Joder, cómo están las calles. Anoche salimos a darnos un paseo. La verdad es que queríamos ir al cine, pero luego decidimos cambiar de planes. Cuando íbamos del barrio de Santa Eulalia, una de las zonas con más movimiento nocturno de Murcia, al café ficciones, nos cruzamos con una decena de furgonetas de la policía. Yo no sabía si después de las imágenes que hemos visto estos días en medios fiables y objetivos -que nadie me diga que eso estaba manipulado- me dio la impresión de que tal vez se trataba de una campaña para lavar su imagen, pero no, allí no había caramelos, ni sonrisas, ni bagatelas del estilo, allí estaba otra vez la cara de la policía represiva, la cara que menos nos gusta a todos. También es cierto que la policía tiene otras caras y que es un cuerpo necesario que desempeña una labor social importantísima. Pero no nos gusta esta cara de cuerpo al servicio de la política, al menos esta cara que no debería existir. Pero allí estaba. Pensé que tendría que estar la ciudad a punto de arder o algo parecido.
De pronto caí en la cuenta de que hablar de política era un exceso absurdo tal como está la cosa, porque se ha hecho evidente que no nos gobierna la política sino el capital. Ni izquierdas ni derechas, dinero. Y el dinero no tiene muchas caras. Así que allí estaba todo preparado, el escenario dispuesto, los actores corriendo de un lado para otro con los nervios evidentes del estreno, todos creo que con un por si acaso como premisa. A ver, daba la sensación, si podemos mantener el status quo, cuando precisamente eso era lo único que deberíamos cambiar.
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