lunes, 25 de octubre de 2010

El último hombre



Hace seis o siete años viajé por Francia durante el verano. Cuando llegamos a Lourmarin dejamos el coche a las afueras del pueblo y echamos a andar entre los campos de cereales o tal vez simplemente en barbecho, a lo lejos unos pinos altos, de esos que aparecen en las películas de Vittorio de Sica. La toscana, la provenza, Murcia, Almería. La luz era la luz cenital de un mediodía de verano. Hoy lo leo en el suplemento El Viajero de El País. Son otras las circunstancias pero el mismo viaje: Reunión de amigos en Lyon, descenso por los Alpes, Orange, siempre siguiendo el caudaloso Rhône desde la plaza de Antoine Saint-Exupery hasta su desembocadura en La Camargue; el castillo de Sade en Lacoste; las tierras rojas de Les Gordes; Picasso, Max Ernst; la casa de Albert Camus que habitó desafiando las supersticiones que tal vez le costaron la vida al autor de la inconclusa El último hombre; los mercados de lavanda; Cezanne; la casa de Rene Char en un pueblo de los alrededores.


Yo había leído Verano, un libro pequeño, pero tremendamente hermoso, cuyo calor me acompañó en mis años oscuros de Sísifo. Ahora cuando leo el periódico recreo aquel viaje. Aquel paseo hasta el cementerio donde estaba enterrado el escritor franco argelino. No tengo fotos de aquellos días, apenas una decena de la primera semana, como si nos hubiera dado pereza retratar lo que tan sólo había de vivir. Ahora no las echo de menos, yo las recreo a mi manera, pongo el polvo maravilloso del camino como una pátina de oro sobre los zapatos, el calor sofocante cercando la sombra de los pinos, la vida cercando la muerte. Al final del camino flanqueado por una valla de piedras desiguales la tumba abandonada de Albert Camus.

De vuelta, puestos de miel, frutas, y puestos también de cerámicas que repetían una y otra vez la forma ovalada del sol convirtiéndose en cigarra.

1 comentario:

Álvaro dijo...

"Como si nos hubiera dado pereza retratar lo que tan sólo había que vivir". Me he sorprendido viéndome a mi mismo en esas palabras. Vuelvo de un viaje muchas veces andado pero cada vez vivido de forma diferente, y con menos fotos acompañantes. Te las pido prestadas, pues, como siempre, son las mejores.