Antonio A. se sentía solo. La tarde anterior había quedado con una amiga, una antigua compañera con la que se había reencontrado en navidad después de varios años. Se sentía feliz a su lado, aunque dudaba ahora sobre si habría sido capaz de transmitirle ese júbilo, esa alegría que había sentido incluso antes de verla llegar a la puerta de los cines donde quedaron. Después de dos horas de café le propuso pasear y ella aceptó, o tal vez fue al revés. Lo cierto es que fue increíble pasear con ella (últimamente a las mujeres que conocía no les gustaba andar, se movían en coche, limusina, alfombra mágica e incluso hubo alguna que lo hizo en escoba).
Fue muy hermoso pasear con ella, se repetía a sí mismo. Él la hubiera cogido del brazo, tal vez de la cintura, mientras paseaban por las calles de Murcia sin rumbo fijo. Esta era una imagen bastante exacta de lo que ahora era la vida para él. Había un bullicio especial, era el día de la cabalgata de los Reyes Magos. Sólo por eso se la hubiera llevado en una pequeña cajita con un lazo de satén para despertarse al día siguiente con ella al lado como regalo de navidad, aunque a lo mejor, pensaba ahora, ella no habría estado del todo de acuerdo ni en los detalles ni en el envoltorio ni en las circunstancias.
Antonio A. había decidido pasar la mañana del día de Reyes también paseando, pero esta vez por la huerta y solo. Sacó unas fotos de las moreras en invierno, nervudas, suplicantes, podadas una y otra vez, siempre esperando una nueva primavera para sus tiernos brotes. Luego en su casa se sentó en el salón y empezó a escribir estas líneas. Podía decir lo que quisiera sin miedo a que ella lo leyese y discrepara de los detalles y de las intenciones, ya que su amiga posiblemente nunca acabase por este ni por ningún blog, pues para ella cortar y pegar eran voluntariamente aún tareas manuales, que poco tenían que ver con los ordenadores.
Cuando terminó de escribir estas líneas Antonio A. ya no se sentía tan solo, tal vez, pensó, porque nunca lo había estado.
Fue muy hermoso pasear con ella, se repetía a sí mismo. Él la hubiera cogido del brazo, tal vez de la cintura, mientras paseaban por las calles de Murcia sin rumbo fijo. Esta era una imagen bastante exacta de lo que ahora era la vida para él. Había un bullicio especial, era el día de la cabalgata de los Reyes Magos. Sólo por eso se la hubiera llevado en una pequeña cajita con un lazo de satén para despertarse al día siguiente con ella al lado como regalo de navidad, aunque a lo mejor, pensaba ahora, ella no habría estado del todo de acuerdo ni en los detalles ni en el envoltorio ni en las circunstancias.
Antonio A. había decidido pasar la mañana del día de Reyes también paseando, pero esta vez por la huerta y solo. Sacó unas fotos de las moreras en invierno, nervudas, suplicantes, podadas una y otra vez, siempre esperando una nueva primavera para sus tiernos brotes. Luego en su casa se sentó en el salón y empezó a escribir estas líneas. Podía decir lo que quisiera sin miedo a que ella lo leyese y discrepara de los detalles y de las intenciones, ya que su amiga posiblemente nunca acabase por este ni por ningún blog, pues para ella cortar y pegar eran voluntariamente aún tareas manuales, que poco tenían que ver con los ordenadores.
Cuando terminó de escribir estas líneas Antonio A. ya no se sentía tan solo, tal vez, pensó, porque nunca lo había estado.
12 comentarios:
Que bonito Antonio, ya era hora de que escribieras algo nuevo, que han sido muchos los días en los que me metía en tu blog y no había nada nuevo y es que parece que en estos días el frío ha llegado para quedarse entre nosotros como tú dijiste, haber si un jueves que pueda hablamos un poco.
Un Saludo y sigue escribiendo así de bien.
Sergio Pastor.
me encantaría compartir alguno de esos paseos, ya no solo por el placer de tu compañia si no por el gustazo de leerlo despues en tu maravilloso blog, se hizo larga la espera hasta tu útlima entrada.
Tu pequeña admiradora y soñadora.
Vale la pena esperar.
Antonio A. nunca esta solo.
No solo por las razones evidentes.
Cuando Antonio A. pasea solo, es perseguido por pavesas invisibles: futuros versos incandescentes: una constelacion sin nombre todavia, hasta que el no la nombre; y un calor pequeñito alrededor, del que A. A. nunca podra librarse.
Cuando el texto es bueno, uno disfruta, pero además cuando quién lo escribe es un amigo y puedo leer todo y comprender un poco más de lo que se lee, entonces gozo.
Un abrazo AMIGO
Los pequeños placeres de la vida son baratísimos: un paseo, un café de dos horas, una agradable compañía, una conversación sobre lo humano y lo divino (+humano y -divino,jejeje).
Sea usted feliz, siempre, mi buen amigo.
D.M.G.
que bonito
que bonito
¡Precioso!
Y he sabido que dentro de poco haces compañía a Javi Moreno y su Click ¿quién dijo soledad?
Bueno, muchas gracias a todos. Creo que vuestros comentarios también forman parte de mi regalo de reyes. Quizás hoy más que nunca tenga que daros las gracias, no sé, porque me apetece. Incluso a aquellos que se manifiestan desde anonimatos que nadie leerá, porque veo que os preocupáis, que estáis ahí. Y no digo más que luego todo se sabe.
Ha marecido la pena esperar, bueno, yo no conocía tu blog. También el mio es nuevo y además hemos eligido el mismo diseño. Es bonito lo que escribes, muy bonito.
Publicar un comentario