Murcia. 24/05/2010
A mi amigo Antonio Sánchez-Carrasco
¿Qué hace un músico argentino en Israel? ¿Por qué el autor del texto sueña con ese músico argentino orando frente al muro de las lamentaciones? ¿Por qué lleva una camiseta estampada con una viñeta de una dibujante persa donde se puede leer “Punk is not dead”? ¿Qué pasa con el arte cuanto está constreñido por las disputas humanas? Todos salen y entran de la cabeza del autor que intenta en un último esfuerzo poner orden a todo esto en una serie de frases que no son más que un sinsentido. ¿Pero lo son?
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Dos cosas simplemente quiero decir esta noche y una aún no la sé. Sé que es extraño que alguien se presente a dar una charla y que tan sólo vaya a decir dos cosas y además afirme que una de esas dos cosas no la sabe, es extraño y temerario, porque no parece la mejor de las maneras de llamar la atención. O tal vez sí. Una de esas dos cosas que quería decir esta noche la podría decir ya, podría impostar la voz y anunciar la primera cosa que tengo que decir y que, sin duda, voy a decir… pero no, aún no, aún no es el momento, aunque es obvio que la tendré que decir y no tarde. La diré, me reafirmo, antes o después.
Sé, desde que empecé a escribir estas palabras, que no iba a ser fácil nada en absoluto, mi tema es tan abstracto, pensé en un primer momento, que en realidad me permitiría hacer lo que quisiera, y eso fue lo primero que valoré, qué suerte, me dije, puedo hacer lo que quiera. Pero a veces este tipo de libertades lo encorsetan a uno más que si tuviera un guión, más que si alguien me hubiera dicho, querido Antonio, coma, siga usted mis indicaciones al pie de la letra, no divague, que para eso ya están los tertulianos, céntrese, desarrolle un tema, que será éste, hágalo con orden, piense que son las once de la noche, que es lunes, que está en Murcia. Dios mío, habría de pensar seguramente ese Antonio, que se desdobla ahora de mí como por arte de magia, cuántas reglas, pero después sería fácil, iría desplegando el guión, dándole contenido, una cosa detrás de la otra. Así que ante esta propuesta tan abstracta finalmente decidí contestar con este texto tan concreto y tan extraño y tan increíble e incierto de contar.
Entonces, cuando escribo esto, son las doce de la noche de un sábado. Empiezo y necesito una frase para continuar. Porque necesito vuestra comprensión, vuestra atención desde el principio, necesito que me sigáis de la mano, paso a paso, porque lo que voy a contar no es fácil de contar, porque lo que voy a decir es increíble y cierto a la vez, como las paradojas, una cosa increíble y cierta de contar.
El 28 de abril de 2010 abro mi correo electrónico y leo, no recuerdo bien el orden, pero tal vez en tercer o cuarto lugar, el siguiente mensaje: Charly García en Israel. Inmediatamente me pregunto algo que de pronto se vuelve una cuestión perentoria ¿quién es Charly García? A lo que añado, sin mucha espera: ¿por qué es noticia que Charly García esté en Israel? Y apunto seguidamente, quizás lo que más me inquieta: ¿quién ha podido considerar que a mí me interesaría esta noticia?
Es entonces cuando despliego el programa de Murcia Tres Culturas y vuelvo a leer: Relaciones poéticas de la multiculturalidad. Así que ahí estoy frente al ordenador, tengo un tema y un músico argentino, dos cosas que no sé si seré capaz de relacionar, en el caso de que tengan relación y además y sobre todo tengo un montón de preguntas, que si bien no me acucian, empiezo a rumiarlas, despacio, sabiendo que a poco que me ponga esta noche ya no dormiré bien, que seguramente me sobresaltaré en mitad del sueño para apuntar algo en mi cuaderno, que apunte una frase, una frase con la que podría empezar ahora, algo ocurrente, un hilván del que ir tirando para deshacer el ovillo que aún no se ha formado. ¿Quién –me vuelvo a preguntar- está interesado en que yo sepa que Charly García esté en Israel? Y no lo sé, pero como soy dado a especular y a ver confabulaciones donde no siempre las hay, no siempre, repito, no me pilla por sorpresa ver cómo esa frase va tomando cuerpo en mi cabeza. ¿Es casualidad que reciba esta noticia en el preciso instante en el que me pongo a escribir para mi colaboración en el ciclo de las Tres Culturas? ¿Está alguien intentando que escriba sobre Charly García? ¿Hay alguien, quién sabe, si una organización más o menos clandestina, queriendo que yo escriba sobre Charly e Israel?
