco y que ya me diesen más igual muchas cosas, pero no me lo puedo permitir porque tengo un hijo y tengo que hacer lo posible para que el mundo no se vaya a la mierda. En mi mano está, al menos, procurar no ser egoísta, porque creo que como generación sí lo estamos siendo.


–Algunos de los mejores poemas de 'Diario oblicuo' están dedicados a su hijo, precisamente. 

–Alonso va camino de cumplir once años. En esos poemas hablo de mi relación con él y del hecho de intentar también ver el mundo, con una mirada diferente, a través de él.

Complicidad

–¿Y cómo es esa relación?

–Pues hoy no muy buena, porque estamos un poco enfadados [risas], pero en general excelente. Tengo con él una relación de gran complicidad, porque necesita en determinados espacios un poco de ayuda. Existe entre los dos mucha empatía, pero yo intento, y eso es algo que debo reconducir un poco, ponerme a su nivel como amigo, y él mismo, desde que era muy pequeño, algo que me hacía mucha gracia, me decía a veces: 'Tú eres mi padre, pero no eres mi amigo'. Y ese aviso me viene muy bien, porque está claro que se está formando y que como padre tienes que ponerle límites, aunque te cueste. 

–¿Logró vivir en paz?

–Yo no he llegado a vivir en paz, ni me atrevo a decir que he encontrado la felicidad, lo que siento es que vivo en equilibrio, y que cuando llegue justo lo contrario voy a tener el aplomo de buscar la forma de seguir siempre adelante. 

–¿Qué le ayuda a usted tomar decisiones?

–Cuando voy a hacer algo, sigue apareciendo en mí el niño pequeño que fui, el que piensa en cómo mis padres van a percibir lo que hago. Estoy dentro de una línea que va del antes, mis padres, al ahora, mi pareja y mi hijo. Quiero que todos ellos estén bien con mis decisiones y mis actos, y me gusta que se sientan orgullosos de mí. Mis padres están teniendo una vejez muy feliz, con sus achaques pero muy agradable, y eso es todavía mejor que si les hubiese tocado la Lotería. 

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