martes, 15 de marzo de 2011

Biblioteca pública



Secuencia de El cielo sobre Berlín. Cinco minutos que merecen la pena.


El domingo me entretuve en la biblioteca. Busqué unos suplementos culturales, una revista con Tao Lin en la portada. Dios mío, qué aburrimiento. Dentro una serie de adolescentes que hacen crítica literaria con un "mola", los escritores viejunos", etc. (Tal es el tedio, que me entran ganas incluso de poner puntos suspensivos, saltándome las convenciones de la ortografía).

Pero no era de eso de lo que me apetecía hablar. Mientras ojeo varios cómic, uno de Robert Crumb, me acuerdo del primer poema de Charles Bukowski que leí en la edición, creo, de mitos de mondadori. Un largo poema sobre la biblioteca donde descubro algo sobre mí mismo. En el texto el escritor juega con títulos, como El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers, que leí sólo por la belleza de esas palabras en el largo poema de Bukowski, claro que también leí La senda del perdedor y otros libros que iban redescubriéndose a partir del minúsculo libro, apareciendo, mostrándose, como en un palimpsesto. Y todo a partir de un libro de poesía en un formato pensado para leer en los parques o en el transporte público. Libros y libros. Algo parecido a lo que hizo después la poeta Isabel Pérez Montalbán en Siberia propia, en un juego desesperadamente ingenioso.

Libros y silencio. Me senté recordando la mañana del sábado. La biblioteca estaba asediada por cientos de críos que corrían dislocados, obviamente, de un lado para otro, mientras sus padres hablaban en corros o contestaban a sus teléfonos entre la sección de novela y la de poesía, junto a la edición en bolsillo de los poemas de Bukowski. Y por primera vez en mi vida lo pensé, pensé que no todo era para todos, que sería mejor, pensé desconociéndome, que los llevaran a un campo de fútbol o a unos grandes almacenes -el espacio para el que están lamentablemente educados-, y que si, para desgracia de todos, se empeñasen en traerlos de nuevo a la biblioteca, res publica, hicieran un gesto sencillo, los enseñaran, los cogieran de la mano, mirando los anaqueles, viendo libros, buscando e incluso que alquilasen un dvd, que fueran el ejemplo, el guía que con el más sencillo de los ademanes -tal vez coger un libro- les estuviera abriendo las puertas de un mundo mágico al que hay que entrar en silencio, en el que hay que respetar el silencio de los demás, porque ese silencio está lleno de palabras.

Entonces podrían leer el hermoso poema de Bukowski, ese tío soez, o los ingeniosos artefactos de Isabel Pérez Montalbán. Y quién sabe, tal vez así descubrieran que público escrito después de un sustantivo no sólo significa que se pueda romper entre todos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hey hola soy pedro del año pasado...espera no del anterior :D. Bueno que he puesto tu nombre en internet y apareces como en 10 paginas así que me paso a saludarte( a lo mejor si te digo pedro salva y julio te acuerdas mejor O.o). Dime en k instituto estás k te fuiste sin despedirte jaja y contesta o me enfado jaja.

Antonio Aguilar dijo...

Hola, Pedro. Qué alegría. ¿Seguro que has puesto mi nombre en internet? ¿No habrá sido una equivocación? Hombre, eso de que me fui sin despedirme, no lo sé. Pero es que no sabía en junio que no iba a volver en septiembre. Ahora no trabajo en un instituto, pero no te preocupes que volveré, y cuando vuelva será para darte clase, quién sabe, si en bachillerato. ¿Cómo vas en cuarto? ¿Cómo anda Salva y Julio?
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lanuevaresistencia@gmail.com.
Esperando estoy tu correo.