Afortunadamente me saca de mis divagaciones una leve molestia en el bolsillo de atrás de mis vaqueros. He dicho afortunadamente y no sé aún si esa molestia entra en esa valoración de actos felices. Es el programa de la maltrecha Filmoteca Regional, que quién sabe si devorará la crisis a bocaditos pequeños o a dentelladas, quién sabe. Es el programa del mes de mayo. Leo que hay un ciclo sobre la otra mirada donde se han programado El globo blanco, Buda explotó por vergüenza, entre otras películas y la adaptación del cómic de Marjane Satrapi, Persépolis.
Pero lo descarto por demasiado obvio, demasiado fácil hablar de un músico argentino en Israel y una dibujante persa vistos por un escritor murciano. Demasiado fácil, pienso, demasiado recurrente, tres vértices manidos. Así que cierro los ojos y levanto la cabeza y me froto la cuenca de esos ojos que están en esa cabeza y decido que ya está bien, que para empezar, esto está siendo un desastre y que como todo desastre digno es mejor ahorrarse las explicaciones sobre por qué fracasó y cómo y cuándo y… Vale. Así que me voy a ir a la cama y sigo sin saber qué hacer con este título, Relaciones poéticas de la multiculturalidad, que me repito una y otra vez para intentar exorcizarlo. Ahora, al releer este texto me doy cuenta de que hay una verdad en todo estas palabras, de que las tres culturas, en última instancia, están vivas en Murcia, que no hay que rescatar un pasado remoto, que por otro lado, esto no es tan propio y sobresaliente de Murcia, si no que, me da a mí la impresión, es ya un fenómeno generalizado, el eclecticismo, aunque tal vez, y esto sí es a favor de la ciudad, hay culturas más proclives, tolerantes y permeables ante esta si no fusión sí al menos convivencia cultural.
Antes de dormirme barajo la posibilidad de volver sobre la idea, y si no es tan azarosa la idea, y si la idea no es tan mala, pese a que sea tan obvia. ¿Y si no es tan azaroso que Charly García y Marjane Satrapi hayan aparecido en mi vida de pronto? ¿Y si hay alguien intentando escribir el artículo-ponencia por mí? ¿Y si alguien intenta, quién sabe, si ese grupo de presión de poetas por la multiculturalidad, que ya va tomando forma en mi cabeza, intenta que escriba por ellos sobre el músico argentino y que lo relacione, también por ellos, con Marjane Satrapi y con Murcia? ¿Y qué más pienso? ¿Y qué más?
Y decido que hay que hacer caso a las primeras impresiones y que la idea de irse a la cama no estaba tan mal, pero que también valoraré que es aceptable querer estar alerta, y no sólo por lo que digan esas señales sino también, y esto quizás se vuelve lo más importe, por lo que pretendan que haga.
El viernes 7 de mayo escribo en mi blog una entrada que doy en llamar Primera noticia de Charly García de la que voy a leer unos extractos para situar al músico:
“Charly García es un músico argentino que toca, que está vivo, que suena. Podría, leo en la wikipedia, haber sido músico clásico, pero no, él decidió ser moderno, y clásico. Al leer las notas biográficas del músico uno cree apreciar un intento de manipulación. ¿Es Charly un Mozart redivivo? No sé. Lo sientan delante de un piano con cinco o seis años y toca. Con tres años, se lee en otro sitio, ya va al conservatorio, con doce es profesor, tiene eso que los músicos llaman oído absoluto. Pero yo me resisto a verlo como uno de esos niños góticos que recitan de memoria La canción del pirata o tocan un Para Elisa con virtuosismo sentados en un banco con calzas. Porque si uno busca alguna foto de Charly García se puede sorprender, también buscando alguna noticia por casualidad, puede encontrarse con que Charly García destroza una habitación de hotel al discutir con su compañero de grupo, que Charly García es detenido, que Charly García se tira de un décimo piso y cae a la piscina. Que Charly García es suspendido del ejército al pasear a un muerto en una silla de ruedas, que Charly García lleva las uñas pintadas, que Charly tiene un bigote blanco y también negro, que Charly parece sacado de una juerga con Pepi, Luci y también Bom. Y entonces, ¿qué hace en Israel?, ¿qué hace tocando este músico en Israel? ¿quién es Charly García en Israel?, ¿habrá hoteles lo suficientemente altos?, ¿habrá mueblebar en su habitación? ¿Hay alguien manipulándome -me vuelvo a preguntar- para que escriba sobre Charly García? ¿Quién ha colocado en google una imagen de Charly García con Persépolis de Marjane Satrapi debajo del brazo? ¿Hay alguien inventándose a Charly García? ¿Existe Israel?”
