Fue ayer. Serían las cuatro de la tarde. El viaje desde Norfolk no había sido especialmente tedioso. La siesta envilece la conducción. Llegamos a la Torre derribada, donde los camaleones viven su paciente invisibilidad. Había oleaje. El mar había levantado una pátina oscura de algas. ¿Es el mar un camaleón? Y nos adentramos hacia el norte entonces.
Pasamos unas viejas casas frente al pequeño malecón que resiste al azul y al mar.
Como un guijarro, canto rodado, las olas nos zarandeaban.
Y no nos importó.
Pasamos unas viejas casas frente al pequeño malecón que resiste al azul y al mar.
Como un guijarro, canto rodado, las olas nos zarandeaban.
Y no nos importó.
2 comentarios:
ANTONIO:
Tampoco me importaría a mí en lo más mínimo estar ahora mismo en ese malecón...
Salu2 acuáticos.
Parece el inicio de una novela que nos deja con ganas de mas. Muy interesante. Saludos.
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