viernes, 2 de mayo de 2008

Presentación del libro de Salva Robles "Y tú, por tanto, otra cosa".


26/04/2007
fnac Murcia.

Hay, todos más o menos empezamos a saberlo, distintas formas de presentar un libro. Es cierto. La ingenuidad nos lleva a veces a pensar que el lector especializado, el que nos presenta, el que nos critica, el que nos comenta, es un ser puro, imbuido de la bondad de la palabra, como si la palabra sólo se hubiera inventado para decir cosas buenas de las buenas personas. Pero no.

Así que el primer acierto de una presentación es, obviamente, elegir bien al presentador. Y desde mi digna pero algo perversa subjetividad, tengo que poner una gran interrogante sobre esa elección.

Entre las muchas presentaciones posibles, Salva, hoy, de haber elegido a otra persona, podría haber tenido, por ejemplo, la presentación académica.

Lo primero que se preguntará es, nuestro académico, por qué este libro no lleva nota biobibliográfica, aunque como es un lector avezado pronto cae en la cuenta de que todo el libro es una nota biográfica, bibliográfica; pero enseguida corregiría, claro, está el distanciamiento, la ironía, el yo que no es el yo, aunque el autor jure y perjure que es él, que ese hombre no es otro que él.

“El conspicuo autor Salvador Robles –comenzará-, del que poco sabemos, se revela en el libro Y tú, por tanto, otra cosa, como un poeta solvente, que estructura y vertebra su fértil mundo poético a través de siete cuadros y un epílogo”.

Y a partir de aquí empezará a devanar la madeja teórica de las correspondencias, los coupling, que si un Tinianov por aquí y un Derrida por allá. E incluso, si es muy puntilloso, entrará en esa fabulosa metaliteratura de la creación de nombres de movimientos literarios. Y como Salva habla de cine y se recrea y como cita a Audrey Hepburn, pues ahí aventurará el académico, un postmodernismo, pero vacilará y corregirá hacia un protopostpostmodernismo y rizando el rizo, tal vez un tardoprotopostpostmodernismo.


Luego está la presentación del egocéntrico, de ese supuesto amigo del alma, que empezó a insinuarle lecturas a Salva ya en su tierna juventud, que le dejó libros, que le puso las primeras comas en sus poemas, algunas tildes tal vez, y que ha ido viendo cómo crece y se forma y que ahora que el libro está terminado espera la llamada del autor para que le pida que lo presente, en virtud de una deuda literaria.. Podría ser algo así como:

“Yo conocí Salva a la temprana edad de… Acababa de llegar yo (claro, no él, es decir Salva, que a partir de este momento se convierte en un pretexto para que el presentador hable de sí mismo). Por aquellos momentos –continúa- leía la traducción al turco de los poemas de Browning en una impecable edición anotada por mi amigo…” Y así durante diez minutos, para finalmente, incapaz de reconocer que este es un buen libro de poemas, un libro contagiado de la mejor poesía y de las mejores personas, decir “Aquí está, Y tú, por tanto, otra cosa y después de un silencio valorativo, hará un guiño al decir “y tú”, como si tú fuera él, es decir, yo, bueno, el presentador.


Luego está la presentación del vecino que no ve con buenos ojos que este hombre se dedique a la poesía:

“Claro, – dirá- como es maestro y tiene muchos libros, pues ha ido sacando una frase de aquí, un poema de allá y ha hecho ese libro, que yo, que lo conozco ya desde hace tiempo, nunca lo he visto escribir mucho, y que además en las reuniones de vecinos apenas habla y cuando habla se pone nervioso. Para poeta mi sobrino Eleuterio, ese sí, que hace las necrológicas en el periódico de Cártama”.