Al día siguiente veo que mi entrada ha suscitado algún comentario, en general comentarios neutros, amables las más de las veces, pero entre todos ellos hay uno que me inquieta, porque no es otra cosa que la constatación de lo que hasta ese momento no era más que una sospecha a las claras infundada. Aunque luego lo he parafraseado en otra entrada con ligeras variaciones, el mensaje dice textualmente: “Se está usted precipitando, repito, se está usted precipitando. Israel existe, pero y usted, ¿existe usted?”
De no haber leído ese mensaje quizás habría desistido de seguir por esta línea, pero ahora no. Porque es tan cierto que existo como que hay una conspiración y reflexiono sobre la facilidad con que el mundo de los sueños salta al de la realidad y se confunden hasta el punto de no poder distinguirse. “No sé si al final de esta calle empieza la calle real”, dice un personaje de una novela para adentrarse después en un callejón sin salida y saltar frente al muro franco y aparecer en otra ciudad y en otro tiempo, como mi Charly García, el que yo he ido recreando a mi antojo, que aparece en Israel, que aparece orando frente al muro de los lamentos, como dice un diario peruano que da cuenta en internet de la noticia, pese a no ser judío, pese a no ser Charly García y no estar en Israel si no en mi cabeza, en una conspiración que avanza por mi cabeza. Así que si yo existo, como añado en mi siguiente entrada- porque con toda mi ingenuidad me miro y me encuentro delgado, alérgico, espiritualizado, pero estoy, dios mío, estoy, aunque me pregunte entonces si será suficiente estar para ser y me reproche no haber prestado más atención en las clases de filosofía, pienso -y termino la frase- que si yo existo, por qué no va a existir un músico argentino que viaja a Israel para tocar con su banda mientras lleva puesta una camiseta negra con un dibujo de Marjane Satrapi.
A la mañana siguiente me levanto con la sensación de haber dormido mucho, de haber dormido a pierna suelta durante horas. Estiro la mano, enciendo la luz y leo en mi cuaderno las cosas que he apuntado en mitad de la noche con una caligrafía calamitosa, cosas que, sin embargo, no recuerdo haber escrito. Así que trato de reconocer en mi letra algo que sostenga la idea incipiente de que efectivamente existe ese grupo de poetas por la multiculturalidad, que han allanado mi morada en mitad de la noche y han imitado mi letra mientras yo dormía posiblemente narcotizado, que han trazado mi letra teniendo en cuenta todos los detalles de mi mano siniestra, pero que algo se les escapa, pienso, algo imperceptible para ellos pero claramente visible para mí y que pone de manifiesto la conspiración; así que leo, observo y qué puedo decir, qué puedo hacer si no admitir que no entiendo nada de grafología por más que guiñe los ojos en un gesto aprendido y que allí, en mi cuaderno, no hay ninguna señal de alarma.
Y leo como en una letanía las frases que supuestamente he ido escribiendo:
-Primero, alguien quiere que escriba sobre Charly García.
-Segundo, alguien quiere que hable de Charly García en Israel.
-Tercero, alguien quiere que sueñe con Charly García tocando en el anfiteatro romano de Cesárea con una camiseta ilustrada por Marjane Satrapi, donde aparece una joven rebelde arrastrada por dos fundamentalistas en cuya camiseta, como si se tratara de una caja china de camisetas negras, se puede leer “Punk is not ded”
-Cuarto, Bohumil Hrabal me vigila desde un tejado escribiendo rigurosamente para mí, aunque ninguno de los dos lo sepamos.
