En mitad de la noche me desvelo. Son las cinco de la mañana. La noche está cerrada. Por las fisuras de las lamas de la persiana se cuelan pequeños haces de luz que viajan de este a poninte o viceversa. Arrastran detrás un fular de motores diésel apenas perceptibles en mitad del sueño, pero que ahora retumban llenando la vigilia de un incómodo rumor. Noto sus movimientos. Noto su presencia en las otra habitación.
Tengo la respiración inquieta, alterada. En la oscuridad se confabulan los miedos de siempre, los más terribles. Cierro las manos. Debajo de la cama hay esquirlas de lunes roto, de martes por la tarde, de domingo noche. Aprieto las manos, noto las uñas contra el envés carnoso. Pongo la radio. Sólo se escucha una niebla oceánica. El mundo ha desaparecido o, al contrario, se ha hecho presente de una forma que me inquieta.
De pronto oigo sus pasos. Se acerca. Ya nada volverá a ser igual.
Tengo la respiración inquieta, alterada. En la oscuridad se confabulan los miedos de siempre, los más terribles. Cierro las manos. Debajo de la cama hay esquirlas de lunes roto, de martes por la tarde, de domingo noche. Aprieto las manos, noto las uñas contra el envés carnoso. Pongo la radio. Sólo se escucha una niebla oceánica. El mundo ha desaparecido o, al contrario, se ha hecho presente de una forma que me inquieta.
De pronto oigo sus pasos. Se acerca. Ya nada volverá a ser igual.
Yo lo sé, pero ¿lo sabe él?
2 comentarios:
Por lo que veo, comparto contigo la presencia bajo la cama de esquirlas de lunes roto, martes por la tarde y domingo noche. No se podría expresar mejor. Te admiro. Un abrazo
ANTONIO:
¡Límpiense más a menudo esas esquirlas de lunes roto que se quedan bajo la cama y el olor a suavizante mejorará los sueños más inquietos!
Salu2.
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