Buscando entre los libros y revistas de mi biblioteca me encontré, también tengo que decir que por azar, los viejos volúmenes de la revista Casa subterránea. Estuve hojeándolos. Daba saltos de acá por allá, saltos que de alguna manera también lo eran en el tiempo. Hace unos doce o trece años de aquella revista que José Óscar, Diego y yo empezamos a confeccionar para salir un poco del aburrimiento de las oposiciones.
De entonces encontré este poema que luego no apareció en ningún otro sitio. Aún aceptando que cambiaría algunas cosas, entre ellas ese tono tan elegíaco que gastaba entonces y con el que tanto disfrutaba, creo que merece la pena desempolvarlo. Por lo menos para mí.
De entonces encontré este poema que luego no apareció en ningún otro sitio. Aún aceptando que cambiaría algunas cosas, entre ellas ese tono tan elegíaco que gastaba entonces y con el que tanto disfrutaba, creo que merece la pena desempolvarlo. Por lo menos para mí.
Como llega el invierno a veces llega el tiempo
breve de la mudanza. Van pasando las fechas
y sientes en tu cara un frío de estaciones
que cae con las hojas del anuario. A veces
cuando era inevitable, con la voz impostada,
hablabas de pasiones pequeñas como perros
amaestrados, solías acariciar sus lomos
con el cariño afable con que un amo responde
a la fiel obediencia. Pero hoy te invade el tiempo
al pensar en las cosas pequeñas que te hicieron
más fácil la rutina, que ocupan nuestros días
con sus formas sutiles, tal vez trivializadas
por el uso constante y la mudanza que ha ido
creciendo con tu vida. Y hoy es un día de esos
con la ventana abierta de par en par al viento
del norte, al viento gélido que anuncia la derrota.
Pronto vendrá quien dé nuevas alas al viento
del sur, al viento cálido que anuncia la victoria.
Para ese tiempo breve de la frontera escribo,
por ti, mi viejo Ford del año ochenta y tres.
1 comentario:
un abrazo de tu amigo dani me encanta releerte
Publicar un comentario