-Quinto, decir dos cosas a veces es decir mucho.
-Sexto, Vivo sólo y a veces somos demasiados.
-Séptimo, es tarde para tener una frase con la que empezar, pero no una frase con la que terminar, una frase, por ejemplo, de la canción Cinema verité de Charly García, que canto en voz baja, para no estropear, porque yo también nací para mirar lo que pocos quieren ver.
Al final hay algo apuntado, pero la caligrafía es ilegible ya. No sé qué he escrito, qué es lo que se ha perdido para siempre. Llegado ese punto tengo que reconocer que esa frase con la que empecé, la de las dos cosas que iba a decir y que además una no la sabía, no era más que la técnica del macguffin, la manera de crear un suspense en la trama que luego no tendría más relevancia.
También llegado este momento veo cómo la ficción y la realidad se confunden con facilidad, pero también cómo la realidad se confunde en esa ficción. Si la realidad y la ficción pueden confundirse, por qué no las cosas, las ideologías, los colores de la piel, el kipá y el solideo cristiano. Y pienso que alguien quiere que lo confunda todo para demostrar que el arte está por encima de las fronteras y de las diferencias, alguien, tal vez ese lobby de presión cultural de los poetas por la defensa de la multiculturalidad, para demostrar precisamente que el arte está por encima de las confrontaciones de los hombres de cada momento, esos que desaparecen a poco que pasen cien años y que son sustituidos por otros iguales o al menos parecidos. Y por qué no, pienso, por qué no pensar ahora que esta es una de esas dos cosas que quería decir al inicio de todo, que el arte está por encima y que es una mirada crítica sobre esa realidad. Y entonces, me doy cuenta de que en realidad tengo las dos ideas. Porque, añado, que si no es así, si el arte no está por encima en una realidad multicultural e integradora, tal vez debería estarlo.
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Dos cosas simplemente quiero decir esta noche y una aún no la sé. Sé que es extraño que alguien se presente a dar una charla y que tan sólo vaya a decir dos cosas y además afirme que una de esas dos cosas no la sabe, es extraño y temerario, porque no parece la mejor de las maneras de llamar la atención. O tal vez sí. Una de esas dos cosas que quería decir esta noche la podría decir ya, podría impostar la voz y anunciar la primera cosa que tengo que decir y que, sin duda, voy a decir… pero no, aún no, aún no es el momento, aunque es obvio que la tendré que decir y no tarde. La diré, me reafirmo, antes o después.
Sé, desde que empecé a escribir estas palabras, que no iba a ser fácil nada en absoluto, mi tema es tan abstracto, pensé en un primer momento, que en realidad me permitiría hacer lo que quisiera, y eso fue lo primero que valoré, qué suerte, me dije, puedo hacer lo que quiera. Pero a veces este tipo de libertades lo encorsetan a uno más que si tuviera un guión, más que si alguien me hubiera dicho, querido Antonio, coma, siga usted mis indicaciones al pie de la letra, no divague, que para eso ya están los tertulianos, céntrese, desarrolle un tema, que será éste, hágalo con orden, piense que son las once de la noche, que es lunes, que está en Murcia. Dios mío, habría de pensar seguramente ese Antonio, que se desdobla ahora de mí como por arte de magia, cuántas reglas, pero después sería fácil, iría desplegando el guión, dándole contenido, una cosa detrás de la otra. Así que ante esta propuesta tan abstracta finalmente decidí contestar con este texto tan concreto y tan extraño y tan increíble e incierto de contar.
Entonces, cuando escribo esto, son las doce de la noche de un sábado. Empiezo y necesito una frase para continuar. Porque necesito vuestra comprensión, vuestra atención desde el principio, necesito que me sigáis de la mano, paso a paso, porque lo que voy a contar no es fácil de contar, porque lo que voy a decir es increíble y cierto a la vez, como las paradojas, una cosa increíble y cierta de contar.
El 28 de abril de 2010 abro mi correo electrónico y leo, no recuerdo bien el orden, pero tal vez en tercer o cuarto lugar, el siguiente mensaje: Charly García en Israel. Inmediatamente me pregunto algo que de pronto se vuelve una cuestión perentoria ¿quién es Charly García? A lo que añado, sin mucha espera: ¿por qué es noticia que Charly García esté en Israel? Y apunto seguidamente, quizás lo que más me inquieta: ¿quién ha podido considerar que a mí me interesaría esta noticia?
