La lavadora dando vueltas, en la olla hierve una cabeza de rodaballo, un montón de cebolla y varios tomates maduros hechos trozos. Como no tenía pimentón le he puesto colorante. Un ajo machacado. En seguida habrá que tender la ropa. Leo el correo electrónico. Son las nueve de la noche. Hace cuarenta minutos que he llegado a casa. Inglés. Clases y clases . Después la compra. Las dos compras. Dios mío se ve que algunos días la vida es esto. Mi padre insiste en que si he dado el coche de baja o no lo he dado o que lo haga o que deje de hacerlo, así que le he dicho a mi madre, que es la que se ha puesto al teléfono, que sí, que vale, que el tema está resuelto, bueno, resuelto a mi manera. Y ella pone a las palabras de uno y otro matices que huelen a lavanda, a cuidado, a cariño.
Así que ya son las nueve y diez. Manda unos correos, salta a la comba, maldice a los editores que no te publican, pero maldícelos bien, porque te han abocado al ingrato mundo de los premios. Escribe dos líneas sobre esto, pero no más, no sea que alguno lea esta entrada. Pon música. Notas cómo tú mismo empiezas a darte órdenes. Qué mal huele esto. Tecleas Hurt de Johnny Cash, y coño, tampoco es para ponerse así, pero qué hermosa es esta canción, qué dura, qué terrible. Qué le vamos a hacer, entiendo algunas cosas y vale, las cosas son como son, pero no estoy yo para suscribir esta letra. Pero qué dura, qué terrible, qué hermosa.
Así que apagas la olla donde una cabeza te mira con ojos blancos de expresión cansada. Como si hubiera leído a Dante. Infiernos de hielo. La lavadora deja de girar, la canción termina. Son las nueve y media. Y cierras la mano y guardas tu corazón para aquella de la que no esperas daño.
If I could start again, a million miles away, Iwould keep myself, I would find a way.
Así que ya son las nueve y diez. Manda unos correos, salta a la comba, maldice a los editores que no te publican, pero maldícelos bien, porque te han abocado al ingrato mundo de los premios. Escribe dos líneas sobre esto, pero no más, no sea que alguno lea esta entrada. Pon música. Notas cómo tú mismo empiezas a darte órdenes. Qué mal huele esto. Tecleas Hurt de Johnny Cash, y coño, tampoco es para ponerse así, pero qué hermosa es esta canción, qué dura, qué terrible. Qué le vamos a hacer, entiendo algunas cosas y vale, las cosas son como son, pero no estoy yo para suscribir esta letra. Pero qué dura, qué terrible, qué hermosa.
Así que apagas la olla donde una cabeza te mira con ojos blancos de expresión cansada. Como si hubiera leído a Dante. Infiernos de hielo. La lavadora deja de girar, la canción termina. Son las nueve y media. Y cierras la mano y guardas tu corazón para aquella de la que no esperas daño.
If I could start again, a million miles away, Iwould keep myself, I would find a way.
3 comentarios:
"Y cierras la mano y guardas tu corazón para aquella de la que no esperas daño". Lo más hermoso, y con más sentido, que he leído en tiempo. Gracias
Salu2
Gracias Álvaro, tú sabes ver la belleza incluso donde no la hay.
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