domingo, 16 de enero de 2011

No en mi nombre


Te levantas. Necesitas ver el mar. Toda la noche soñando con agua, con fondos azules, con profundidades abisales. Vuelas. Coges tu moto y sales camino del mar. Así que una hora después te desayunas frente al mar, tras pasar una espesa niebla que ha hecho que peligre tu aventura. Hay una torre, un monte que se adentra en las aguas. La luz es propicia para este día. Ves los erizos en el fondo del mar. La transparencia.

Ya en tu casa te enteras de que alguien ha agredido a un consejero. Enseguida los políticos lo enredan todo, nadie usa la agresión pero todos aluden a ella. Mañana verás, piensas, como al final terminan diciendo que todos los funcionarios somos unos violentos o todo lo contrario o esto o aquello. Los periódicos, como La verdad, tan sólo hablan de recorte de sueldo, pero por qué nadie cuenta la verdad completa, por qué nadie habla de la calidad de la enseñanza, del recorte del bonolibro, de los profesores de apoyo, del incremento inevitable, ya verás, de la ratio, de los recortes sociales, de la sensación de desvalimiento ante un gobierno que modifica los pactos laborales de forma unilateral. Pensabas que cuando aprobaste las oposiciones -y te costaron años de trabajo diario- firmabas un acuerdo y que un acuerdo implicaba dos partes. Pero más allá de eso vuelves al tema de la agresión. Nunca has justificado la violencia y menos ahora. Te parece aterrador que un grupo de desalmados agreda a un padre que va a recoger a su hijo. Y dices que no en tu nombre y lo repites, no en mi nombre.

Y no pensabas escribir nada hoy, pero has visto que alguien que firma como neutral te ha dejado un comentario invitándote a reflexionar sobre la agresión y te jode que a las alturas que estamos haya alguien que se declare neutral, como si esto no fuera con él o con ella, como si todo esto no le estuviera sucediendo a su realidad cotidiana, a su día a día. Tú eres practicante de la no violencia, pero no eres neutral, no puedes serlo. Y te asombra que todavía haya gente que defienda los intereses de uno u otro partido como si se tratara de un credo o que haya también por otro lado gente que se declare neutral y además te invite a escribir sobre la agresión porque claro dos entradas antes escribiste sobre las jodidas navidades que nos dio de forma vergonzosa la comunidad autónoma a sus trabajadores. E incluso te has sentido un poco culpable al principio, un poco culpable porque dijiste esta boca es mía. Y quizás eso es lo que ha motivado que escribas.

Por la tarde has salido a darte una vuelta. Buscas con la mirada a los corredores, lo has leído en la novela de Paul Auster, El país de las últimas cosas, un grupo de personas que tras un año de entramiento corren sin parar, con toda la intensidad de la que son capaces, hasta morir extenuados, literalmente. Pero no los has visto. En su lugar un hombre te ha parado, te ha preguntado por Jesús Abandonado, pero le has dicho que estaba lejos, que probara en el que está detrás de la policía, pero está cerrado, te dice, que no quiere dinero, que le bajes una barra de pan.



3 comentarios:

Dyhego dijo...

ANTONIO:
Estoy de acuerdo con lo que dices.
Lo has expresado muy bien.
Salu2.

neutral (y dubitativ@) dijo...

Y un poco menos neutral y un poco más satisfech@ al percibir que todavía queda gente capaz de defender sus ideas y también de dudar. Poca gente más peligrosa que aquella que nunca duda.
Muchas gracias y un saludo

Antonio Aguilar dijo...

Gracias a ti, por tu cordialidad pese a nuestra discusión bloguera. Aquí serás bienvenida o bienvenido.