Es entonces cuando despliego el programa de Murcia Tres Culturas y vuelvo a leer: Relaciones poéticas de la multiculturalidad. Así que ahí estoy frente al ordenador, tengo un tema y un músico argentino, dos cosas que no sé si seré capaz de relacionar, en el caso de que tengan relación y además y sobre todo tengo un montón de preguntas, que si bien no me acucian, empiezo a rumiarlas, despacio, sabiendo que a poco que me ponga esta noche ya no dormiré bien, que seguramente me sobresaltaré en mitad del sueño para apuntar algo en mi cuaderno, que apunte una frase, una frase con la que podría empezar ahora, algo ocurrente, un hilván del que ir tirando para deshacer el ovillo que aún no se ha formado. ¿Quién –me vuelvo a preguntar- está interesado en que yo sepa que Charly García esté en Israel? Y no lo sé, pero como soy dado a especular y a ver confabulaciones donde no siempre las hay, no siempre, repito, no me pilla por sorpresa ver cómo esa frase va tomando cuerpo en mi cabeza. ¿Es casualidad que reciba esta noticia en el preciso instante en el que me pongo a escribir para mi colaboración en el ciclo de las Tres Culturas? ¿Está alguien intentando que escriba sobre Charly García? ¿Hay alguien, quién sabe, si una organización más o menos clandestina, queriendo que yo escriba sobre Charly e Israel?
Afortunadamente me saca de mis divagaciones una leve molestia en el bolsillo de atrás de mis vaqueros. He dicho afortunadamente y no sé aún si esa molestia entra en esa valoración de actos felices. Es el programa de la maltrecha Filmoteca Regional, que quién sabe si devorará la crisis a bocaditos pequeños o a dentelladas, quién sabe. Es el programa del mes de mayo. Leo que hay un ciclo sobre la otra mirada donde se han programado El globo blanco, Buda explotó por vergüenza, entre otras películas y la adaptación del cómic de Marjane Satrapi, Persépolis.
Pero lo descarto por demasiado obvio, demasiado fácil hablar de un músico argentino en Israel y una dibujante persa vistos por un escritor murciano. Demasiado fácil, pienso, demasiado recurrente, tres vértices manidos. Así que cierro los ojos y levanto la cabeza y me froto la cuenca de esos ojos que están en esa cabeza y decido que ya está bien, que para empezar, esto está siendo un desastre y que como todo desastre digno es mejor ahorrarse las explicaciones sobre por qué fracasó y cómo y cuándo y… Vale. Así que me voy a ir a la cama y sigo sin saber qué hacer con este título, Relaciones poéticas de la multiculturalidad, que me repito una y otra vez para intentar exorcizarlo. Ahora, al releer este texto me doy cuenta de que hay una verdad en todo estas palabras, de que las tres culturas, en última instancia, están vivas en Murcia, que no hay que rescatar un pasado remoto, que por otro lado, esto no es tan propio y sobresaliente de Murcia, si no que, me da a mí la impresión, es ya un fenómeno generalizado, el eclecticismo, aunque tal vez, y esto sí es a favor de la ciudad, hay culturas más proclives, tolerantes y permeables ante esta si no fusión sí al menos convivencia cultural.
Antes de dormirme barajo la posibilidad de volver sobre la idea, y si no es tan azarosa la idea, y si la idea no es tan mala, pese a que sea tan obvia. ¿Y si no es tan azaroso que Charly García y Marjane Satrapi hayan aparecido en mi vida de pronto? ¿Y si hay alguien intentando escribir el artículo-ponencia por mí? ¿Y si alguien intenta, quién sabe, si ese grupo de presión de poetas por la multiculturalidad, que ya va tomando forma en mi cabeza, intenta que escriba por ellos sobre el músico argentino y que lo relacione, también por ellos, con Marjane Satrapi y con Murcia? ¿Y qué más pienso? ¿Y qué más?
Y decido que hay que hacer caso a las primeras impresiones y que la idea de irse a la cama no estaba tan mal, pero que también valoraré que es aceptable querer estar alerta, y no sólo por lo que digan esas señales sino también, y esto quizás se vuelve lo más importe, por lo que pretendan que haga.
