miércoles, 17 de marzo de 2010

La poesía como una caja de tormentas. Visita al IES Santa María de los Baños de Fortuna


Yo me encontré con mi caja de tormentas por casualidad, un día buscando no sé qué de entre no sé qué otras cosas. Asómbrate, porque mi caja de tormentas tenía la forma de cualquier caja, ni más ni menos, una caja de cartón y además vacía. Al principio pensé en tirarla, en ponerle la etiqueta de “caja inservible”, pero pronto, al mirarla de otra manera, al darle la vuelta, me di cuenta de que podía servir para llenarla de cosas y empecé poco a poco a ir guardando los recortes de mi vida.

Un día leí entre sueños “El poeta Antonio Aguilar se ha enamorado” y al despertarme lo eché a la caja. Después, mientras iba por la calle ensimismado leyendo unos titulares del periódico me encontré con un pensamiento “Si el amor es bueno, enamorarse tiene que ser la leche” y lo eché también a la caja. Eché unos ojos entre verdes y azules, el recuerdo del mar, el paso del tiempo, pero no sólo el paso del tiempo que nos agobia porque no nos ha dado ese mismo tiempo a hacer nada, a hacer esto o aquello, sino el paso del tiempo que se ralentiza hasta llegar a ti, el de la impaciencia hasta que tú me escuchas. Y guardé también ese TÚ mayúsculo en mi caja de tormentas.

Pero las cosas por sí solas, como ideas, tienen querencia de las formas, pensé. Es decir, me dije, de forma más clara, necesitaba una hebra para ir tirando, para desenredar el ovillo de mis sentimientos, porque enamorarse es fácil, pero otra cosa es contarlo, es ponerlo por palabras. Afortunadamente en mi caja de tormentas encontré por azar un paralelismo, algo que había hallado días antes en una conversación entre dos señores. “La casa estaba llena, -le dijo el más alto. -Tu hijo parecía alegre –añadió el que a la sazón no tenía más remedio que ser el más bajo. Y me quedé con eso, con el sujeto (determinante y nombre, cogidos de la mano), con el verbo, con atributo. Y entonces me puse a escribir con mi caja al lado, con mi caja que había agitado una, dos, y hasta tres veces. Y escribí:

“LA CASA ESTABA LLENA
EL MAR VENÍA CANSADO
LA TARDE TRAÍA UN POCO DE LLUVIA
TUS OJOS ESTABAN CERCA
MIS MANOS ESTABAN LEJOS”.

Pero al leerlo me di cuenta de que podía cambiar cosas, de que podía podar aquel árbol, darle otra forma, un hermano gemelo. Y seguí:

“LA CASA ESTABA LLENA contigo,
Contigo (añadí porque así encadenaba los versos) EL MAR VENÍA ¿CANSADO? (y lo taché, y pensé, contigo el mar sólo podía venir alegre, muy alegre)
LA TARDE TRAÍA UN POCO DE LLUVIA
Pero (y escribí “pero”, porque no importaba la lluvia, ni las nubes si…) TUS OJOS ESTABAN CERCA, y aunque en un principio pensé que escribir que “mis manos estaban lejos” era una manera de acentuar el deseo, luego pensé que no, que aunque me gustaba el primer poema, éste también podría tener un hermano gemelo algo más feliz, más mío y dije:) Y MIS MANOS ESTABAN CERCA”.

Porque las manos tenían que estar cerca, cerca porque las manos son las que tocan, las que nos hacen que las cosas parezcan de verdad, las que palpan para asegurarnos que esto está ahí, que tal vez seas tú, que tu piel es suave, que tus palabras salen de tu boca, de tu cuerpo que también eres tú, la mitad de ti que puedo tocar, sentir, ver, oler.

¿Y así quedó la cosa?
Pues no lo sé porque las cosas tienen su tiempo y quién sabe dónde van a terminar, pero lo que sí empezaba a tener claro era lo que una caja de tormentas debería de tener dentro, y empecé a enumerar:

-TIEMPO. Para que todo se cueza en su tiempo justo. Ni antes, ni después. Justo en el momento oportuno.

-OJOS QUE MIRAN Y VEN.

-UN CORAZÓN QUE SE SORPRENDE.

-UN MONTÓN DE PALABRAS. Palabras mágicas porque lo mismo sirven para comprar el pan que para decirte lo que te quiero, lo que te odio, lo que te echo de menos, lo bien que estoy solo, lo feliz que me hace ser tu amigo, pensarte, escribirte, abrazarte…

-SIEMPRE LA MÚSICA. No es lo mismo decir que cantar, cantando las penas se espantan, las nubes se…, ritmos, cosas que se repiten, palabras, acentos, como las gotas de lluvia en la ventana, como las olas del mar, como los días uno tras otro… como el ruido del boli sobre la mesa, como las palmadas del profesor de taekwondo.

-Y UN TÚ QUE SERÁ UN YO CUANDO ESCRIBAS, un yo expansivo que quiere compartir con los demás su experiencia de vivir.

Fortuna, 16/03/2010.

6 comentarios:

Torcuato dijo...

Lo escrito se podría subtitular: "Mecánica poética"
Coges trozos de vida pensada y soñada y los unes cual mecano, sin pensar.
Te sale una vida que no te gusta y entonces la maquillas para convertirla en otra más ¿llevadera? pero más forzada, menos espontánea.

Saludos Antonio

Dyhego dijo...

ANTONIO:
Así me gusta que los poetas expliquen sus poemas. He aprendido mucho.
¡Y te hecho mucho de menos aunque soy tan perro que nunca te llamo!
salu2

Dyhego dijo...

Perdón, perdón, perdón..., puse "hecho de menos" con h.
¡No sé cómo expiar mi pecado!
Salu2

Torcuato dijo...

En mi anterior comentario no he querido ni mucho menos criticar. Era una semblanza con la vida. Y cuando digo "coges", "unes", etc me refiero, más bien, a lo que hacemos todos con nuestros respectivas vidas disfrazadas.


Saludo Antonio.

Antonio Aguilar dijo...

Torcuato, qué lástima que no critiques. Que no me importa. Este texto es verdad y posiblemente también una mentira. Es algo que surge así, volando. Mañana podría decir algo diferente y también sería verdad y mentira. Los poemas creo también son así. Pero a los poemas, pienso, les da igual nuestras verdades y nuestras mentiras, ellos beben de otra fuente, de otra verdad y de otra mentira que no necesita la verdad o la mentira de nuestras vidas para sustentarse.

Te envío estas palabras que espero estires y les des cuerpo, porque mi deseo es que tengan forma de abrazo.

Torcuato dijo...

Recibo tu abrazo. Te mando otro.

Saludos Antonio