lunes, 3 de septiembre de 2018

Como Bukowski tras el incendio de la biblioteca pública de Los Ángeles

Siempre quise escribir como Bukowski,
al menos, como en ese desolado poema
tras el incendio de la biblioteca
pública de Los Ángeles.
Aquí, en la puerta de otra biblioteca
donde aún miles de ejemplares arden,
me siento como el escritor americano
lleno de gratitud y desamparo.
Aquí el fuego no existe si no existen los libros,
y no existen los libros si no existen las bibliotecas.
Como Bukowski yo era entonces simplemente un lector 
que iba de sala en sala entre los libros,
en lo que ahora es un museo de arqueología,
antiguo hogar de la consumación.
Quemé las tardes de mis años jóvenes,
cada libro una tea, como Esquilo
en la propia muralla, signos de la antorcha.
Qué luz indómita prendió en mis ojos,
qué fragua en los pasillos de aquel viejo edificio,
encontró su eco para siempre en mi manera
de estar ya preparado.
Después de décadas viviendo y escribiendo,
pienso que aquel incendio estaba allí
cuando era joven y buscaba 
algo a lo que aferrarme 
para no ser suicida, 
ladrón de bancos, carnicero 
o motorista de la policía.
Ahora, en esta noche de recortes,
como el joven Bukowski,
como el bombero Montag,
tras el incendio de la biblioteca
pública de Los Ángeles,
tras el incendio de una biblioteca clandestina,
estoy de nuevo preparado,
estamos preparados para el fuego.

Antonio Aguilar Rodríguez

El sábado 1 de septiembre un grupo de poetas, convocados por José Daniel Espejo, nos reunimos a las 8 de la tarde en la puerta de la Biblioteca Regional de Murcia, pieza clave del ecosistema cultural de la ciudad y de la región, para protestar por el recorte en el horario de los sábados. En la lectura se dio la feliz coincidencia de que después de mi poeta el poeta Héctor Castilla leyó El incendio de un sueño de Charles Bukowski, al que hago referencia en mi poema. En cursiva he puesto los versos que le he tomado prestados al poeta norteamericano.


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