El viernes 7 de mayo escribo en mi blog una entrada que doy en llamar Primera noticia de Charly García de la que voy a leer unos extractos para situar al músico:
“Charly García es un músico argentino que toca, que está vivo, que suena. Podría, leo en la wikipedia, haber sido músico clásico, pero no, él decidió ser moderno, y clásico. Al leer las notas biográficas del músico uno cree apreciar un intento de manipulación. ¿Es Charly un Mozart redivivo? No sé. Lo sientan delante de un piano con cinco o seis años y toca. Con tres años, se lee en otro sitio, ya va al conservatorio, con doce es profesor, tiene eso que los músicos llaman oído absoluto. Pero yo me resisto a verlo como uno de esos niños góticos que recitan de memoria La canción del pirata o tocan un Para Elisa con virtuosismo sentados en un banco con calzas. Porque si uno busca alguna foto de Charly García se puede sorprender, también buscando alguna noticia por casualidad, puede encontrarse con que Charly García destroza una habitación de hotel al discutir con su compañero de grupo, que Charly García es detenido, que Charly García se tira de un décimo piso y cae a la piscina. Que Charly García es suspendido del ejército al pasear a un muerto en una silla de ruedas, que Charly García lleva las uñas pintadas, que Charly tiene un bigote blanco y también negro, que Charly parece sacado de una juerga con Pepi, Luci y también Bom. Y entonces, ¿qué hace en Israel?, ¿qué hace tocando este músico en Israel? ¿quién es Charly García en Israel?, ¿habrá hoteles lo suficientemente altos?, ¿habrá mueblebar en su habitación? ¿Hay alguien manipulándome -me vuelvo a preguntar- para que escriba sobre Charly García? ¿Quién ha colocado en google una imagen de Charly García con Persépolis de Marjane Satrapi debajo del brazo? ¿Hay alguien inventándose a Charly García? ¿Existe Israel?”
Al día siguiente veo que mi entrada ha suscitado algún comentario, en general comentarios neutros, amables las más de las veces, pero entre todos ellos hay uno que me inquieta, porque no es otra cosa que la constatación de lo que hasta ese momento no era más que una sospecha a las claras infundada. Aunque luego lo he parafraseado en otra entrada con ligeras variaciones, el mensaje dice textualmente: “Se está usted precipitando, repito, se está usted precipitando. Israel existe, pero y usted, ¿existe usted?”
De no haber leído ese mensaje quizás habría desistido de seguir por esta línea, pero ahora no. Porque es tan cierto que existo como que hay una conspiración y reflexiono sobre la facilidad con que el mundo de los sueños salta al de la realidad y se confunden hasta el punto de no poder distinguirse. “No sé si al final de esta calle empieza la calle real”, dice un personaje de una novela para adentrarse después en un callejón sin salida y saltar frente al muro franco y aparecer en otra ciudad y en otro tiempo, como mi Charly García, el que yo he ido recreando a mi antojo, que aparece en Israel, que aparece orando frente al muro de los lamentos, como dice un diario peruano que da cuenta en internet de la noticia, pese a no ser judío, pese a no ser Charly García y no estar en Israel si no en mi cabeza, en una conspiración que avanza por mi cabeza. Así que si yo existo, como añado en mi siguiente entrada- porque con toda mi ingenuidad me miro y me encuentro delgado, alérgico, espiritualizado, pero estoy, dios mío, estoy, aunque me pregunte entonces si será suficiente estar para ser y me reproche no haber prestado más atención en las clases de filosofía, pienso -y termino la frase- que si yo existo, por qué no va a existir un músico argentino que viaja a Israel para tocar con su banda mientras lleva puesta una camiseta negra con un dibujo de Marjane Satrapi.
A la mañana siguiente me levanto con la sensación de haber dormido mucho, de haber dormido a pierna suelta durante horas. Estiro la mano, enciendo la luz y leo en mi cuaderno las cosas que he apuntado en mitad de la noche con una caligrafía calamitosa, cosas que, sin embargo, no recuerdo haber escrito. Así que trato de reconocer en mi letra algo que sostenga la idea incipiente de que efectivamente existe ese grupo de poetas por la multiculturalidad, que han allanado mi morada en mitad de la noche y han imitado mi letra mientras yo dormía posiblemente narcotizado, que han trazado mi letra teniendo en cuenta todos los detalles de mi mano siniestra, pero que algo se les escapa, pienso, algo imperceptible para ellos pero claramente visible para mí y que pone de manifiesto la conspiración; así que leo, observo y qué puedo decir, qué puedo hacer si no admitir que no entiendo nada de grafología por más que guiñe los ojos en un gesto aprendido y que allí, en mi cuaderno, no hay ninguna señal de alarma.