Y luego la más “pelibrosa”, la del crítico de provincias. Aunque hay que decir, a su favor, que en realidad ésta no es una crítica sino más bien un refrito de tópicos, de las notas de la contraportada y de las notas bibliográficas del libro (pero claro, aquí lo hemos pillado ya que este libro, como dijimos antes, no las lleva). Veamos:

Así que como dice que es de Malaga y cita a Luis García Montero, diremos que como no es poeta de la nueva sentimentalidad, algo ya pasado, lo será de la poesía de la experiencia esa, ésa que siempre citará, al crítico me remito, en las reseñas, que no críticas, que haga de libros de escritores malagueños que citen a Montero. Y que si quieren otra cosa, barrunta nuestro crítico de provincias, que citen a otros y que nazcan, en la medida de lo posible, del norte de Andalucía para arriba.

Además, Salva dará lugar a otro tópico, el de autor inédito, por tanto joven (se pregunta el crítico) y promesa. Mas no nos desesperemos, promesa es una palabra muy hermosa. Y lo de la juventud se cura solo.

Y finalmente, como se quejan algunos amigos míos, escritores jóvenes y promesas, hará, si la inspiración lo acoge en su seno, un juego ingenioso con los títulos de los poemas que no ha leído.

Algo así:

Y Salva, por tanto, desde el sábado a las 16: 30 empezó a ser dos vidas, la del que traza su propio itinerario para acudir a su cita con la literatura y la del que se pregunta ¿Por qué la visión de un pecho, de un ojo, de un hombro, e incluso de una barriga, deben salir de la pantalla? El poeta, en ese particular Lifestyle diferenciador, aprovecha la imaginación para convertirse en el cancerbero de Cupido”.


También podría darse, caso más extraño, la presentación del suegro, que podríamos resumir en: "ese, ese, es mi yerno".

Y finalmente está la del lector, más o menos desprovisto de prejuicios, en la medida de lo posible, pero que, ¿por qué no decirlo?, ama la poesía. Tal vez esa sería la presentación que en última instancia yo suscribiría. Y esa presentación no puede manifestar otra cosa que el asombro de que Salva sea el poeta que se esconde detrás de la cita que abre el libro y de la hermosa portada de Concha. Dice la cita de García Montero: “Si alguna vez la vida te maltrata, / acuérdate de mí/ que no puede cansarse de esperar/ aquel que no se cansa de mirarte”.

Al igual que la portada, que reescribe perfectamente el libro, la urgencia de la vida se convierte en estas páginas en experiencia poética, como en el poema tercero de la serie Petición: “El telón de fondo del amor / debe estar construido de lo que nos circunda;/ por eso, no olvidemos, vida mía,/ que más allá de nosotros / están los semáforos, el lavavajillas, / los bancos y la ropa para planchar”. O el quinto de la misma serie, o el ingenioso Cosmética necesidad.

La forma de escribir de Salva me recuerda cuando era pequeño y en mi barrio encementaban las aceras, y siempre había alguien, que tal vez por descuido, dejaba la huella de sus zapatos allí para siempre; lo cotidiano, de pronto, trascendido.

Creo además, que el libro va ganando conforme avanzas en su lectura, y no porque los poemas cada vez sean mejores poemas –no sabemos si responden a una ordenación cronológica- sino por que nos va embaucando. Nos enseña esto, nos desvela una parte, pero nos oculta otra, dice un nombre y se guarda siete en la manga. Es, este libro, el principio de algo, que todos deseamos que salga bien, aunque no sabemos muy bien por qué (ya que ni siquiera sabemos a ciencia cierta de qué se trata).

Dice María Jiménez en su biografía Calla, canalla, que "donde más duele, siempre es en el alma. Allí donde, como dice el bolero, se marcan las cicatrices imposibles de borrar. Es cuando el alma padece cuando, realmente, se llega al techo del dolor".

Para entonces yo ya tengo un antídoto, una celebración de la vida: Y tú, por tanto, otra cosa.

Quiero cerrar mi presentación con la lectura de uno de esos poemas breves, rápidamente llevados hacia la verdad de las cosas, un poema modesto, quizás no el mejor del libro, quizás, pero que no sé por qué se me ha pegado al alma, y que muestra al final la futilidad de esta presentación, de cualquier presentación:


Hoy parece que ocurrió muy poco,
prácticamente nada.
Y si tuviera que contarlo
diría que es bien simple de explicar:
estuvimos perdidos en razonarnos.

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