Él había llegado un lunes por la noche. Después de cenar se sentaron en el salón. De pronto, como movidos por un deseo irrefrenable se besaron. Al principio no le dieron más importancia, pero al comprobar en el reloj de pared que había pasado una breve eternidad (pero a fin de cuentas, eternidad) y que para ellos había durado lo que un parpadeo, empezaron a sospechar que algo extraño estaba sucediendo.
Intentaron separarse pero les faltó la voluntad. Simplemente no querían. Estaban dulcemente atrapados en un beso interminable. Después de las horas pasaron los días, después de los días las semanas. Sintieron la debilidad propia de la inanición, la constricción de las necesidades más básicas. Pero no podían. No querían deshacer el beso en el que estaban ensimismados. El uno en el otro. Como dos Narcisos que se reconocían el uno en el deseo del otro.
Los encontró a las semanas el carpintero que había llevado al fin el mueble de la cocina. Algo sencillo para la pared que quedaba libre. Un espectáculo dantesco, fue la frase que eligió para describir lo que había presenciado. No tenía muy claro quién era Dante, pero le pareció de una forma intuitiva el adjetivo apropiado.
En el salón de los pasos perdidos, no pudiendo separarse y sin poder tampoco con el hambre, se habían devorado.
Intentaron separarse pero les faltó la voluntad. Simplemente no querían. Estaban dulcemente atrapados en un beso interminable. Después de las horas pasaron los días, después de los días las semanas. Sintieron la debilidad propia de la inanición, la constricción de las necesidades más básicas. Pero no podían. No querían deshacer el beso en el que estaban ensimismados. El uno en el otro. Como dos Narcisos que se reconocían el uno en el deseo del otro.
Los encontró a las semanas el carpintero que había llevado al fin el mueble de la cocina. Algo sencillo para la pared que quedaba libre. Un espectáculo dantesco, fue la frase que eligió para describir lo que había presenciado. No tenía muy claro quién era Dante, pero le pareció de una forma intuitiva el adjetivo apropiado.
En el salón de los pasos perdidos, no pudiendo separarse y sin poder tampoco con el hambre, se habían devorado.
5 comentarios:
Seguro que se pusieron a escuchar: "Devórame otra vez...".
Salu2
¡¡comerse a besos!! ¡¡me encanta este relato!!
glup!
Este relato resulta incluso divertido, me atrevería a decir, pero como siempre, precioso, me encanta, ¡qué mejor lugar para devorarse a besos que en el salón de los pasos perdidos!
Un saludo.
Sergio Pastor.
Que guai Antoniqui. Leyendo el micro me he trasladado a la época de mis primeros morreos. Esos eternos, que a falta de otros estímulos, era lo que teníamos.
Torcuato.
http://todonuevobajolaluna.blogspot.com/2010/03/haikus-1.html
Lo mío son arranques de caballo y paradas de burro.
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