lunes, 2 de mayo de 2011

Golondrinas y verano (remake)

Antonio López


Cuando era pequeño sabía que había llegado el verano por el vuelo de las golondrinas. Entonces los calendarios no siempre regían las estaciones, al contrario, otras cosas más livianas en apariencia decían estamos aquí, ha llegado el verano, ya es primavera. Así, por ejemplo, una camiseta corta regalada en febrero hacía que quisiéramos ser verano, un poco de ese verano en el que por otra parte el simple anhelo de una manga larga a su vez adelantaba en varios meses el invierno siguiente. Las golondrinas entraban en la plaza de los cerezos, volaban, trazaban giros imposibles, piaban de una forma viva y enérgica. ¿Cómo volar así? Pura energía. Y yo me quedaba mareado -en parte por la astenia primaveral- respirando esa luz que ya olía de otra forma, como si el verano pudiera tener un olor y el olor fuera ése. De pronto las noches se hacían cortas, de pronto hacía mucho calor, el cuerpo traspiraba, tenías unas ganas terribles de vivir. Y pensé en cómo una cosa tan pequeña y tan oscura podía traer el verano infinito y luminoso. Y no encontraba nunca respuesta. Han pasado los años y sigo sintiendo lo mismo. Hoy me he dado cuenta, de pronto, al salir al mundo por mi calle, que de nuevo estaba el verano aquí. Las he visto, me he vuelto hacia atrás, a los diez años, cuando el mundo aún era interesante sin esfuerzos, lleno de asociaciones sorprendentes, de significados no siempre posibles para los significantes del mundo. Y las he visto revolotear por mi calle. Es verano, me he dicho, es verano de nuevo. Y cuando he vuelto a casa he buscado un poema que había esbozado hace seis o siete años en la Residencia de estudiantes de Madrid, porque sabía que esto ya lo había escrito:


Entre las copas de los árboles –dice el poema-

la mano del invierno se despereza.

Sobre los edificios,

a los lejos, se escuchan

los cantos estridentes de las aves

que hilvanan un zurcido negro

en el azul de la mañana.

La fresca vaharada de la acequia

canta su cantinela:

es la luz del verano

la que se escapa entre los dedos.


Y al terminar de releerlo me he sentido feliz. Hay cosas que no cambian, me he dicho, y está bien que no lo hagan.

1 comentario:

Dyhego dijo...

ANTONIO:
Si es que la primavera resucita...
Salu2