Y leo como en una letanía las frases que supuestamente he ido escribiendo:
-Primero, alguien quiere que escriba sobre Charly García.
-Segundo, alguien quiere que hable de Charly García en Israel.
-Tercero, alguien quiere que sueñe con Charly García tocando en el anfiteatro romano de Cesárea con una camiseta ilustrada por Marjane Satrapi, donde aparece una joven rebelde arrastrada por dos fundamentalistas en cuya camiseta, como si se tratara de una caja china de camisetas negras, se puede leer “Punk is not ded”
-Cuarto, Bohumil Hrabal me vigila desde un tejado escribiendo rigurosamente para mí, aunque ninguno de los dos lo sepamos.
-Quinto, decir dos cosas a veces es decir mucho.
-Sexto, Vivo sólo y a veces somos demasiados.
-Séptimo, es tarde para tener una frase con la que empezar, pero no una frase con la que terminar, una frase, por ejemplo, de la canción Cinema verité de Charly García, que canto en voz baja, para no estropear, porque yo también nací para mirar lo que pocos quieren ver.
Al final hay algo apuntado, pero la caligrafía es ilegible ya. No sé qué he escrito, qué es lo que se ha perdido para siempre. Llegado ese punto tengo que reconocer que esa frase con la que empecé, la de las dos cosas que iba a decir y que además una no la sabía, no era más que la técnica del macguffin, la manera de crear un suspense en la trama que luego no tendría más relevancia.
También llegado este momento veo cómo la ficción y la realidad se confunden con facilidad, pero también cómo la realidad se confunde en esa ficción. Si la realidad y la ficción pueden confundirse, por qué no las cosas, las ideologías, los colores de la piel, el kipá y el solideo cristiano. Y pienso que alguien quiere que lo confunda todo para demostrar que el arte está por encima de las fronteras y de las diferencias, alguien, tal vez ese lobby de presión cultural de los poetas por la defensa de la multiculturalidad, para demostrar precisamente que el arte está por encima de las confrontaciones de los hombres de cada momento, esos que desaparecen a poco que pasen cien años y que son sustituidos por otros iguales o al menos parecidos. Y por qué no, pienso, por qué no pensar ahora que esta es una de esas dos cosas que quería decir al inicio de todo, que el arte está por encima y que es una mirada crítica sobre esa realidad. Y entonces, me doy cuenta de que en realidad tengo las dos ideas. Porque, añado, que si no es así, si el arte no está por encima en una realidad multicultural e integradora, tal vez debería estarlo.
Antonio Aguilar Rodríguez
3 comentarios:
Unos pensarán que el texto "gana" leido.
Otros pensarán que el texto "gana" escuchado.
De cualquier forma, gracias por permtir que lo podamos disfrutar una segunda vez.
Salu2.
Como siempre, atrapas desde la primera palabra. A todas tus virtudes, añádele hoy la intriga. Comparto tu idea, el arte está por encima, y en ocasiones, vertebra. No hay más que leer tu blog.
yo nací para mirar, dice Cinema Varieté...yo nací para mirar, Charly, escribió sus mejores temas en sus peores momentos, es Charly, es el de Alicia en el País, de inconciente colectivo, de adela en el carroussel, es una herida absurda argentina, Charly es el oído absoluto, el trapecista, el suicida, el que ví en los escenarios desde Serú Girán, porque con Sui Géneris era muy chica.
Charly es el recuerdo de Charly y el arrullo, Charly necesita dinero y seguir , es esa una de la scuestiones de Israel...
"ten piedad no seas así no le des patadas a los locos, ten piedad no seas así estoy desfalleciendo sin tu amor"...
Charly el de "Dinosaurios" en épocas duras...
querido, odiado, controvertido,un músico que se copia a sí mismo.
Pero al fin de cuentas es Charly.
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