Desde que había vuelto a aquella casa me acompañaban nuevas costumbres. Después de hacer el amor dejaba que el agua de la ducha discurriese por mi cuerpo -independientemente de la estación del año- fría. Además no me enjabonaba, me agradaba volver a la cama con ese olor del sexo aún latente en los pliegues profundos de mi piel.
Me acerqué a su lado y dejé caer mi albornoz mientras ella estaba pensativa entre las mantas. Los cristales tintados coloreaban nuestra piel con tonalidades rosáceas. Ya no éramos tan jóvenes. Y cuando dije ahora, dio la impresión de que ella aún recordaba los años en los que sí lo habíamos sido.
Busqué el abrigo de su cuerpo y acurruqué la cabeza en su vientre. Toqué sus piernas y luego acaricié su pubis que aún permanecía desnudo. Recordé entonces unos versos de Bukowski, que habían estado dormidos en mi cabeza durante años y que despertaban precisamente ahora como una flor bajo la lluvia, pensé.
Teníamos dinero suficiente, vivíamos desligados de obligaciones perentorias: nada de hijos, nada de animales domésticos, sólo unas pocas plantas en este mundo. Me sentí afortunado. Y volví a decir ahora o nunca, buscando su complicidad.
5 comentarios:
Ese "ahora"
Me quedo con la frase....."Ya no eramos tan jovenes", el paso del tiempo, el tiempo que ha veces no ven nuestros ojos......
¡ Fantástico!
Glup!
La cicatriz (un poco queloide) de la chica de la fotografía me trae tantos recuerdos...
Bueno, este cuento no es una cicatriz, en realidad no sé lo que es, pero canta a la vida,a esos momentos de decisión que tiene uno y que buscan la complicidad del otro. Ahora o nunca.
Me gustó la foto anónima. La cicatriz añade vida, es, pese al dolor que implica, algo hermoso.
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