jueves, 1 de septiembre de 2011

Los amores del pulpo



Painlevé me explica, a su manera, que los motores a reacción están inspirados en las larvas de las libélulas. Es cosas extraña, pero lo es. Painlevé me explica también que él no come pulpo, porque sus ojos lo miran con una expresividad también extraña y cambia de color si está triste o nada alegre entre los corales del fondo del mar.

Es Painlevé quien, hablando así, desde el más allá, llena dos páginas del periódico sosteniendo una estrambótica cámara de cine submarina o subido en un avión de papel con Einsenstein. Son cosas de Peinlevé. Hace unas horas no sabía ni quién era este Peinlevé ni a qué dedicaba su tiempo libre, pero en verano se cuelan en las páginas de los periódicos estas cosas y de pronto es noticia que el Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) de París le dedique una exposición importante, como ellos dicen, a Jean Painlevé, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Y leo estas páginas que de no ser así estarían ocupadas por el careto de un político o lo que es peor por un político entero.

1 comentario:

Dyhego dijo...

ANTONIO:
Pues le haremos un huequecico.
Salu2.